'Mataharis', qué duro es ser espía

'Mataharis', qué duro es ser espía
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A lo largo de la historia el cine nos ha contado muchos relatos de espías. En todos ellos, el protagonista no podía tener una vida normal como una persona corriente debido a su trabajo. Lo vimos en las películas de James Bond, probablemente las más fantasiosas al respecto, y todos los sucedáneos que de ahí salieron, y también lo hemos visto en films más realistas, donde el espía no es ningún superhéroe con un coche que dispara misiles, o artefactos mil que sacaban a nuestro protagonista del más peligroso apuro. Si el espía resultaba ser una mujer, todos los hombres perdían la cabeza por ella, la cual no podía permitirse el lujo de ser normal y vivir como los demás.

Ahora llega Icíar Bollaín y le da la vuelta a la tortilla, contándonos una historia sobre mujeres detective, mujeres normales y corrientes de a pie, que podrían ser nuestras vecinas, y que irónicamente el trabajo les afecta en su vida privada de una u otra manera. La directora no pretende en ningún momento fantasear sobre la profesión, ni ofrecernos un relato de aventuras al más puro estilo Ian Fleming, sino todo lo contrario. El trabajo de espía, por así llamarlo, es una excusa para hablar de varios personajes, sobre todo femeninos, y sus problemas personales.

A pesar de que un servidor no disfrutó nada con la fallida 'Hola, ¿estás sola?' o con la maniquea 'Te Doy mis Ojos' (no he visto 'Flores del Otro Mundo'), aquí me ha pasado todo lo contrario afortunadamente. No voy a decir que me he puesto a dar saltos de alegría por estar ante una película maravillosa, pero desde luego ha sido una muy grata sorpresa, a pesar de algunos evidentes errores en el film, como todo lo relacionado a la puesta en escena, donde a Bollaín se le han olvidado algunas cosillas algo elementales, aunque si nos ponemos quisquillosos ninguna película en la historia del cine se salvaría si la juzgamos desde ese punto de vista. El Cine está lleno de fallos de ráccord o cosas por el estilo. Evidentemente si esos errores influyen en la trama de forma poderosa, pues entonces la cosa cambia, pero éste no es el caso. Incluso podríamos decir que la austera puesta en escena de Bollaín va acorde con las personalidades y estados de ánimo de sus protagonistas principales.

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En una película de estas características, es evidente que los casos que los personajes resuelven no son demasiado importantes para lo que la directora quiere contar. Y ahí radica el único problema del film, y es que todo es como muy fácil de resolver. Tal vez el cine nos ha acostumbrado demasiado a que en este tipo de films los casos son enormemente complicados y tienen cien mil giros de guión sorprendentes, y tal vez Bollaín haya querido explicar que en la vida real las cosas no son tan complicadas, pero esto no es la vida real, esto es cine, y un poco más de chicha en ese tema no hubiera venido mal.

Ahora bien, del resto ni la más mínima queja por mi parte. Las actrices principales están muy bien, y María Vázquez incluso parece un clon de la directora, como si fuera su alter ego. A su lado, como compañeras de trabajo, Najwa Nimri, que para no desentonar del resto de mujeres espía de la historia del cine, voy a perder yo la cabeza por ella; y Nuria González, mejor actriz de lo que parece, con el personaje más desencantado con unos detalles de guión muy interesantes, como la silenciosa relación con su marido donde le habla a las plantas en lugar de a él. En el apartado masculino pues Tristán Ulloa hasta resulta convincente, que ya es mucho en ese actor. Antonio de la Torre y Fernando Cayo hacen papeles casi anecdóticos.

El retrato de personajes es excelente y es esa la gran baza de la película, donde tampoco faltan algunas gotas de denuncia social, donde se ven algunos ecos del cine de Ken Loach. Personajes femeninos con fuerza, mujeres que son unas profesionales impresionantes en su trabajo, pero su vida privada pende de un hilo que no son capaces de sostener. Algunas se dejan llevar por la situación, a otras les supera y otras tratan de enmendarlo, pero curiosamente todas saben lo que verdaderamente importa. Al final a uno le queda la sensación de querer ver más, ya que Bollaín muy inteligentemente no concluye la película de una forma convencional e imprime en nuestras mentes el deseo de saber más sobre sus personajes.

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