Stanley Kubrick | '2001: Una odisea del espacio'

Stanley Kubrick | '2001: Una odisea del espacio'
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Parece irónico que tras ‘¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú’ (‘Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb’, 1964), en la que Stanley Kubrick ironizaba sobre el fin del mundo por culpa de la estupidez humana, el realizador se pusiese a preparar un film de ciencia ficción que especula sobre la inmortalidad del ser humano. ‘2001: Una odisea del espacio’ (‘2001: A Space Odissey’, 1968) es, a día de hoy, el film más importante dentro de un género que hasta aquel momento no había sido tomado muy en serio. A pesar de que la Sci-Fi ya había dejado unas cuantas joyas, Kubrick quería quedar por encima de todas ellas y se puso, con su conocida condición de metódico investigador, a tragarse todo cuanto libro sobre el tema cayese en sus manos.

Mis compañeros Jesús y Adrián ya le dedicaron palabras al trabajo más conocido de Kubrick —y hablamos de la filmografía de un director que probablemente sea la más conocida a nivel popular— en sendos y sentidos textos llenos de infinidad de anécdotas sobre el rodaje. Estoy prácticamente de acuerdo con la apreciación del señor León con la película —y ojo, a mí lo que menos me interesa de la opinión de alguien es si coincide con la mía—, y casi en total desacuerdo con la del señor Massanet que parece basar su rechazo al film simple y llanamente por un única escena de aparente aburrimiento —Bowman corriendo por la nave espacial en el tercer bloque del film—. Pero creo que ahí está la gracia.

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La diversidad de opiniones, ya sean a favor o en contra, es lo enriquece aún más esta obra de arte —como todas, pero en este caso aún más— que Kubrick realizó para que el espectador no la entendiese a la perfección. Al igual que en otras películas del autor, éste formula preguntas sin dar las respuestas, invita a la reflexión más que en ninguna de sus otras obras, y lo hace sin ningún tipo de maniqueísmo o imposición. Que la actitud grandilocuente del señor Kubrick, que repetía tomas hasta la extenuación, le hiciese ganar mala fama no tiene nada que ver con la calidad del film. Jamás entenderé el porqué de ataques a Kubrick sólo por su tendencia a la perfección a la hora de filmar. Era un maniático, por supuesto, y Clint Eastwood —por citar un tipo de cineasta totalmente contrario en método de trabajo— es el tipo más sencillo del mundo. Ambos tienen obras maestras en sus filmografías, así que dejemos de atacar a los directores por cómo filman.

¿Es ‘2001: Una odisea del espacio’ un film pretencioso? Evidentemente, pero es que tiene que serlo. ¿Cómo se pueden tratar los temas que Kubrick toca —la historia artística del hombre, la evolución del ser humano, la existencia de vida extraterrestre inteligente, la existencia más allá de la muerte, etc— sin ser pretencioso? En 1968 sólo quedaba especular sobre cómo serían las cosas en el año 2001 y seguro que muchos disfrutan comprobando que las especulaciones técnicas del señor Kubrick, que trabajó mano a mano con Arthur C. Clarke —escribía la novela al mismo tiempo que Kubrick filmaba la película, incluso terminó antes pero no le dejaron publicar—, fueron erróneas, al menos desde un punto de vista técnico. Es evidente que el ser humano no ha encontrado nada en la luna ni hemos enviado una misión tripulada a Júpiter para comprobar una señal enviada a una de sus lunas. Todo eso es lo de menos, ‘2001: Una odisea del espacio’ permanece incólume al paso del tiempo por mucho que su visión del futuro se haya quedado desfasada.

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Su supervivencia a través de los años no se debe a su perfección técnica —es impresionante como muchos de sus efectos visuales siguen siendo plenamente efectivos a día de hoy, preferibles a muchas mediocridades realizadas con ordenador—, sino a la inteligencia de Kubrick para aunar espectáculo y reflexión sin sentenciar nada más que lo evidente, formulando preguntas sobre las dos grandes cuestiones que han preocupado al hombre, nuestro pasado y futuro —no nos concentramos en el presente y así nos va—. Para ello el director de ‘Espartaco’ (‘Spartacus’, 1960) divide su relato en tres actos —algo que Kubrick ya solía hacer, por ejemplo en ‘Senderos de gloria’ (‘Paths of Glory’, 1957) aunque algunos, como mi compañero Adrián, piensan que fue una característica del director a partir del presente film— formando un todo que funciona con la precisión de un reloj suizo.

El primer acto nos lleva al origen del ser humano. Un fascinante bloque en el que unos simios, maravillosamente encarnados por actores que lograron que algunos pensasen que eran simios de verdad —cuenta la leyenda que por eso mismo el film no ganó el Oscar al mejor maquillaje, que fue a parar a ‘El planeta de los simios’ (‘Planet of the Apes’, Franklin J. Schaffner, 1968)—, descubren el conocimiento, gracias al monolito, lo que les lleva a descubrir por sí mismos las enormes posibilidades de su entorno, y lo primero que nuestro antepasado aprende es a matar. La muerte como creación, pues cuando el simio tira un hueso al aire y se produce la famosa elipsis que nos lleva al espacio en el que unas naves espaciales parecen bailar al ritmo de Strauss, Kubrick consigue en un solo plano que el espectador repase mentalmente toda la historia artística del hombre. Si eso no es cine no sé qué lo es entonces.

Segundo bloque: eminentes científicos viajan a la Luna ya que se ha descubierto un monolito enterrado. No saben lo que es, pero al igual que el simio hace millones de años, lo tocan e incluso osan fotografiarlo. Algo extraño sucede, podría ser una señala de alarma de una inteligencia extraterrestre, la forma de saber que el hombre ha empezado a conquistar el espacio. Pequeña elipsis, de unos cuantos meses, y Kubrick nos sitúa cerca de Júpiter. La nave espacial Discovery, tripulada por cinco personas, dos de ellas en hibernación, y un superordenador llamado HAL 9000 —sin duda, el personaje más famoso de la cinta, el más memorable— llevan a cabo una misteriosa misión. Es el tercer bloque del film, el desenlace que será como un principio.

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Porque ‘2001: Una odisea del espacio’ abarca desde el amanecer del hombre, el instante en el que tomó una decisión completamente pensada, hasta un último nacimiento, quizá un renacimiento, el del propio hombre tras haber pasado por distintas etapas evolutivas. Kubrick no da nada por sentado, pone las herramientas al servicio del espectador y deja que éste saque sus propias conclusiones, pero más allá de eso propone una película cuyo disfrute está en sentirla, en dejarse llevar por el enorme torrente de imágenes que el director filma con esmerada precisión. A partir de ahí las interpretaciones son todas válidas. ¿Es el monolito algo que está por encima del nivel mortal del hombre, y también una fuente de conocimiento? ¿HAL es malvado porque representa la naturaleza humana —en realidad parece el personaje más humano de todo el relato, enfrentado a la frialdad de los tripulantes que parecen no tener dudas de nada—? ¿Habla el film de los continuos fracasos del hombre como especie animal —esa copa que se cae en el tramo final como alegoría a nuestros continuos errores—, y nos muestra como somos, algo insignificante en el universo, pero con la capacidad de superar nuestras propias limitaciones?

Tan complicada como disfrutable ‘2001: Una odisea del espacio’ seguirá despertando dudas e interrogantes en años venideros. Parece que Kubrick lo sabía, y en cierto modo la película es como nuestro monolito particular. Ahí está frente a nosotros, toda elegante y resplandeciente, con su insondable misterio, esperando que la entendamos. Tal vez el día que eso suceda pierda toda su esencia, o tal vez se abra una nueva puerta para comprender aún mas a Kubrick. Nos habla de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que podríamos llegar a ser, pero nunca seremos, sólo en nuestra imaginación, lo más cercano a la ansiada eternidad.

Curiosidad

Arthur C. Clarke declaró que durante años intentó desmentir la leyenda urbana más famosa del film: que HAL 9000 se llama así por tener relación con IBM —cada letra es la anterior en el abecedario—, pero en realidad se e puso ese nombre por la expresión Heuristic ALgorithm (Algoritmo heurístico), algo que define muy bien la personalidad de HAL. La gente sigue pensando que en realidad es por lo otro. En el film, en el bloque central puede verse la marca IBM en uno de los paneles de la nave, así que hablamos de una de esas maravillosas casualidades que le vinieron a la perfección a la película.

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