Críticas a la carta: 'El dilema', de Michael Mann

Críticas a la carta: 'El dilema', de Michael Mann
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“He contado la verdad…”

- Jeffrey Wigand, (Russell Crowe)

El director Michael Mann, uno de los más avezados productores de televisión del último tercio del siglo XX, y un cineasta siempre generoso y enamorado de su oficio, se encuentra hoy día entre los realizadores norteamericanos más venerados por un sector amplio del público. No puedo compartir esa veneración. Por supuesto, sería una estupidez negar su pericia técnica, su capacidad de trabajo y su coraje a la hora de elegir ciertos proyectos. Pero Mann es dueño de una filmografía muy desigual, de un estilo postmodernista algo vacuo que me parece arbitrario y hasta de un exhibicionismo epidérmico, y de un sentido de la grandilocuencia absolutamente forzado. De su mejor película, ‘El último mohicano’ (‘The Last of the Mohicans’, 1992), ya hablamos aquí, así como de otras bastante menos emocionantes. Hoy toca hablar de su filme número seis, que en cierta forma reúne lo mejor y lo peor de lo que es capaz este hombre de cine.

Tras el éxito de ‘Heat’ (id, 1995), Mann había alcanzado en cine lo que antes ya había alcanzado en televisión: una apreciada muestra de narrativa policiaca. Ya saben algunos lectores que, para mí, ‘Heat’ es una película bastante sobrevalorada (es decir, encumbrada por algunos a lo excepcional cuando en realidad no es más que cine corriente con algunos puntos de relativo interés), pero su triunfo en salas le dio la moral (y el margen) suficiente como para afrontar un reto tan ambicioso y tan poco comercial como este. Centrando su historia en los personajes del periodista Bergman y del atormentado Jeffrey Wigand, Mann vuelve a intentar contar (lleva ya unas cuantas veces) esa Gran Historia Americana que todo realizador busca en su carrera. Sin embargo, y aunque es una película que entretiene, que crea tensión y que se ve más que bien, ‘El dilema’ está muy lejos de ser una gran película. Falta vida, falta inteligencia, falta belleza, falta verdad en ella.

El cine de denuncia, el cine político y periodistas valerosos, conoció su germen en los años setenta, época en la que se parieron sus más grandes exponentes. Mann es hijo de esa época, sin ninguna duda, e intenta regresar a ella con la narrativa y la técnica del presente. Cuenta la historia de un hombre honesto que, una vez es despedido, está dispuesto a contar muchos secretos acerca de la gran firma de tabaco para la que trabajaba, traicionando el juramento de no desvelar muchas de las tácticas de estas empresas siniestras. El astuto periodista Bergman huele ahí un caso extraordinario que le refrende en su condición de reportero estrella y que provoque un buen revuelo mediático, y no pierde la oportunidad de presionar a Wigand para que le cuente todo lo que sabe y se preste a una entrevista que puede causar daños millonarios a las tabacaleras. Esta es la historia de ‘El dilema’ y puedo asegurar al lector que no la haya visto que no hay nada más a nivel de trama, salvo la lógica intimidación a Wigand por parte de las tabacaleras y su lucha por hacer lo que debe.

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Suspense, heroicidades, autocomplacencia

Cabría por tanto esperar, ya que la trama es tan leve, que el supuestamente gran cineasta Mann montara una construcción de suspense y de sorpresas a lo largo de la narración. Y lo hace, de hecho, pero con fortuna dispar. La película adolece de un defecto enorme, y es que mientras intenta contar la historia del mártir Wigand cuenta también la del heróico (heroico para otros, para mí no) Bergman, y el tono no es el mismo en ambas historia, porque mientras en la primera es la de derrota a pesar de hacer algo bueno, en la otra es la de victoria a pesar de perder su puesto de trabajo, y Mann no acaba de centrarse en ninguno de los dos, perdido en su propias pretensiones, hiriendo casi de muerte a una historia con la otra. Por eso los momentos de suspense, bien armados, cogen de improviso o están cerrados con precipitación, y por eso la relación entre los dos, tan aparentemente conflictiva y llena de baches emocionales, se queda en poca cosa. Pareciera que el director no ha entendido su propia idea: o cuentas una historia de derrota o una de victoria, pero no las dos.

Así, mientras Wigand (un impresionante Russell Crowe, en una de sus mejores interpretaciones, y casi irreconocible) se va hundiendo, el reportero Bergman (un Pacino totalmente pasado de rosca, como acostumbra, dando la sensación de que de otra forma no puede ya impresionar) se va creciendo, retando a la cadena de televisión para la que trabaja, quedando al final como un renegado de película de vaqueros que pierde su puesto en la sociedad pero que salva a no sé quién de qué. Porque aunque las tabacaleras pierden un pleito millonario y él finalmente consigue que se televise su entrevista a Wigand da la impresión de ser una victoria pírrica, impresión contradecida por el tono grandilocuente de Mann, que con su impostado final feliz parece contarnos una conquista de la raza humana servida por el esfuerzo de un héroe (Bergman existe y es amigo personal suyo…), cuando en realidad se trata de un sujeto despreciable que ha empujado a un padre de familia a perderlo todo y a sufrir lo indecible con tal de darles un escarmiento a esas grandes empresas.

En el apartado técnico, pocas cosas se pueden reprochar a ‘El dilema’ (cuyo título original, ‘The Insider’, literalmente ‘Información privilegiada’, era mucho más certero). La impresionante fotografía de Dante Spinotti, con un buen uso del formato 2.35:1, le da a Mann toda la profundidad de campo y todo el detallismo que sus afilados encuadres necesitan. Así mismo, el diseño de producción de Brian Morris establece un adecuado puente entre antiguas películas de denuncia y la que hoy nos ocupa. Estamos ante un cine de factura impecable, al que se le puede reprochar un uso de la música equivocado, pues los temas de Lisa Gerrard y de Pieter Bourke están empleados del modo más manipulador posible en lo emocional, en lugar de reforzar el suspense o la comprensión hacia alguno de los dos personajes protagonistas. Con todo, se trata de una realización ágil y dinámica de Mann, demasiado simple e ingenua en su fondo, y demasiado poco interesante en su forma.

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Conclusión

Demasiado larga y predecible. Demasiado conservadora por cuento nos presenta a otro héroe americano improbable en cualquier otro lugar del mundo. La historia posee, sin embargo, bastante interés y la película se ve sin demasiado esfuerzo y se sigue con vehemencia. No veo aquí ese gran cine que algunos promulgan. Dicho esto, ya pueden los lectores dejar aquí sus peticiones de críticas a la carta.

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