Clint Eastwood: 'La leyenda de la ciudad sin nombre'

Clint Eastwood: 'La leyenda de la ciudad sin nombre'
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Seguimos con este especial de Clint Eastwood, que me parece a mí que me va a llevar esta vida y una parte de otra. En 1969, la Malpaso decidió colaborar con la Paramount para producir la que sería una de las apuestas más arriesgadas en el cine de Eastwood actor. En los años 60 proliferaron una cantidad de musicales con éxito, al estilo de ‘Sonrisas y lágrimas’ o ‘West Side Story’ (curiosamente las dos dirigidas por Robert Wise). Alan Jay Lerner, autor del musical ‘Paint Your Wagon’ (pinta tu carromato) quería llevarlo al cine con todo lujo de medios. Él mismo hizo funciones de productor y su inexperiencia en el terreno le hizo pagar caro su error, hasta el punto de que ‘La leyenda de la ciudad sin nombre’ (así se tituló en nuestro país) fue la única película que produjo.

Se excedió de tiempo de rodaje y de presupuesto. Eastwood la tilda como una de las experiencias más desagradables de su carrera, pero no por la calidad de la película en sí (hablamos de uno de esos films a los que el paso del tiempo ha beneficiado en grado sumo), sino por la laboriosa producción que le obligó a estar en el rodaje más tiempo del debido. Desde entonces, el actor decidió tener un mayor control sobre las películas en las que interviniese, para que no se repitiera la experiencia.

‘La leyenda de la ciudad sin nombre’ narra la historia de dos buscadores de oro totalmente opuestos en carácter, que por ironías de la vida, se convierten en socios en una importante zona minera a la que pronto llegan hombres de todos los lugares del país, en busca del preciado oro. Ben Rumson y “Socio” vivirán mil y una peripecias, mientras a su alrededor se va formando una ciudad a la que las bíblicas Sodoma y Gomorra no tendrían nada que envidiar.

La película supuso un punto de inflexión en la carrera de Eastwood. Contribuyó a cambiar la imagen de duro que estaba teniendo debido a sus trabajos anteriores, algo que ya había empezado con ‘Las brujas’, un film que muy pocos vieron. Aquí da vida a un buscador de oro, buena persona, incapaz de romper un plato, y marcado por la ausencia de un amor inolvidable, en realidad un amor que nunca existió, ése que todos buscan. Con su habitual laconismo, se permite incluso parodiar algunos aspectos de su carrera; para empezar el hecho de que su nombre sea “Socio” remite directamente a sus personajes en la trilogía de Leone, añadiendo la broma final de descubrir su horroroso nombre. Cuando es requerido por su socio para que se emborrache, Eastwood responde que nunca bebe porque tiene muy mal humor, algo que nunca llegamos a ver durante toda la película, pero que juega un poco con la imagen que por aquel entonces tenía de él el público, y por la cual se hizo famoso. Y además, canta.

Al igual que en su anterior film, Eastwood no es el principal protagonista, reservándose ese papel para Lee Marvin, quien aceptó participar en la película rechazando ‘Grupo salvaje’ de Sam Peckinpah. El productor quería que Marvin hiciese un personaje parecido al de ‘La ingenua explosiva’, flojo film por el que el actor recibió un Oscar. Lo cierto es que Marvin, además de compenetrarse a la perfección con Eastwood, es el alma de la fiesta. Porque ‘La leyenda de la ciudad sin nombre’ es una fiesta en todos los aspectos. Los momentos en los que en el film se habla de la soledad, del amor no correspondido, de la búsqueda de un lugar donde establecerse, de buscarse a uno mismo, no están reñidos ni lo más mínimo con todos aquellos en los que la moralidad queda por los suelos (el triangulo amoroso provocó, y aún provocaría hoy, que muchos se rasgaran las vestiduras), u otros en los que el uso del alcohol es lo único que parece importarles a algunos personajes, eso y encontrar oro para gastarlo. Esto convierte a ‘La leyenda de la ciudad sin nombre’ en una comedia, llena de gags memorables (el descubrimiento por parte de Ben de que hay una mujer en la ciudad, o toda la parte final con los túneles excavados que provocarán que una ciudad donde habita el pecado se hunda, son desternillantes). Lee Marvin también cantó en esta película, y al igual que Eastwood lo hizo arrastrando la voz, dando a los temas un carácter acorde con la historia y sus personajes.

Wandering´ Star se convirtió en un exitazo en Europa, sobre todo en nuestro país. En el vídeo podéis ver cómo Joshua Logan (director elegido porque había dirigido dos años antes la preciosa ‘Camelot’, también basada en una obra de Alan Jay Lerner) visualiza tan bella canción. Ben Rumson cantando sus penas, aceptando que ha nacido bajo el signo de una estrella errante, mientras atraviesa las calles de una ciudad habitada por un coro fantasmal que surge de la niebla, abandonando lo que pronto será uno de esos pueblos vacíos que tanto habitan por Estados Unidos. Logan, en cuyo haber se encuentran dramas tan profundos como ‘Picnic’, hace gala de un sentido del espectáculo directo, desplegando en pantalla hasta el último céntimo gastado. ‘La leyenda de la ciudad sin nombre’ luce vistosa, grande, espectacular, colorida, radiante, incluso en sus momentos más íntimos. Su excesiva duración, y el hecho de que a veces sea un poco dispersa, no empañan una película poco apreciada en su momento, pero que hoy sobrevive como uno de los mejores musicales jamás realizados.

Como estrella femenina se eligió a la inesperada Jean Seberg, una de las musas del cine francés por aquel entonces, sobre todo gracias a haber protagonizado ‘Al final de la escapada’ del temible Jean Luc Godard, portavoz de la Nouvelle Vague. Seberg, una de las actrices más bellas que hayan salido en una pantalla de cine personifica el primer problema de los dos personajes centrales, y su interpretación es modélica, aunque por momentos su personaje no parezca ir más allá de ser el componente femenino de la historia sin más ni más. Seberg al contrario que sus dos compañeros de reparto no interpretó la única canción que su personaje canta, siendo doblada por Anita Gordon.

El film no obtuvo en Estados Unidos el éxito esperado, siendo mucho mayor por estos lares, sobre todo gracias a su banda sonora, llena de canciones inolvidables. Muchos no supieron apreciar la labor de Eastwood, quien aquí daría señales de parecerse interpretativamente a un actor de la talla de Henry Fonda. ¿O acaso soy el único que ve paralelismos entre ambos? Poco después nuestro actor favorito volvería a colaborar con uno de sus mejores amigos, Don Siegel.

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