'El Club', siniestra y estremecedora

'El Club', siniestra y estremecedora

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'El Club', siniestra y estremecedora

Hace unos días os comenté mi opinión sobre ‘Taxi Teherán’, una notable película que se coronó como la gran triunfadora de la edición de este año de la Berlinale. La casualidad ha querido que este viernes sea también cuando llegue a los cines españoles ‘El Club’, la aclamada obra de Pablo Larraín que también participó en dicho certamen, llevándose para casa el Oso de plata y gran premio del jurado, por lo que es lógico pensar que no se quedó muy lejos de arrebatar el oso de oro a la cinta de Jafar Panahi.

Por mi parte, habría concedido el máximo galardón al quinto largometraje de Larraín, ya que también se trata de una obra muy atrevida que no duda en ahondar en uno de los secretos más oscuros del cristianismo. Esa apuesta decidida encuentra además el respaldo de un excelente trabajo de puesta en escena que resalta lo siniestro de la situación y también con un gran trabajo de sus protagonistas.

’El Club’, los monstruos ocultos del cristianismo

Imagen de 'El Club'

Todos deberíamos saber ya a estas alturas que la iglesia católica ha sido objeto de varios escándalos por dar protección a varios curas que habían realizado prácticas indecentes, siendo especialmente conocidos algunos casos relacionados con el abuso de menores. Se trata, sin duda, de un tema espinoso que hay que saber abordar para no caer en el sensacionalismo o en excesos dramáticos que desvirtúen tu propuesta, pero Larraín no comete esos errores, sin que ello le suponga tener que pagar peaje alguno para mostrar a los lobos con piel de cordero de ‘El Club’.

Lo primero que llama la atención de la película es su acabado visual, ya que se opta por un toque ligeramente borroso -y en ocasiones algo saturado en lo referente a los colores-, como si una especie de ligera niebla dominase la función en todo momento, consiguiendo así resaltar la inquietante incomodidad por los hechos que van a ir sucediéndose, y también se destaca así el toque ligeramente decadente de todo, ya que casi parece que estamos en un -casi- constante crepúsculo visual que guarda una relación directa con la personalidad de sus protagonistas y con la propia historia –no es casualidad la llegada de un nuevo personaje conocido hasta ahora por haber ido cerrando casas como en las que viven los protagonistas-.

Sin embargo, esto no se traduce en un acercamiento simbólico en el que uno tenga que indagar en los hechos, pues Larraín opta por una claridad contundente, tanto en los hechos, ya de entrada con la forma de dar solución a la llegada de un nuevo miembro a ese tenebroso club, como en los diálogos, donde se opta por un estilo directo -y en ocasiones hasta algo escabroso- que en algunos momentos te deja con la boca abierta. La suma de todo ello da pie a una experiencia estremecedora en la que incluso cuesta asimilar el humor negro, soterrado en la mayoría de ocasiones, del que hace gala Larraín.

Demoledora

Sandokan

Lo que sí tiene ‘El Club’ es un ritmo pausado en el que los golpes de efecto, que los hay –y alguno te deja helado y casi sin saber cómo reaccionar-, son, por regla general, resultado de lo que ido sucediendo con anterioridad, lo cual nos va revelando poco a poco la verdadera naturaleza de unos personajes que están atrapados en una especie de purgatorio, pero que en todo momento buscan excusas para justificar los actos que les llevaron allí.

Eso da pie a que las actuaciones, ya de por sí muy solventes, se eleven aún más en determinadas escenas, aunque el que se lleva la palma probablemente sea Roberto Farías, la víctima del pasado de uno de esos actos pecaminosos que ahora atormenta a nuestros protagonistas. Lo curioso es que Larraín nunca cae en el error de querer darnos un discurso sobre la bajeza moral de esos religiosos –de hecho, nunca llegamos a saber lo que hizo uno de ellos para llevar ya varias décadas en esa casa-, siendo mucho más efectiva y escalofriante su apuesta por mostrarlo todo de una forma que ya resulta demoledora sin necesidad de juicios morales.

Es cierto que es, hasta cierto punto, resultado directo de mostrar la auténtica personalidad de los protagonistas, pero creo que a Larraín se le escapa un poco el incuestionable control del que había hecho gala hasta entonces durante su contundente tramo final. Lo que busca transmitir sí que encaja con lo visto hasta entonces, y además realza la indignación con la que recibes lo que se está contando, pero el camino para llegar al impacto no está del todo atinado. Nada realmente grave, pero merecía la pena señalarlo.

En definitiva, ‘El Club’ es una película que aborda un tema polémico de forma contundente y sin concesiones, encontrando el apoyo de una medida puesta en escena –ojo también a la contraposición entre planos cerrados o muy abiertos según la situación- y un grupo de actores que da lo mejor de sí mismos. Eso sí, se trata también de una obra estremecedora que te hará revolverte incómodo en la butaca. SI queréis ver gran cine esta semana, os la recomiendo, que encima la opción cómoda de entre los próximos estrenos es muy inferior.

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