Festival de Cannes 2011: 'La piel que habito', enfermiza obsesión

Festival de Cannes 2011: 'La piel que habito', enfermiza obsesión
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¿Podemos dejarlo para mañana? Es que el tigre me ha dejado hecha polvo.

Vera (Elena Anaya)

Aquí adoran a Pedro Almodóvar. A las ocho y media de la mañana (de ayer) teníamos el pase de su nuevo trabajo, ‘La piel que habito’, y en cuanto ha aparecido su nombre en la gran pantalla, los aplausos y los vítores han resonado con fuerza en el Gran Teatro Lumière. A estas alturas ya he visto casi todas las películas de la sección oficial del Festival de Cannes 2011 y hasta ahora no había presenciado algo semejante. Se derriten con el cineasta manchego, que ha generado mucha expectación con su llegada a la Croisette, acompañado por los protagonistas de ‘La piel que habito’. Solo Antonio Banderas le eclipsó en atención mediática, respondiendo siempre el malagueño con encanto y profesionalidad, sin rastro de divismo alguno, acercándose a la gente que le esperaba para pedir un autógrafo o una foto. Almodóvar dijo que tenía prisa. Debió dejarse la plancha encendida.

Aunque está basada en la novela ‘Tarántula’, la película es totalmente “almodovariana”; el director español se sirve de la obra de Thierry Jonquet para trasladarla a su terreno, para volver a sus personajes y sus temas, incorporando nuevas ideas pero manteniéndose fiel a su estilo. Es un trabajo que al menos superficialmente se desmarca de las historias que suele firmar Almodóvar, al incluir elementos de terror y ciencia-ficción (pudiendo atraer a espectadores que normalmente no tienen interés en su cine), pero ‘La piel que habito’ lleva su firma, es suya y de nadie más, así que sus seguidores no se sentirán decepcionados. Al margen de la codiciada Palma de Oro, que se la puede llevar perfectamente, tengo curiosidad por saber cómo funcionará esta película en taquilla, me parece demasiado siniestra para convertirse en un éxito. Lo que sí deben hacer cuanto antes es montar otro tráiler, con el lamentable teaser que lanzaron para Cannes solo provocarán más temores infundados. Visualmente es impecable, la inspirada música de Alberto Iglesias encaja como un guante y la relación entre los protagonistas es gozosamente inusual y perversa. Se agradece ver algo tan arriesgado.

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El personaje principal sobre el que gira la sorprendente trama de este peculiar thriller de tortuosa venganza (se acuerda uno de Park Chan-wook en algún momento) es un respetado y ambicioso cirujano plástico obsesionado con la idea de crear una nueva piel, resistente a los mosquitos o al fuego (su mujer sufrió graves quemaduras en un accidente de tráfico). La comunidad científica rechaza por cuestiones de ética las investigaciones del doctor Robert Ledgard (interpretado por un convincente Antonio Banderas, posiblemente en su mejor papel hasta la fecha), pero él no piensa detenerse ante nada, llegando a límites insospechados. Años después de la tragedia, Robert consigue a la persona ideal en la que probar sus hallazgos. No os conviene saber más. “Es un intenso drama que a veces se inclina por el noir, a veces por la ciencia-ficción, y otras por el terror”; las palabras de Almodóvar tras acabar el montaje definitivo de su decimoctavo trabajo.

Le faltó añadir que también hay una buena dosis de comedia (a veces bruta, a veces sutil, y algunos se confunden, y se molestan porque no entienden de qué se ríen los demás) y de sexo, dando como resultado un cóctel explosivo, intenso y retorcido, terriblemente enfermizo. Comienza con tibieza ‘La piel que habito’, algo torpe presentando a Robert (las discusiones científicas son tan ingenuas que no te crees ningún diálogo) y de su única paciente/prisionera (Elena Anaya, preciosa pero desafortunada con su composición); es a raíz de la entrada del tigre, y posterior extenso flashback cuando Almodóvar toma por fin las riendas del relato con seguridad y nos sumerge en una espiral de intriga y violencia, regada de contundentes escenas sexuales y destellos humorísticos marca de la casa. Puede que alguno se sienta incómodo con tanto desfase, pero lo que pide esto es liberarse y disfrutar, pase lo que pase en la pantalla.

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A la rueda de prensa, repleta de periodistas (imposible entrar si no eres rosa), acudieron el director y los protagonistas principales de su nuevo trabajo, Antonio Banderas, Elena Anaya, Marisa Paredes, Blanca Suárez y Roberto Álamo. Almodóvar estaba encantado y no dudó en hablar de manera empalagosa de su trayectoria y su nueva película: “Empecé con la comedia pop, pasé por el melodrama… Ahora he llegado al thriller, que hoy por hoy es mi género favorito, reúne las mejores posibilidades para transitar por otros géneros… Porque yo me salto las reglas de los géneros. No se puede rodar hoy un thriller con la inocencia de los años cincuenta. De hecho, para buscar referencias pensé más en el terror, en los primeros trabajos de Fritz Lang, y durante meses estuve tentado de hacer un film a su manera, rodarla en blanco y negro y muda. Pero me di cuenta que no encajaba con la historia”. También reconoció las influencias de ‘Los ojos sin rostro’, que le fascina, y ‘Frankestein’, a lo que añadió que cree que hay algo de Prometeo, cambiando la luz por transgénesis. Por su parte, Banderas agradeció la oportunidad de volver a trabajar con Almodóvar veinte años después de ‘Átame’, aclarando que el suyo ha sido “un trabajo gestualmente económico, de tormento sin gesto, de frialdad, porque Pedro buscaba un horror frío”.

Caviaro en Cannes (II)

Continúo hoy con esta sección donde voy a intentar acercaros un poco más el festival de Cannes, sus lugares, sus normas, sus gentes, su identidad… la experiencia de estar aquí.

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Ingenuo de mí, pensé que podría entrar en la rueda de prensa de ‘Midnight in Paris’, la película que abrió la 64ª edición de Cannes. Tuve que conformarme con seguirla a través de uno de los muchos monitores que hay en el enorme complejo del Palais des Festivals.

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Sí pude entrar en la de ‘The Artist’, una de las películas más afortunadas de la sección oficial. Jean Dujardin se quitó la chaqueta y se puso a firmar autógrafos a todo el que se lo pidió. Conté los asientos para prensa: 150. Y somos más de 4.000 acreditados. Entran los que tienen acreditación rosa y se cierran las puertas. Incomprensible.

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Si estás acreditado, te quedaste fuera de la rueda de prensa y quieres una foto o un autógrafo, puedes quedarte esperando en la puerta del “WiFi Cafe”, una de las dos salas que tenemos reservadas para trabajar. En la imagen, Tilda Swinton, que visitó Cannes por ‘We Need To Talk About Kevin’, también de la sección oficial.

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Por ahí en medio está Brad Pitt, tras la rueda de prensa de la apasionante ‘The Tree of Life’. Si ampliáis mucho la imagen, con uno de esos fantásticos programas de las series policiacas estadounidenses, es posible que veáis la barba del actor. Mucha gente, muchos nervios, y si no llegas una hora antes, es casi imposible conseguir un buen sitio.

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De vez en cuando te encuentras con algún famoso paseando por la Croisette (me he cruzado con Mads Mikkelsen o Henry Hooper) o viendo alguna película. Ahí tenéis a Adrien Brody, intentando pasar desapercibido. Pero con esa nariz es complicado.

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Es posible encontrarse con gente del mundo del cine en los pases de la tarde de la sección “Un Certain Regard”, pues suelen acudir directores y actores para presentar sus películas. Tras la experimental y suicida ‘Arirang’, un emocionado Kim Ki-duk fue aplaudido durante varios minutos (por los pocos que aguantamos hasta el final).

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“Estoy deseando que se acabe el festival”. Es una frase que cada vez empieza a oírse más por aquí. Es agotador. Al menos los que venimos con ilusión y humildad, a ver películas y escribir sobre ellas, aunque se duerma poco o se coma mal. Por segunda noche consecutiva me pasé un rato por la lujosa Terrazza Martini. Por allí también pasan famosos, y puedes ver cortometrajes durante horas. Y ahí me tenéis, plenísimo de energía, protagonista de mi propio “photocall”. Por extraño que os parezca, solo firmé un autógrafo. Sí, bueno, me tomaron por Jake Gyllenhaal, durante unos segundos, pero también cuenta.

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