'Amanece en Edimburgo', a 500 millas del musical

'Amanece en Edimburgo', a 500 millas del musical
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‘Amanece en Edimburgo’ (‘Sunshine on Leith’, Dexter Fletcher, 2013) está basada en el musical que en el 2007 recibió el premio TMA a la mejor obra musical del año, y que recoge las canciones del grupo escocés The Proclaimers, cuyos temas suenan continuamente en el film, interpretados, con mayor o menos desdicha, por todos sus intérpretes. Temazos como ‘I’m Gonna Be (500 Miles)’, que le levantan el ánimo a cualquiera, animan también la película.

Reconozco que el género musical tardó en entrarme, probablemente el género al que más me he resistido, para, con el paso del tiempo, acabar rendido ante un tipo de películas que utilizan otras claves. En el mal llamado cine moderno las últimas muestras del mismo se han saldado casi siempre con éxitos de público. Ahí tenemos las cintas de BuzzBaz Lurhmann, Rob Marshall, Emilio Martínez Lázaro (…) o Tom Hooper, entre otras. ‘Amanece en Edimburgo’ viene precedida del éxito en su país de origen, que mucho me temo aquí no se repetirá.

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Me acerqué a ella con buenas vibraciones, el tráiler tenía buena pinta y las canciones del grupo escocés invitan a verla. El problema es, una vez más, la forma y el guión. Lo último no habría importado demasiado, ya que al fin y al cabo no es una película que busque profundizar en nada, y esa es quizá su mejor baza, no resulta pretenciosa. Lo único que quiere, o eso creo, es alegrar al público y que éste salga del cine contento y con ganas de bailar, algo que por otro lado necesitamos cada vez más, nos guste o no.

Sin embargo, Dexter Fletcher fracasa estrepitosamente a la hora de poner en imágenes una historia en la que dos soldados escoceses vuelven de Afganistán para continuar su vida en la preciosa, repito, preciosa, ciudad de Edimburgo. El film se centra entonces en las vidas amorosas de los dos amigos y en la de los padres de uno de ellos, caminando la película por lugares demasiado comunes, sin sentido de continuidad y con situaciones forzadas —la discusión de una de las parejas, absurda hasta decir basta, está hecha única y exclusivamente para que suenen las canciones—.

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Mala dirección y simpleza

Fletcher no ha debido ver un solo musical en su vida, o si lo ha hecho no ha aprendido nada de nada. Y eso que cuenta con una cantera de actores que da la sensación se lo han pasado de miedo haciendo la película. Una entrega que no se ve recompensada, al filmar Fletcher sin ritmo ni garra muchas de los números. Sirvan como ejemplo, el del bar, o la secuencia final, la mejor de todas por extender el mensaje de alegría, pero cuyo montaje y planificación rayan el desconocimiento.

Resulta casi extraño ver a un magnífico actor como Peter Mullan, muchas veces metido en dramas duros, soltarse, aunque menos de lo que a algunos nos gustaría, y sorprender con esa voz ronca que le queda muy bien a algunos de los temas. Pero como ya hemos dicho ‘Amanece en Edimburgo’ sólo busca alegría y buen rollo, quizá demasiado. Por un lado, nada que objetar, es cine simplón y que se olvida en un abrir y cerrar de ojos, pero por otro ayuda a la equivocada idea del amor que muchos poseen. La vida no es color de rosa, ni se arreglan las cosas con salir a la calle y ponerse a bailar al ritmo de una gran canción. Ojalá, pero no. Ni siquiera el tono de fábula está bien captado.

El pretendido drama que intentan vendernos con varios de los personajes huele a impostado y falso, y eso que hablamos de una de las películas con el argumento más mínimo y necio en años. Y con la enorme cantidad de grandes músicos escoceses que hay, no entiendo como Paul Englishby no ha echado mano de ellos, en el score, para al menos aportar entidad musical a una película que lamentablemente hace aguas por todos lados e incluso realiza un flaco favor a las (estupendas) canciones.

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