'Bienvenidos a Zombieland', un arranque genial, un cierre lamentable

'Bienvenidos a Zombieland', un arranque genial, un cierre lamentable
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“¿Veis? Es que no puedes fiarte de nadie. La primera chica a la que dejo entrar en mi vida, e intenta comerme”.

Columbus

‘Zombieland’, o ‘Bienvenidos a Zombieland’ (tontería de título), es la ópera prima del realizador Ruben Fleischer, hasta ahora dedicado a los videoclips y los anuncios publicitarios, algo que queda patente desde el principio de su primer trabajo para el cine, con unos fantásticos títulos de crédito (que recuerdan muchísimo a los de ‘Watchmen’, del también “videoclipero” Zack Snyder). Antes de estrenarse en salas comerciales, el pasado 25 de diciembre, la película se proyectó en el Festival de Sitges 2009, donde recibió mucha promoción (incluso repartieron camisetas) y logró el premio del público, que alucinó con una oferta del estilo de la sobrevalorada ‘Zombies Party’ (‘Shaun of the Dead’, 2004).

En realidad, más allá de tratarse de una comedia con zombies, la película de Fleischer no se parece prácticamente en nada a la de Edgar Wright. Como bien ha declarado el primero en varias entrevistas (se ve que mucha gente sólo ha visto una comedia de muertos vivientes), las dos nacen en países diferentes, con una mentalidad, un humor y un estilo de vida diferentes. Pero también, podemos añadir, es distinta la realización y la idea del público al que va destinado. En otras palabras, no se podría hacer ‘Bienvenidos a Zombieland’ en otro sitio que no fuera Estados Unidos. Y esto para bien y para mal.

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La película arranca con un plano de la bandera norteamericana boca abajo, mientras suena, a través de un aparato roto, el himno nacional. Un agresivo zombie aparece, ataca al cámara, lo mordisquea un poco y eructa. Es el primer chiste de ‘Bienvenidos a Zombieland’. Acto seguido, siempre con la narración en off de Columbus, el protagonista principal de la historia (interpretado por un divertido Jesse Eisenberg), se nos muestra cómo los muertos vivientes se han ido merendando a toda la población. Mientras vemos imágenes de ataques, mordiscos, etc., Columbus nos va exponiendo los mejores consejos para sobrevivir en los Estados Unidos de Zombieland.

Acabada la introducción y los títulos de crédito (al ritmo de Metallica), comienza propiamente la película. Sin embargo, la historia es tan sencillita, y a Fleischer le puede tanto su origen publicitario, que no deja de interrumpir la acción para volver a incluir pequeñas piezas de ataques de zombies. En este sentido, hay un cierto caos estructural que perjudica la narración, dando la impresión de que no se ha trabajado todo lo que debería el guión, para llegar a un bloque sólido. No tiene demasiado sentido usar el principio de la película para empezar a enumerar reglas de supervivencia, si luego las vas a ir repitiendo a lo largo de la historia. Quizá lo mejor habría sido empezar con uno de los mejores flashbacks, si no el mejor, que protagoniza Columbus; es el que aparece en la segunda imagen de este texto, y al que pertenece la cita que he copiado al principio, una escena fantástica que combina a la perfección el terror con la comedia. Lástima que toda la película no esté al mismo nivel.

En cualquier caso, la comedia, salpicada con acertados toques de terror (menos de lo deseable), funciona bien durante la primera mitad gracias sobre todo a que Columbus resulta simpático (es una especie de joven Woody Allen, un neurótico “geek” moderno) y que, en su intento de encontrar una zona a salvo de zombies, se encuentra con Tallahassee (un gran Woody Harrelson), otro de los protagonistas, el típico tipo duro norteamericano, tontorrón y loco por las armas, con look de vaquero. La película alcanza la cima cuando la extraña pareja es el centro de la historia; se complementan muy bien y dan pie a muchos momentos cómicos. Luego llegan las chicas y el barco empieza a hundirse.

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No desde que aparecen. Porque la presentación de las dos hermanas (correctas Emma Stone y Abigail Breslin) es magnífica. Un tanto incoherente cuando lo piensas (no sólo porque no tienen pinta de sobrevivir ni un día en semejante escenario, sino porque no queda muy claro qué hacían allí exactamente, ¿esperar a que llegara alguien?), pero eficaz, con un giro que por más que se vea venir, no deja de ser muy divertido. Sin embargo, las dos chicas cambiarán muy pronto de personalidad, y enseguida comienza el típico enamoramiento bobalicón del cine comercial norteamericano, el que tiene que haber siempre, porque si no parece que ningún productor pone dinero. Finalmente, la ñoña relación entre la jovencita cañón y el friki judío no hace más que estropear la película, llevándola a una dirección diferente, alejada del gozoso gamberrismo inicial.

En conclusión, como os dije desde Sitges, se agradece mucho encontrar una propuesta diferente en la cartelera, que intenta (aunque no lo consiga del todo) ofrecer algo fresco, un producto que se aleje de los tópicos. No sé por qué, el hecho de incluir a los zombies en la trama suele producir normalmente una película mala, o poco trabajada, cuya existencia se justifica en que hay un público, más o menos numeroso, deseoso de ver sangre y muertes grotescas en una pantalla. Al igual que en ‘Zombies Party’ o la magnífica ‘Amanecer de los muertos’, aquí no se usa al muerto viviente simplemente para crear escenas sangrientas o lucir maquillaje, sino que es un recurso, con sus posibilidades, dentro de una historia que no es simplemente morir o matar. Una pena que en Hollywood sólo piensen en el dinero, y nos cuelan un final vergonzoso pensando en la secuela. Ya está anunciada y dicen que será en 3D. Es lo que hay.

PD: El cameo, para enmarcar.

3,5

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