'El profesor (Detachment)', la soledad compartida

'El profesor (Detachment)', la soledad compartida
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A principios de 1999 nos llegó ‘American History X’ (id, Tony Kaye, 1998), una de las películas mejor consideradas dentro del cine actual o reciente. Su fuerte temática no dejaba indiferente a nadie, aunque el film se ve algo resentido por culpa de la lucha de egos que hubo entre su director y su principal protagonista, el por entonces camaleónico y arrollador Edward Norton, desde aquel entonces famoso por sus continuos desacuerdos y caprichos de estrella, que le ha llevados numerosas veces por el mal camino. Mientras del actor hemos oído hablar durante todos estos años, Kaye vuelve a ser objeto de actualidad con ‘El profesor (Detachment)‘, que llegará a nuestras pantallas el próximo 31 de octubre.

Esta vez el tema a tratar es el de la educación escolar bajo la perspectiva de una profesor muy particular. La figura de esa persona tan importante —o al menos, creo que debería serlo— en una de las etapas más difíciles de todo ser humano, nos ha dado en la historia del cine algunos títulos realmente buenos que ahondan en la relación entre profesor —que bien podría ser visto como un segundo padre/madre— y alumnos. Ahí están los casos de ‘Adiós, Mr. Chips’ (‘Goodbye, Mr. Chips, Sam Wood, 1939) —con Robert Donat alzándose con el Oscar al mejor actor— o ‘El club de los poetas muertos’ (‘Dead Poets Society’, Peter Weir, 1989) como dispares ejemplos. ‘El profesor (Deatchment)’ aporta su cruel granito de arena al grupo.

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(Spoilers) Carl Lund se estrena en el guión cinematográfico con esta película. El libreto recorre todos los lugares comunes dentro de este digamos subgénero. Profesor preocupado por ofrecer una educación mínimamente digna, alumnos rodeados de vagancia, pobreza, grandes problemas familiares y una profunda falta de interés por aprender, profesorado conformista, alumna con talento y complejo de inferioridad, presiones políticas, jóvenes perdidos, y todo ello en un contexto social que invita poco menos que a suicidarse. Tony Kaye lo pone en imágenes con inusitada pericia, con una cámara nerviosa, tambaleante, acorde con el estado de ánimo de sus personajes, abocados todos al abismo.

Adrien Brody, en uno de los mejores papeles de su carrera, da vida a ese profesor algo distinto de los demás y el film se centra sobre todo en su figura, atormentada hasta límites insospechados. Henry Barthes (Brody) no sólo tiene que lidiar son enseñar en un instituto donde todo es un caos y por un tiempo muy limitado ya que es profesor sustituto, también debe enfrentarse a la inminente muerte de su padreabuelo, enfermo de Alzheimer y con un terrible secreto. A ello hay que sumar el hecho de acoger en su casa, debido a un gran sentimiento de protección, a una prostituta que conoce una noche paseando. En ese aspecto ‘El profesor (Detachment)’ no tiene piedad, cuando creemos que no pueden pasar más cosas horribles, Kaye da otra vuelta de tuerca a la crueldad sin dejar apenas un atisbo de esperanza.

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Pero Kaye no manipula vilmente al espectador ofreciéndole un abultado dramón lacrimógeno, sus imágenes nos incomodan por sinceras, por reales, aunque a veces se le vaya un poco la mano en lo estético. Hay planos que recuerdan al mismísimo Stanley Kubrick, sobre todo en esa parte final que muestra al profesorado añorando los tiempos en los que los padres se interesaban por los estudios de sus hijos. Un tramo que termina de subrayar ese aislamiento del título original que lleva a la soledad, a comprobar una vez más y sin ningún lugar para la sorpresa que el mundo es un estercolero en el que estamos completamente solos. Y todo ello comienza por una mala educación.

‘El profesor (Detachment)’ deja hecho polvo después de su visionado, sobre todo si se tiene cierta edad. A veces los jugueteos visuales de Kaye pueden molestar un poco, pero es tan visceral en su propuesta y tan certero en sus dardos que un servidor no puede hacer otra cosa que rendirse ante otra muestra de un director que no se ha prodigado demasiado —muchos no saben que su filmografía posee más películas que las dos que todos conocen— y que no duda en unir sin ningún tipo de rubor el mundo de Edgar Allan Poe al mundo de la docencia, con esa escuela vacía, destrozada y asolada que evoca el hundimiento de la casa Usher, en otros tiempos una lujosa y esplendorosa mansión, siempre brillante y reluciente, como una vez fue la vida en las escuelas.

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