La soledad del cine español

La soledad del cine español
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Jaime Rosales es la última prueba de lo caraduras que somos en nuestro cine. El muy listo ha conseguido engañar a los miembros de nuestra queridísima Academia para que éstos le galardonaran con cuatro tres (menos mal) premios Goya por 'La Soledad', la cual puede ser considerada casi como una memez (ahora podría dar nombres aquí de muchos profesionales del sector que opinan lo mismo, o cosas peores, pero no es cuestión de meter cizaña). El señorito Rosales además se ríe de los pocos espectadores que han ido a ver su película (y digo pocos porque 'La Soledad', por mucho que haya triunfado en la noche de los Oscars españoles, no se le puede considerar un éxito, pero ni de lejos), a los que poco menos que les trata como idiotas sin cultura.

El tío dice que ha inventado la polivisión y se queda tan ancho. Claro, será porque Richard Fleischer no hizo lo mismo hace 40 años en 'El Estrangulador de Boston' y con mucho más sentido. No se trata en este caso de filmar acciones paralelas partiendo la pantalla (como por ejemplo pueden hacer en la serie de televisión '24'), no, se trata de filmar la misma acción desde varios puntos de vista. Sí, eso es lo que hacía Fleischer, pero Rosales hace otra cosa: se rasca la barriga, mientras no nos cuenta absolutamente nada durante dos horas largas. Y ojo, que la película no me parece un bodrio, pero que haya sobresalido en la última gala de los Goya por encima de films como 'Siete Mesas de Billar Francés' o 'El Orfanato', tiene delito.

'La Soledad' narra varias historias entrelazadas por un mismo personaje, el de Adela, una mujer separada que, con su hijo pequeño se marcha a Madrid a intentar tener mejor vida. Allí compartirá piso con dos simpáticos jóvenes, Carlos e Inés, con los que compartirá muchas cosas además del piso (sí, charlas profundas y misteriosas que se tienen mientras se juega al parchís o se plancha la ropa). Inés pertenece a una familia en la que la madre tiene un pequeño supermercado, y disfruta de su "apacible" vida en compañía de su novio Manolo. Entre sus hijas ocurre de todo, a una le diagnostican un cáncer, la otra quiere con todas sus fuerzas un piso nuevo, y la otra al igual que el director del film, se rasca la barriga.

Lo más interesante de la película pasa en su tercio final, y claro, no lo vamos a desvelar. Mientras eso no llega asistimos a una soporífera narración en la que Rosales se recrea filmando un campo lleno de vacas, una cocina vacía, un pasillo vació, una ventana, otro pasillo, otra ventana, una calle, el cielo... Y lo más curioso de todo es que el asunto éste de la polivisón lo utiliza cuando le viene en gana, sin ningún tipo de rigor ni aprovechándolo narrativamente. Por otro lado, Rosales se olvida de lo que es la progresión dramática, y los personajes no sufren ninguna evolución, por mucho hecho dramático que acontezca. Al final, a pesar de los cambios, estamos igual que al principio. Y eso que la parte actoral es indudablemente lo mejor del film, precisamente por haber utilizado no sólo actores desconocidos para el gran público (ése que no ha ido a ver la película), si no además porque son buenos actores, respiran autenticidad y eso ya es algo. Probablemente el más cinematográfico de todos, por decirlo de alguna manera, es precisamente el que se ha llevado el Goya al mejor actor revelación: José Luis Torrijo, que interpreta a la ex-pareja de Adela, y demuestra tener algo de nervio escénico. El resto del reparto cumple con creces y consiguen algo extraño en nuestro queridísimo Cine: no caer como una patada en los... ese sitio que estáis pensando.

'La Soledad' es una película floja, larga y aburrida. Arriesgada si se quiere decir, pero un riesgo de poca altura. No funciona ni como drama ni como nada. Eso sí, toca las narices bastante, no sólo por su estúpida puesta en escena que encima le ahorra trabajo al montador, sino porque además se ha pretendido hacer con esto un nuevo tipo de cine dentro de nuestras fronteras. Pues vamos bien, ahora el cine español empezará a estar más solo que nunca. Si ya tenía no pocos detractores, ahora, con ofertas como ésta, algunos no le volverán a conceder ni la más mínima oportunidad. Por cierto, que alguien le enseñe a este señor a acercar la cámara a los personajes para que nos podamos enterar de lo que dicen los mismos. Al parecer lo ha vuelto a hacer en su nueva película, y con la excusa de que así el espectador pondrá atención ya que no sabemos escuchar. Pues nada hombre, que nos pongan las butacas fuera del cine para que nos concentremos al máximo.

En Blogdecine:

Actualización: dejándome llevar por mi entusiasmo, no he caído en que efectivamente Rosales no ha inventado nada de nada (algunos medios decían que sí lo había dicho). Muy acertadamente me han llamado la atención, y así pues rectifico. Eso sí, no le sube puntos a la película. Ni de coña, vamos.

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