'Clown', el demoníaco payaso

'Clown', el demoníaco payaso

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'Clown', el demoníaco payaso

Jon Watts ha sido el elegido para hacerse con el nuevo tratamiento que sobre Spider-Man se preparara en los despachos de Hollywood y que veréis en algún momento del 2017. El saber qué puede aportar Watts al universo arácnido de Marvel —en caso, claro está, de que le dejen plasmar su personalidad— puede apreciarse en sus dos trabajos previos. La muy estimable ‘Coche policial’ (‘Cop Car’, 2015), que se estrena a finales de mes entre nosotros, y la presente, ‘Clown’ (id, 2013), que nunca se estrenó.

Curiosamente ‘Clown’ va sobre alguien que se pone un disfraz y que cambia su personalidad, pero no para ser un superhéroe, sino todo lo contrario. Que la figura de un payaso es uno de los elementos que más terror producen al personal en líneas generales, es algo comprobado —al respecto ha ayudado bastante en las últimas décadas la obra ‘IT’, la de Stephen King, claro, no la mediocridad de miniserie—, y esta película, cuyos carteles fueron prohibidos en algún que otro país porque resultaban demasiado aterradores, puede producir verdaderas pesadillas al que tenga fobia a los simpáticos payasos clásicos.

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La premisa de ‘Clown’ es bien sencilla. Un padre decide vestirse como payaso para animar el cumpleaños de su hijo pequeño, ante la cancelación del espectáculo que tenían contratado. Amor de padre se le llama. Todo irá muy bien por cuanto intenta dar lo mejor a la celebración de su hijo. Pero pronto empezarán los problemas para el pobre padre, Kent (Andy Powers), cuando descubra a la mañana siguiente que no pueda quitarse el disfraz, y empiece a demostrar algo más que instintos asesinos. Lo que sigue es un festín terrorífico sobre niños comidos literalmente, con cierto equilibrio entre los elementos gore y una atmósfera de horror.

Un payaso que no hace reir

Producida por los hermanos Weinstein y Eli Roth —aceptó producirla después de ver un falso tráiler que usaba su nombre a modo de presentación—, que también se reserva un curioso papel en el film, ‘Clown’ es una película a la que hay que agradecerle su sinceridad y su falta de postureo —ese ejercicio cada vez más de moda en el cine—, ofreciendo una variante muy original sobre la clásica posesión demoníaca. El explicar el origen de los payasos de circo como demonios milenarios que antaño se alimentaban de niños es a la par atrevido y delirante, y se complementa a la perfección con el apunte de que mucha gente que se lo encuentra, lo toma por loco por ir disfrazado de payaso. El demonio creciendo delante de la ignorancia de la gente. Como mínimo, original.

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‘Clown’ posee varias ideas de lo más atractivas. Una es el traje de payaso en sí, en realidad piel de demonio que va tomando control sobre la persona que se pone el disfraz. En ese aspecto la paulatina transformación por parte de Kent de ser humano a criatura infernal gana la batalla a las reacciones de los demás personajes, incluidas curvas en su tratamiento, o el exagerado personaje de Peter Stormare, que posee la solución de todo. Lo cierto es que los actores no son una de las bazas de la película, aunque Powers está bastante convincente portando su maldición. Otro aspecto, quizá el de mayor aplauso, es que los niños son asesinados brutalmente —aunque jamás llega a verse en pantalla— en clara y lógica coherencia con lo que se narra.

De final demasiado previsible, ‘Clown’ goza de alguna set piece en la que la imaginación lo es todo, al mismo tiempo que juega con los tópicos. Así pues, el instante del parque infantil debería entrar en los anales del género, por convertir un lugar construido para diversión de los más pequeños en todo un escenario de pesadilla, en el que el interior de los laberintos es una trampa mortal donde, en el lugar menos esperado, espera agazapado un payaso hambriento. Una idea brillante con la que Watts además no cae en el mal del subrayado ni la exposición. Un mayor brío narrativo, sin tanto primer plano innecesario —error de novato— habría elevado la película a los altares.

Aun así ha conseguido que me lo piense dos veces antes de acercarme a un payaso; de los disfrazados me refiero.

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