'Los últimos días', náufragos del futuro

'Los últimos días', náufragos del futuro
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Tal como está el panorama, resulta esperanzador que una película como 'Los últimos días' (Álex y David Pastor, 2013) esté ahí fuera, compitiendo en las carteleras con los todopoderosas producciones norteamericanas. Tanto por disputar los puestos altos de la taquilla con títulos como 'G.I. Joe: La venganza' ('G.I. Joe: Retaliation', Jon Chu, 2013) o 'The Host: La huésped' ('The Host', Andrew Niccol, 2013) como por su inusual propuesta dentro de nuestra cinematografía. No todos los días tenemos la oportunidad de ir al cine a ver una ambiciosa aventura de género fantástico producida en España.

Por eso, me habría encantado defender este segundo largometraje de los hermanos Pastor, pero ha sido una de las mayores decepciones que me he llevado últimamente en una sala de cine. Su elaborado envoltorio esconde un entretenimiento fallido, un drama inverosímil y un espectáculo sin impacto, un producto que sabe a prefabricado, sin esa emoción humana que intenta revindicar. Podría matizar sus defectos y magnificar sus virtudes, pero no lo haré por dos motivos: primero, sería injusto para los trabajos verdaderamente valiosos, y segundo, no deseo generar desconfianza en los posibles espectadores (ese pensamiento tan común de "la ponen bien porque es española"). 'Los últimos días' es un tropiezo concreto que no debe salpicar al género ni al cine nacional.

Quim Gutierrez en Los Últimos Días

Tras debutar con una producción estadounidense, la efectiva 'Infectados' ('Carriers', 2009), Álex y David Pastor pudieron filmar su segunda película en España con un presupuesto de 5 millones de euros y actores tan conocidos como Quim Gutiérrez, José Coronado y Marta Etura. Era una ocasión inmejorable para confirmar el talento de estos hermanos y volver a demostrar una vez más que los profesionales de este país pueden suplir con ingenio lo que en otro sitio resuelven con montones de millones de dólares. Sin embargo, viendo 'Los últimos días' tuve la sensación de que los cineastas perdieron la perspectiva y se conformaron con una prometedora premisa, con potencial comercial, sin llegar a profundizar en ella y explorar sus posibilidades.

Nuestro propio apocalipsis

Como ya hicieran en su ópera prima, los hermanos Pastor recurren a la excusa de una potente y misteriosa epidemia que ha devastado el planeta. Pero esta vez --y se supone que ahí reside parte del atractivo del film-- la historia transcurre en España, más concretamente en una Barcelona post-apocalíptica. No obstante, más allá del idioma, los nombres y las retocadas postales de la ciudad, 'Los últimos días' podría haber tenido lugar en cualquier otra parte. Los personajes centrales son Marc (Gutiérrez) y Enrique (Coronado), que a pesar de sus diferencias se ven obligados a hacerse compañía al más puro estilo "buddy movie" para poder cumplir con sus respectivas misiones: Marc busca a su novia, Julia (Etura), mientras que Enrique... bueno, ya lo descubriréis --es un objetivo tan forzado que creo que no lo adivinaréis nunca (y no, no es comprar yogures)--.

José Coronado en Los Últimos Días

La trama principal, Marc y Enrique avanzando cansina y repetitivamente por las entrañas de una ciudad abandonada y condenada, se ve interrumpida por una serie de flashbacks que aportan información sobre los personajes --habría quedado mejor en conversaciones durante el viaje-- y aclaran qué ocurrió antes de la catástrofe. Los síntomas de la enfermedad. Que podría haber sido cualquier cosa, es lo de menos, y a los Pastor les parece buena idea la agorafobia colectiva. La gente tiene miedo a salir a la calle. Como concepto no está mal; en pantalla resulta ridículo. Cuentan los realizadores que el proyecto surgió mientras montaban 'Infectados' en Nueva York. Al mirar por la ventana vieron edificios que les parecieron islas, llenas de gente concentrada en sus respectivas pantallas. Así se les ocurrió tratar la pérdida de humanidad que conlleva el progreso.

Pánico increíble

Y la idea es interesante. No es un tema precisamente nuevo pero es algo que sigue preocupando y sobre lo que todos hemos reflexionado alguna vez. Cada vez es menos raro ver a personas (incluso en pareja) prestando más atención al teléfono móvil que a lo que les rodea. Y muchos de nosotros nos hemos llevado horas y horas enchufados a un videojuego. Pero en algún momento necesitas salir a la calle. Y las redes sociales son entretenidas pero no sustituyen una (auténtica) reunión de amigos. La comodidad y los miedos cotidianos tienen un límite. Ahí falla la propuesta de los Pastor, nunca hacen creíble la amenaza que representa el exterior (que en el caso de Marc parece ser también pánico al compromiso). En el interior de los túneles y las viviendas hay otros peligros, como la desesperación por la supervivencia, pero no se saca partido, hay un par de escenas donde lo que importa es la acción más convencional, sin que se sienta verdadero riesgo.

En general, uno percibe que los Pastor se preocuparon más por los aspectos técnicos y la arriesgada planificación de determinadas secuencias que por la narración, plagada de lugares comunes, diálogos impostados y obvias referencias cinematográficas --los directores pretenden parecerse a Spielberg y Shyamalan, además de reciclar imágenes que recuerdan a las adaptaciones de 'Soy leyenda' y 'La carretera'--. Tampoco reciben mucha ayuda del reparto, ni siquiera Coronado consigue hacer creíble sus escenas. Todo se siente artificial, dispuesto fríamente para intentar provocar situaciones emocionantes, subrayadas por una agotadora música de Fernando Velázquez. La valentía, la intención y el esfuerzo merecen aplausos, pero no el resultado final, que no es más que un torpe sucedáneo del cine palomitero que realizan con más medios en Estados Unidos.

1,5 estrellas

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