'Celda 211', el corazón de la bestia

'Celda 211', el corazón de la bestia
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Recuerdo a Daniel Monzón como un crítico cinematográfico con buen gusto y mejores maneras. Un chaval con cultura y buen verbo al que daba gusto leer. Un buen día dio el paso de hacerse director de cine, y no puede decirse que empezara con buen pie. ‘El corazón del guerrero’, que fue su debut, podría haber dado algo de sí en otras manos, pero en las suyas se convirtió en una carta de presentación muy floja, sin ningún interés.

Pero menos interés tuvo aún el intento de comedia de ‘El robo más grande jamás contado’, que algunos analistas defendieron con presencia de ánimo admirable pero estéril, pues no había por donde cogerla. Y con la anodina ‘La caja Kovak’ terminé por perder la esperanza de que este extraordinario cinéfilo pudiera convertirse en director importante alguna vez. Pero ahora llega con ‘Celda 211’, que es algo más que una buena película de género. Es la película española del año.

Un relato poderoso y sin fisuras

Justo cuando no daba un duro por él, se calza Monzón un relato de presos, cárceles y motines que se erige, por derecho propio, en todo un clásico de este subgénero del suspense. Con una experiencia en la dirección de actores y la puesta en escena, que se le supone en su ya cuarta realización, y adaptando de manera ejemplar la novela homónima de Francisco Pérez Gandul, ayudado en esas labores por el excelente guionista Jorge Gerricaechevarría, Daniel Monzón se hace mayor como artista incontestablemente.

En sus manos, la novela de Pérez Gandul deviene una mina de oro de inagotables posibilidades visuales. La cárcel, cualquier cárcel, se convierte en un espacio asfixiante donde la muerte, el dolor y las posibilidades de traición son infinitas, donde la vida y la esperanza son efímeras, y donde las más primarias pasiones humanas se dan la mano con la cobardía y la estupidez, la crueldad y la dignidad de las ratas atrapadas y en el punto de mira.

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Comienza de manera admirable esta ‘Celda 211’, y lo mejor es que va subiendo más y más, sin parar, en un crescendo admirable sin la menor concesión con el espectador. El que espere un espectáculo amable que se quede en casa. Esto es cine descarnado y brutal, cine de verdad, grande, adulto, complejo. Con una galería de personajes inolvidable, algunos de los cuales abandonan su rol previo para transformarse a causa de la desesperanza y la violencia.

Y entre todos los presos destaca Luis Tosar en una interpretación antológica, que le coloca desde ya mismo entre los más grandes intérpretes europeos. Su Malamadre no es sólo una bestia con corazón, pues el director y el intérprete son lo suficientemente inteligentes y talentosos para dotar de una vida a este personaje como pocas hemos visto en el cine español de los últimos años. Malamadre es el alma de la película, y lo que la hace trascender los límites del propio género. Le amamos y le odiamos al mismo tiempo, qué pocas veces sucede eso en una pantalla de cine.

A su lado, Alberto Ammann compone un digno funcionario de prisiones, aunque es cierto que el actor sufre en comparación con el gigante Tosar. Es un actor competente, si bien un par de veces parece que van a fallarle las piernas. Pero mantiene el tipo. Aunque en general el reparto es poco menos que formidable, y el casting soberbio. Nos creemos hasta al último figurante con frase que se pasea por la cárcel (entre otras cosas, porque los diálogos son excelentes), y es que aquí han hecho las cosas como Dios manda.

Monzón narra con convicción y sobriedad, sin cosas extrañas ni florituras, ateniéndose a los personajes y preocupándose por ser creíble siempre. Nunca pierde el control de la historia, y ayudado por la labor del operador Carles Gusi (que firma una imagen dura y acerada) y la de la montadora Cristina Pastor (que monta con talento y elegancia un tema tan escabroso), además de por la percutiente partitura de Roque Baños, firma una obra contundente e inolvidable.

Post Data Inevitable

Esto es cine de primerísima factura, con una producción de gran profesionalidad, que está dando sus frutos en taquilla y entre la crítica. Viene a demostrar que la gente desea ver buen cine español, por mucho que algunos no se quieran dar cuenta. Ahora bien, tiene que valer la pena verlo. Hoy estaba la sala a rebosar, y más que va a estarlo cuando arrase en los Goya, como estoy seguro que va a hacer.

Por cierto, apuesto porque el inevitable remake americano no se hará esperar. Pero esta no se la pierdan.

Celda 211 en Blogdecine

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