Después de ver 'El libro secreto de Henry' se entiende que Colin Trevorrow fuese despedido de 'Star Wars'

Después de ver 'El libro secreto de Henry' se entiende que Colin Trevorrow fuese despedido de 'Star Wars'

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Después de ver 'El libro secreto de Henry' se entiende que Colin Trevorrow fuese despedido de 'Star Wars'

Quizá si una película como ‘El libro secreto de Henry’ no viniera firmada por el director de ‘Jurassic World’ (2015), la procesión de críticas sobre ella no hubieran sido tan desoladoras. Es más, si su director no hubiera estado asociado a la producción del filme que está destinado a cerrar la trilogía que concluye el arco Skywalker de la saga ‘Star Wars’, podría haber pasado bastante desapercibida. Pero por otra parte, si obviamos la complaciente versión oficial, la razón de la espantada podría encontrarse aquí.

No es que sea precisamente una obra convencional, nada de eso, de hecho, es una película bastante valiente y con un espíritu de crear algo especial encomiable. No es tan habitual ver un drama familiar de estas características, que trata de mezclar ciertos detalles de aventura infantil de tradición spielbergiana, con problemas graves como enfermedades o abuso a menores. Pero las buenas intenciones no son suficientes y el resultado queda en evidencia por sus múltiples inconsistencias.

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Actores infantiles en apogeo

El punto de partida de la película es interesante, con una madre soltera -una Naomi Watts algo pasada de vueltas-, y sus hijos arreglándoselas para sobrevivir día a día. Ambos niños llevan dos vidas marcadas por la ausencia paterna y la capacidad intelectual fuera de lo común del hermano mayor, un Jaeden Lieberher que demuestra por qué es uno de los actores infantiles más reclamados. Su hermano pequeño vive a la sombra del talento de su hermano y sufre acoso escolar.

La actuación del pequeño, el otro gran niño actor de estos años, Jacob Tremblay, no se queda atrás y se convierte en el motor de ternura para los resortes emocionales de la película. La relación de los tres, madre y hermanos, es cómplice, cálida y bien conseguida, y en cuanto al elemento humano, no hay mayores problemas, pero aunque sea un bloque sólido con el que llevar el peso de ‘El libro secreto de Henry’, se desmorona como una pastilla efervescente cuando se pone en contacto con… todo lo demás.

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La trama de abusos podría tener cierto punto, en cuanto está tratada como el cine de suspense, con un punto de ‘La ventana indiscreta’ (The Rear Window, 1954) que aguanta el juego de ping pong con el drama que ello causa durante la mitad de la película. Más o menos hasta que llega el punto de bisagra que supone su radical giro en el segundo acto. Un volantazo tan valiente como salido de la nada, lo que pone en evidencia la lógica de su guion lleno de detalles imposibles de tragar.

'El libro secreto de Henry' tiene un guion imposible

Y es que es a partir de ese momento cuando uno se explica por qué en Disney se podrían haber deshecho de Trevorrow. La película no es capaz de reponerse y va enfangándose más y más en su cúmulo de situaciones vergonzantes, un plan totalmente inverosímil, mal planteado coincidencias que desafían cualquier suspensión de la credibilidad y momentos que pretenden crear la sensación de una secuencia de sucesos increíble, llena de piezas que encajan de forma casi fantástica, fallando estrepitosamente en darle una conexión lógica.

Lo peor es que el contenido del libro del niño que da nombre al producto no solo puede aceptar lecturas tan perturbadoras como los temas que trata la película, sino que al final se revela bastante inútil y carente de toda la magia que parece que se pretende buscar. De nuevo, una resolución del nudo con casualidades en los momentos más determinantes, deja en evidencia las carencias de un guion flojo y enganchado con hilos de algodón de azúcar.

A pesar de la ambición, sus cambios tonales son tan extremos, que acaban siendo efectivos como elemento de intriga, por todas las razones que no son adecuadas. Es decir, uno se pregunta más cómo saldrá Trevorrow del atolladero que en cómo se acaba resolviendo todo por interés real en el argumento. Con todo, hay algo sobre su ramplona visión de las relaciones entre padres e hijos que acaba tocando la fibra, pero el saldo final se acerca a un despropósito que no molesta, pero que muestra claramente la endeble capacidad resolutiva de su responsable.

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