Hilary Swank de rebajas

Hilary Swank de rebajas
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Hilary Swank, a la que algunos recordamos de ‘El nuevo Karate Kid’ (‘The Next Karate Kid’, Christopher Cain, 1994), ganó dos sendos Oscar a la mejor actriz principal por sus excelentes interpretaciones en ‘Boys Don´t Cry’ (id, Kimberly Pierce, 2000) —buena película un poco sobredimensionada— ,y ‘Million Dollar Baby’ (id, Clint Eastwood, 2004) —una obra maestra de la que hablaremos un año de estos— lo que la convirtió en una actriz de primera línea. Sin embargo, si echamos un vistazo al resto de su filmografía, se cuentan con la mitad de la mitad de los dedos de un mano las películas que se salvan de la quema. Swank tiene un talento innato para elegir productos de dudosa calidad, y la mayoría de ellos entran de lleno en la categoría de los subproductos. De acuerdo que muchos grandes actores a lo largo y ancho de la historia del cine han participado en films de muy baja calidad. Todos necesitamos comer.

Recientemente se han estrenado, con muy poca diferencia, en nuestro país dos de los últimos trabajos de la actriz, ‘La víctima perfecta’ (‘The Resident’, Antti Jokinen, 2011) y ‘Betty Anne Waters’ (‘Conviction’, Tony Goldwyn, 2010), que son un claro ejemplo de lo expuesto. Películas supuestamente más importantes o mejores de lo que realmente son. La primera, un fallido intento de hacer un thriller psicológico, producido además por una mítica casa británica de gran renombre en los 60; y la segunda, un drama judicial sobre la superación personal, basado además en hechos reales por aquello de colgarse la etiqueta de película seria. ¿Qué le sucede a esta actriz, que tiene un don especial para meterse en proyectos que prácticamente se olvidan antes de su estreno? Misterios del celuloide.

‘La víctima perfecta’

La mítica productora Hammer —entre los años 30 y los 60, poseedora de una envidiable producción fantástica que marcó una época e influyó poderosamente en el cine de terror moderno— pretende regresar al campo de la producción cinematográfica, tal vez con la intención de reverdecer viejos laureles. Se estrenó, en esta su nueva etapa, con la maja ‘Déjame entrar (Let Me In)’ (‘Let Me In’, Matt Reeves, 2010) y ahora nos llega ‘The Resident’ —algo así como el residente, huésped o vecino—, titulada aquí de forma mucho más impactante, y como casi siempre, no mejor. En ella, una mujer se muda a un nuevo apartamento debido a un fracaso amoroso. Mientras intenta recuperarse, divide su tiempo entre su atareado trabajo y conocer a su casero, un hombre tan interesante como inquietante. O eso es lo que debía poner el guión en algún sitio.

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No logro entender las intenciones de los productores, entre los que se encuentra la propia Swank, de llevar a cabo un film de semejantes características. ¿Qué es ‘La víctima perfecta’? Sólo se me ocurre que sea un chiste, un ejercicio de metalingüismo con el espectador, el verdadero sufridor de este film, y no su protagonista central. Bromas a parte, el trabajo del finlandés Antti Jokinen no se decanta por ningún género en concreto. Como thriller es risible; como relato de terror, inexistente; como drama psicológico, de novato. Jokinen sigue todas las reglas y tópicos de este tipo de historias, sin que la originalidad asome ni en su puesta en escena. Todas las historias han sido contadas, de acuerdo, pero al menos aportar algo de interés a la trama, o no rubricar una película de forma tan plana.

Hilary Swank se pasea por el film con su habitual destreza y buen hacer, aunque eso no llegue ni de lejos para salvar el film. Jeffrey Dean Morgan no pasará a la historia como un buen psicópata, y la presencia de Christopher Lee es poco menos que un insulto. Su breve aparición no es más que un guiño cinéfilo de y para nostálgicos, lo cual no habría estado nada mal si al menos su personaje valiese para algo más. Que una de las figuras centrales de la Hammer termine siendo utilizado de esta forma es la principal decepción de una película que agota absolutamente todas sus posibilidades cuando a la media hora introducen un rebobinado/flashback que explica lo que se prevé desde los primeros minutos. A mi juicio, un error bastante gordo, que elimina posibles toques de misterio en la historia. El suspense ya sería otra cosa, palabras mayores.

‘Betty Anne Waters’

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‘Conviction’ se ha traducido aquí como ‘Betty Anne Waters’. Imagino que debido a su argumento, los queridos distribuidores españoles se pensaron que podían estar ante una nueva ‘Erin Brockovich’ (id, Steven Soderbergh, 2000). La ganadora de dos Oscars, también productora del evento, dando vida a una mujer con el mismo tesón que el personaje de Julia Roberts en el film citado. La historia también está basada en unos dramáticos —cuanto más dramáticos, mejor, así sufre más el público— hechos reales. Narran la historia de Waters (Hilary Swank) que se hizo abogada para poder demostrar la inocencia de su hermano (Sam Rockwell), condenado a cadena perpetua por un asesinato que no cometió. Durante 18 años sólo se concentró en eso, sacrificando media vida y un montón de sueños.

Está bien saber que en este mundo tan perdido existe gente como Betty Anne Waters, capaces de enfrentarse al podrido sistema y luchar por sus convicciones. Pero la película, al igual que la anteriormente comentada, sigue todos los tópicos habidos y por haber en un drama judicial sin apartarse ni un milímetro del camino marcado. Por supuesto tenemos una entregada labor del elenco de actores. Swank con su habitual cara de sufridora, aunque tiene tan asimilado este tipo de papeles que su interpretación parece mecánica, programada, dando como resultado algo de frialdad. Sam Rockwell interpreta a su hermano, y ha sido de las pocas veces que este actor no me ha puesto nervioso. Hay en su personaje cierta mirada melancólica, apartada del histrionismo habitual del actor, que consigue controlarse y realizar un emotivo papel. Melissa Leo sigue demostrando que actualmente es una de las mejores actrices haciendo personajes odiosos.

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Lamentablemente tras las cámaras está el impersonal Tony Goldwyn, que es más conocido por su trabajo como actor —para identificarlo, el amigo cabrón de Demi Moore en la infesta ‘Ghost’ (id, Jerry Zucker, 1990)—, pero que en ‘Betty Anne Waters’ no es capaz de evitar que la película tenga una factura televisiva. Puesta en escena totalmente funcional, o cómoda, que pone en imágenes una historia por otro lado demasiado previsible, y sobre la que navega continuamente la sensación de déjà vu. Curiosamente, el film es más interesante cuando el personaje del hermano sale en pantalla que cuando vemos a Waters desvivirse por demostrar la inocencia del mismo. Es quizá por eso que el plano del cierre del film, quizá el único en el que Goldwyn se muestra inspirado, es el más bello de la película. La mirada de Rockwell lo dice todo, las palabras sobran, y el nuevo día trae una nueva vida.

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