'Legión', el bodrio del año

'Legión', el bodrio del año
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Todo se puede empeorar. Una conclusión a la que uno vuelve a llegar inevitablemente tras haber tenido la mala fortuna de ver ‘Legión’, una película estadounidense que llega a los cines españoles el próximo viernes. El cartel, que seguro que ya habréis visto por ahí, nos habla de un ángel y el apocalipsis; muestra a Paul Bettanny mirando al horizonte mientras aprieta sus entrenados abdominales, con alas en su espalda y armas en sus manos (un cuchillo y una ametralladora). Una grotesca imagen que el propio actor declaró que le estaba provocando pesadillas, que sentía vergüenza cada vez que paseaba por la calle y se daba cuenta que sus hijos habían visto el póster. No es para menos, pero también debería sentirse abochornado el hombre por haber protagonizado una de las peores películas de los últimos años.

Peter Schink y Scott Stewart, que además debuta como director, son los autores de un delirante guión que nos traslada a un futuro cercano en el que Dios se ha cansado de la raza humana y ha decidido enviar a su legión de ángeles (de ahí el título) para eliminarla. Sin embargo, claro está, porque si no se acabaría la película a los dos minutos, uno de esos ángeles se rebela y decide proteger a la humanidad a toda costa. La batalla se librará en una vieja cafetería situada en ninguna parte y llamada “Paradise Falls” (“La caída del paraíso”). Suena a broma, pero no lo es.

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De hecho, toda la película es como una gran broma sin ninguna gracia, como una parodia de las películas de acción, terror, western y trama post-apocalíptica, todo junto, todo pésimamente mezclado. Lo único que resulta interesante es que un grupo de personajes heterogéneos que apenas se conocen quedan casualmente atrapados en un lugar en medio del desierto, sabiendo que está pasando algo extraño fuera, pero no qué exactamente. Este punto de partida, mal expuesto en el film, y peor desarrollado, puede dar la impresión de que la película se parece a recién terminada ‘Lost’, pero lo único que tienen en común es que uno de los ángeles malvados, a quien podríamos calificar de “el enemigo final”, está interpretado por Kevin Durand, Martin Keamy en la citada serie.

No hay en ‘Legión’ ningún atisbo de tensión, suspense, imaginación o emoción, y desde el principio queda claro que más que un thriller fantástico con personajes, esto va de clichés andantes que tienen que disparar a todo lo que se mueva, así que tampoco se parece esto ni remotamente a ‘La niebla’ (Frank Darabont, 2007), más allá de que hay gente dentro de un local rodeado por cosas extrañas que quieren entrar y matar. Si se parece a algo es a ‘El libro de Eli’ (Hughes Brothers, 2010), por tocar la religión y por ese aroma a western, pero incluso ésta tiene algunos momentos interesantes, aunque todo acabara siendo un desastre por culpa de sus incompetentes realizadores; en ‘Legión’ es que no hay nada que salvar.

Empezando por los protagonistas, no hay ni uno que valga la pena; tanto los anodinos humanos que se quedan atrapados en la cafetería, como el ridículo superhéroe armado hasta los dientes que encarna Bettany, cuyo papel (el arcángel Miguel) es simplemente el de tipo duro que dispara sin perder nunca su expresión chulesca, serio e intratable desde el primero hasta el último minuto. Los demás personajes son el cansado dueño del bar (Dennis Quaid, que parece que ya acepta lo que sea), su hijo que no vale para nada (Lucas Black, realmente insufrible), el bonachón cocinero (Charles S. Dutton), la camarera, que está embarazada y tontea con el hijo del dueño (Adrianne Palicki, preocupada sólo en posar), un tipo con pistola que no ha disparado en su vida (Tyrese Gibson, haciendo de “clásico negro malhablado y fácilmente mosqueable”) y un matrimonio típico (Kate Walsh y Jon Tenney) con su típica hija adolescente problemática (Willa Holland).

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Claro que los “malos” no son mucho mejores. Aparte del arcángel Gabriel (Durand), que es más o menos como Miguel sólo que más grande, más bestia y más tonto, un enemigo flojísimo sin encanto alguno, tenemos a un numeroso ejército de humanos poseídos que primero actúan con normalidad y luego chillan, les crecen la boca y las extremidades, y todos los dientes se les convierten en colmillos (el colmo es cuando una viejecilla empieza a corretear por el techo, una escena tan bochornosa que es imposible no partirse de risa); meros monigotes feos que van muriendo con facilidad esperando la llegada de Gabriel.

Con dos bandos tan mediocres, escenas de acción filmadas con la habitual torpeza de la mayoría de películas actuales (ya sabéis, diez planos por segundo) y un guión lamentable (¿qué sentido hay en el plan divino?) lleno de tópicos y diálogos vergonzosos, es imposible seguir con interés esta nefasta guerra entre hombres y ángeles, el centro de una memez que dura 100 minutos, una absoluta pérdida de tiempo. Quedáis avisados.

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