'Frozen: el reino del hielo', creando magia

'Frozen: el reino del hielo', creando magia
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"No escribiré una crítica de un estreno que pertenezca a uno de los especiales hasta que no le llegue el turno en los mismos". Ese es más o menos el acuerdo al que servidor había llegado consigo mismo y que hasta ahora había cumplido a rajatabla, evitando por ejemplo publicar las críticas de 'Kick-Ass 2: Con un par' ('Kick-Ass 2', Jeff Wadlow, 2013) o 'Thor: El mundo oscuro' ('Thor: The Dark World', Alan Taylor, 2013), ambas pertenecientes al especial de Comic en cine. Y ese era el firme propósito con el que me dirigía al cine para ver 'Frozen: El reino del hielo' ('Frozen', Chris Buck, Jennifer Lee, 2013), completamente dispuesto a no publicar nada sobre la cinta hasta que fuera el momento de cerrar el especial de Disney con la última producción de los estudios. Pero claro, eso era sobre un papel que no contaba con el envite que iba a encontrarse toda vez se apagaran las luces de la sala.

Antes que nada, vaya por delante que, tal y como ya exprese en la entrada correspondiente a la previa de la película, soy de los que opinan que, desde que estrenara en 2008 la espléndida 'Bolt' (id, Chris Williams y Byron Howard), Disney ha vuelto a encontrar, y de qué manera, la voz que perdió momentáneamente con esos desaguisados que fueron 'Zafarrancho en el rancho' ('Home on the Range', Will Finn y John Sanford, 2004) o 'Descubriendo a los Robinsons' ('Meet the Robinsons', Stephen J.Anderson, 2007), siendo buena prueba de ello tanto las cintas que la productora ha ido aireando en los últimos cinco años —y no hace falta que vuelva a enumerar cuáles han sido— como el maravilloso filme que hoy nos ocupa.

Frozen 1

Si hay algo que el paso de los años nunca consigue mitigar es que, a la hora de ver una cinta de animación, lo que servidor siempre va buscando es volver a sentirse como uno de los ruidosos pequeñajos que inundan las proyecciones de "dibujitos". Que un filme consiga eso, que me emocione como si nada supiera de cine y de lo que se esconde detrás de la realización de una producción, que me transporte a una época en la que mi mayor preocupación era a qué jugar cuando volviera a casa es, probablemente, el factor más decisivo para valorar de forma positiva una cinta de animación. Y como podréis imaginar, 'Frozen...' lo consigue, y de qué manera, desde su enérgico arranque hasta su previsible, pero no por ello menos efectiva, conclusión.

Si algo deja claro desde un principio la última apuesta de Disney es su clarísima vocación como musical, entendido éste desde el punto de vista de Broadway, esto es, con canciones que sirven para completar la definición de los personajes y quedan, en última instancia, perfectamente integradas en el devenir de los acontecimientos, no siendo en ningún momento la obligada interrupción a la que han rendido pleitesía muchas —que no todas, cuidado— de las producciones de la compañía desde que los temas vocales formaran parte indeleble de las mismas a partir de 'La sirenita' ('The Little Mermaid', John Musker y Ron Clemens, 1989). Y en este sentido es tan destacable el trabajo que realizan Robert Lopez y Kristen Anderson-Lopez en la elaboración de las canciones —atención especial merecen los duetos, con constantes solapes entre las voces— como el que, en la versión original, llevan a cabo tanto Kristen Bell como una Idina Menzel que pone los pelos de punta en el 'Let it go'.

Frozen 2

Quizás en términos de historia, 'Frozen...' no sea nada del otro mundo, a fin de cuentas no deja de ser el eterno cuento con un par de inesperadas variaciones que sin duda lo hacen más interesante pero que no se alejan de la previsibilidad asociada a las historias Disney. Es no quita, no obstante, para que sea un cuento tan condenadamente bien narrado que en no pocos momentos el que esto suscribe observó con sorpresa como la intriga y algún que otro giro conseguían mantenerlo en tensión o arrancarle alguna exclamación ahogada, algo bastante difícil considerando el bagaje cinematográfico que uno lleva a sus espaldas.

Y si lo logra de la manera que lo hace es por mor de unos personajes que, descritos con cuatro trazos y medio, entran a formar parte por méritos propios en el panteón de lo mejorcito que ha salido de la casa de Mickey. Con mucho donde elegir —los inevitables alivios cómicos son especialmente brillantes, sobre todo ese muñeco de nieve llamado Olaf— si tuviera que elegir a uno sólo me quedaría sin dudarlo con Elsa, esa "villana" completamente atípica a la que el guión de Jennifer Lee dota de una profundidad inusitada convirtiéndola en uno de los mejores personajes que hemos podido ver en un filme de animación en los últimos tiempos.

Frozen 3

Ahora bien, donde 'Frozen...' triunfa sin ningún tipo de paliativos y deja momentos de auténtico genio, es tanto en su narrativa como lo espectacular de su animación. Y si de la segunda destacan los asombrosos diseños de personajes, vestuario —atención a los trajes de Elsa— y escenarios, es en el endiablado ritmo de la primera y en ciertos momentos del metraje donde la cinta le saca varias cabezas a lo que este año se ha podido ver en el cine del género. Y de aquí destacaría, sin dudarlo, un espectacular plano secuencia que acompaña al dueto 'For the first time in forever', lo asombroso de la creación del palacio de Elsa y un clímax que te mantiene agarrado a la butaca sin que puedas hacer nada para evitarlo.

No cabe duda, si hubiera que medirla en comparación con el patinazo de Pixar gracias a la olvidable 'Monstruos University' ('Monsters University', Dan Scanlon, 2013) o el doble desliz de Dreamworks con 'Los Croods: una aventura prehistórica' ('The Croods', Kirk De Micco, Chris Sanders, 2013) y 'Turbo' (id, David Soren, 2013), hay ya una clara vencedora como mejor cinta de animación de este año. Pero lo cierto es que, sin tener en cuenta a sus competidoras, 'Frozen: el reino del hielo' es una película con mayúsculas que deja un sabor tan inigualable como el que, por cierto, también queda después de ver el asombroso "meta-corto" —cuando lo veáis entenderéis el porqué— de Mickey que le precede. Dos maravillas para disfrutar una y otra vez.

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