'El retorno del rey', impresionante momento dentro de la mediocridad

'El retorno del rey', impresionante momento dentro de la mediocridad
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Hay películas que por alguna razón que a lo mejor no merece la pena ni siquiera analizar, no acaban de funcionar, no acaban de convencer. Puede ser por un guión demasiado explicativo, por una estructura errónea, por un montaje equivocado, por una ambición desmedida. Esas películas suelen recibir el término de fallidas, que no es lo mismo que malas, o muy malas. Películas que por momento parece que van a empezar a ser realmente buenas, pero que al final provocan un “déjà vu”. Sin duda, bajo mi punto de vista, la oscarizada (una de las que más de la historia de esos premios) ‘El retorno del rey’, es una de esas películas.

Tras una primera parte que sorprendió a propios extraños, ‘La comunidad del anillo’, pues a pesar de sus lagunas y de sus arritmias, sus virtudes podían más que sus defectos (a parte de ser una auténtica hazaña adaptar ese texto tan complejo), Jackson firmó la que por el momento es la mejor película que ha dirigido, de lejos, la impresionante ‘Las dos torres’. Las virtudes de la primera se multiplicaban, y los defectos (que también tiene unos cuantos) se minimizaban. El resultado era, sin lugar a dudas, una de las mejores películas de aventuras de fantasía en muchos años de cine. Esperábamos que todo culminase en una tercera parte apoteósica. Desgraciadamente no fue así.

‘El retorno del rey’ es una película que parece que no empieza nunca. Es, de muy lejos, la peor de las tres, y no comprendo como pudo alzarse nada menos que con once Oscars, relegando a películas infinitamente superiores como la genial ‘Mystic River’. Y la única razón por la que estoy escribiendo sobre ella en estos momentos es una secuencia que a continuación detallaré, y que cada vez que la veo me conmueve, no sé por qué, hasta lo más profundo. Pero hasta entonces, a las dos hora y media largas de película (que se dice pronto), no me convence lo que veo en pantalla. Y prometo que he visto estas película unas cuantas veces, con el ánimo de deshechar quizás algunos prejuicios que pudieron asaltarme al verla en cines. Pero no, la primera impresión se hace cada vez más firme.

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Dos horas y media de cine apresurado, soso y mal armado, incapaz de hacerme sentir el menor interés, pese a que yo lo pongo, con cada nuevo visionado, todo de mi parte. Pero ni el ritmo, ni el tono, ni la atmósfera, son las de ‘Las dos torres’. No sé si es el montaje en paralelo, que mientras en aquella me pareció soberbio aquí me parece torpe y desganado, o un guión demasiado saturado de situaciones y grandes momentos para agilizar una historia que se vuelve pesada. Por mucho que Jackson dijera una y otra vez que esta era “la joya de la corona”, creo que aquí se equivocó hasta el fondo.

Me confieso harto del supuesto gran momento de la batalla por Gondor. Todo lo que en la batalla de la segunda parte era emoción y oscuridad, aquí es obviedad y sosez. Sin embargo, hete aquí que acontece un diálogo bellísimo que le deja a uno alucinado. Es como sigue: las tropas de los malos, los orcos y toda la panda, han cruzado por fin las puertas de la ciudad, y los hombres resisten a duras penas antes de rendirse. La cosa pinta muy mal. Y Pippin piensa que les ha llegado la hora. No me resisto a escribir el diálogo. Dice Pippin: “No creí que el fin fuera a sí”. A lo que pregunta Gandalf: “¿Fin? No, el viaje no concluye aquí. La muerte es sólo un sendero que todos debemos recorrer.”

Los actores están impresionantes. Viven la secuencia de modo extraordinario. Gandalf continúa: “El velo gris de este mundo se levanta y todo se convierte en plateado cristal. Es entonces cuando se ve.” Y Pippin dice: “¿Qué, Gandalf? ¿Qué se ve?”. Y Gandalf responde: “La costa blanca y más allá, la imensa campiña verde, tendida ante un fugaz amanecer”. Es impresionante. En un plano contraplano, preñado de una luz blanca maravillosa, Jackson consigue mucho más que en la muy decepcionante persecución de la araña gigante a Frodo. Es la única vez en toda la película que Jackson y su equipo están a la altura del aliento poético de Tolkien. Dos personas a punto de morir intercambian unas palabras que nos provocan una extraña reminiscencia, como de algo que ya habíamos vivido.

Momentos como este los hay varios en ‘Las dos torres’, pero este es el único momento realmente hermoso en esta fallida película, lo que viene a probar que, al igual que no hay ninguna gran película sin puntos débiles, siempre hay algo que rescatar en otra que no acaba de funcionar. Seguro que el lector tiene alguna película en la memoria que le provoca idénticas sensaciones. Es decir, que se puede rescatar algo aislado, aunque no la totalidad. Y seguro que siente la tentación de conceder a esa película más valor del que sabe que tiene. Es normal, a todos nos gusta mucho el cine.

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