'La invención de Hugo', la fábrica de los sueños

'La invención de Hugo', la fábrica de los sueños

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'La invención de Hugo', la fábrica de los sueños

Estoy convencido de que la práctica totalidad de los lectores de esta página sienten una gran pasión por el séptimo arte. Puede que no pase por su mejor etapa y que cada vez abunden más producciones manufacturadas que ni siquiera consiguen satisfacer el mínimo exigible de servir como entretenimiento, pero siempre tendremos la fe de encontrar de vez en cuanto una película que nos remueva por dentro, recordándonos los motivos que nos llevaron a amar el cine. Resulta curioso que hayan coincidido en el tiempo dos propuestas en las que este sentimiento resulta esencial para entender su mera existencia. La primera de ellas es ‘The Artist’, la cual ya todos habéis tenido la ocasión de ver, y la segunda es ‘La invención de Hugo’, que al fin estrena este viernes en los cines de toda España.

Por su parte, hay unos cuantos cinéfilos que no están demasiado convencidos con el rumbo que lleva la carrera de Martin Scorsese en los últimos tiempos, en especial porque echan de menos esa fuerza característica de sus primeras obras, algo que es cierto que ha ido desapareciendo con el paso del tiempo. Sin embargo, esta alusión me recuerda mucho a esa afirmación que decía que la peor película de un autor siempre estará por encima de la mejor de alguien que no lo es, ya que parece que sea la única excusa para relativizar los logros de sus cintas posteriores a ‘Casino’. Lo cierto es que su carrera no ha mostrado el más mínimo síntoma de agotamiento, demostrando una gran capacidad para oscilar entre propuestas con un mayor clasicismo formal (‘El aviador’) y otras donde la modernidad (‘Infiltrados’) se apropiaba de un género al que él se había acercado de forma más sosegada en el pasado. Además, resultaba poco probable la idea de que ‘La invención de Hugo’ pudiera ser ese traspiés, pero ¿hasta qué punto nos encontramos ante otra buena película de Scorsese o algo más?

Asa Butterfield y Chloe Grace Moretz, los niños protagonistas.

En ‘La invención de Hugo’ cohabitan dos películas: Comienza como una fábula infantil en la que un huérfano se agarra a una última esperanza para no dejar atrás la memoria de su padre. Aquí estamos ante una trama que, sobre el papel, no se diferencia en demasía en el fondo de la que cuenta ‘Tan fuerte, tan cerca’, otra de las nominadas a mejor película en los Oscar, ya que aquí el niño busca desesperadamente una llave para lograr que el autómata que le dejó su padre funciona, mientras que allí es la llave lo que tiene el chaval, pero debe encontrar lo que abre. Caminos paralelos que en la forma demuestran lo mucho que una película es esclava de cómo se cuenta el relato: En la última cinta de Daldry, el protagonista infantil resulta repelente y el tono que se imprime a la historia roza lo vergonzoso en su intento de aprovechar el trauma del 11 de septiembre de 2001 con fines lacrimógenos, mientras que en la película que nos ocupa, la ausencia del padre funciona a modo de sencillo recordatorio de la felicidad pasada, no para restregar la tristeza actual.

Scorsese no quiere forzar el llanto del espectador, sino que esta primera historia es un señuelo de lo que está por llegar, pero ojo, no te deja con la sensación de ser una estafa para llegar a lo realmente importante. Aquí, la infatigable búsqueda infantil está perfectamente relacionada con lo que le sigue, formando un perfecto complemento en el que la necesidad de superar traumas pasados se supedita a un canto de amor al séptimo arte (de lo cual se hablado mucho cuando es mejor descubrirlo por uno mismo al verla). Al respecto se debe decir que John Logan, guionista de ‘La invención de Hugo’, ha acertado de pleno a la hora de adaptar la novela de Brian Selznick, ya que ha naturalizado más la relación entre los dos protagonistas infantiles, ya que la desconfianza del original literario, aunque más realista, hubiese afectado sobremanera a la empatía emocional por parte del espectador. Sí, el joven Hugo Cabret está pasando por una situación penosa, pero eso es algo que el espectador descubre sólo con ver dónde vive y qué tiene que hacer para alimentarse, pero su transformación posterior está mejor lograda en la película, donde el idealismo de Hugo se superpone a cualquier otro elemento. En el libro no se logra la misma naturalidad en el cambio, que es lo que, a fin de cuentas, realmente importa.

Hugo y el juguetero

No es mi intención hacer una comparación pormenorizada con el agradable original literario, pero sí hay que matizar que la película está varios niveles por encima. ¿Los motivos? Logan sabe ser fiel a la esencia literaria, llegando a contar con varias escenas que prácticamente están calcadas de la novela, pero no le ha temblado la mano a la hora de potenciar personajes secundarios (el inspector de la estación apenas tiene relevancia en el libro) y crear o eliminar otros. Todo ello con dos objetivos claros: Potenciar la necesidad de ellos de superar un trauma, pero haciéndolo de forma elegante, casi mágica. Es aquí donde surge la debilidad potencial de ‘La invención de Hugo’, ya que son varias las personas que acusan a la película de aburrida, siendo esto resultado del hecho innegable de que estamos ante una obra que podría calificarse de bonita, es decir, elaborada para hacer sentir bien al espectador. ¿Qué hay de cierto en ello? Todo y nada, ya que, como cualquier otra, ‘La invención de Hugo’ demanda la conexión emocional del espectador con unos protagonistas quizá demasiado idealizados, pero que, a nivel de guión, funcionan como un perfecto mecanismo de relojería.

Si hay algo que pueda fallar del guión es la posibilidad de sentir que la magia que desprende la película está forzada, demasiado prediseñada en su guión para atrapar el corazón del espectador común, pero es aquí donde aparece Scorsese para relativizar este hecho: Decir que ‘La invención de Hugo’ roza la perfección a nivel técnico sería quedarse cortos, porque estamos ante una obra en la que no falla nada a ese nivel. Empezando por el excelente uso de la banda sonora de Howard Shore para llevar un poco más allá el tono a mitad de camino entre lo mágico, lo melancólico y lo singular, o la titánica reconstrucción del París de la época, pero todo ello puesto al servicio de un Scorsese que controla a la perfección el tempo de la historia, a la vez que no deja que los millones invertidos acaben comiéndose la vertiente sentimental e la historia.

Hugo y el librero

Hablar de virtuosismo tras las cámaras podría sonar desacertado al estar asociado a un protagonismo total de la puesta en escena, pero es que Scorsese sabe serlo a través de la dosificación: ‘La invención de Hugo’ comienza y acaba en forma de travelling. El primero para situarnos en la estación donde vive el protagonista y el segundo para mostrar la situación actual de todos los personajes que nos han ido presentando. El manejo de la cámara en ambas escenas no tiene que envidiar nada al de cualquier muestra de maestría formal, pero Scorsese es consciente de que esta película debe funcionar por lo que cuenta, así que su genio va apareciendo aquí y allá (sólo diré una cosa: hojas sobrevolando en una habitación), siempre sabiendo aprovechar la habitualmente cansina tecnología del 3D para deslumbrar al espectador sin distraerte de lo importante. Scorsese demuestra al mismo tiempo humildad y lo gran director que es.

El apartado interpretativo también sobresale con fuerza, empezando por ese gran cierto de casting que es el (por ahora) poco conocido Asa Butterfield como un Hugo capaz de transmitir determinación a través de su voz, mientras que sus ojos evidencian esa debilidad interior que está padeciendo. Por su parte, Chloë Grace Moretz sabe dejar atrás a la invencible Hit-Girl de ‘Kick Ass’ para ser una convincente joven con un ansia de aventura que va a verse saciada por la necesidad de Hugo de hacer funcionar al misterioso autómata. Además, ambos introducen con brillantez la fascinación inicial ante el descubrimiento del medio cinematográfico, algo que Selznick no acertaba a hacer antes de dar paso a la segunda mitad del libro. Este hecho es decisivo para fortalecer los lazos entre ambos sin caer en errores habituales como querer resaltar un posible interés amoroso, algo que hubiese jugado muy en contra de la película.

Sacha Baron Cohen da vida al inspector de la estación

Los intérpretes adultos también realizan su trabajo con suma eficacia. Desde un fugaz Jude Law, como el padre de Hugo, hasta un estupendo Ben Kingsley, que da vida a un juguetero con el que el protagonista tiene varios problemas, pasando por Christopher Lee y su rol como transmisor de sabiduría, pero quiero pararme un momento a destacar el trabajo de Sacha Baron Cohen. ¿El motivo? Juega con uno de los personajes más problemáticos, ya que es al mismo tiempo un alivio cómico y el único personaje con una orientación claramente negativa (si atrapase a Hugo, lo enviaría en un abrir y cerrar de ojos a un orfanato), siendo la práctica totalidad de ello una creación del guionista. Algunos temerán que el protagonista de ‘Borat’ contagie a ‘La invención de Hugo’ con el tipo de humor que le lanzó a la fama, pero no temáis, ya que no es el caso. Y es que el inspector de la estación es otro personaje herido (de forma explícita en este caso) incapaz de superar su trauma e intentar iniciar un romance con la florista del lugar (aquí sí hay que decir que ese personaje, interpretado por Emily Mortimer, no está del todo bien perfilado). El reto de transmitir al mismo tiempo fragilidad, patetismo cómico y autoridad es salvado con éxito por un Sacha Baron Cohen que debería haber sido nominado al Oscar por un papel mucho más complicado de lo que aparenta.

En definitiva, ‘La invención de Hugo’ es una película estupenda, pero algunos pequeños detalles impiden que podamos hablar de una obra maestra. Scorsese consigue combinar con maestría la fábula infantil con una preciosa declaración de amor al cine, contando para ello con un apartado técnico que roza la perfección. Además, la utilización del siempre problemático 3D resulta acertada (aunque no genial) y permite que varios momentos brillen con luz propia. Todo ello coronado por un reparto que da lo mejor de sí mismo (espero que Asa Butterfield no acabe formando parte de la larga lista de niños actores que se acaban echando a perder) y una preciosa y efectiva banda sonora que pone la guinda final. Hay que verla, y a poder ser en una sala de cine, para así volver a ser conscientes de la grandeza que puede tener ese simple hecho.

4,5

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