'Midnight in Paris', la grandeza de lo sencillo

'Midnight in Paris', la grandeza de lo sencillo
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Cuando os hablaba de ‘Poder absoluto’ (‘Absolute Power’, Clint Eastwood, 1996) señalaba la mirada esperanzadora que Eastwood implantaba en dicha película. Acostumbrados como estábamos a que la mayoría de sus films como director sean puñetazos directos al estómago y luego al corazón, que dejan a uno totalmente hundido, el sentir lo contrario no viene nada mal siempre y cuando esté bien hecho, como era el caso. Visionando ‘Midnight in Paris’ (id, Woody Allen, 2011) me satisface comprobar una vez más que Woody Allen tiene también esa dualidad. Por un lado es capaz de ofrecernos obras amargas y duras, como lo pueden ser ‘Annie Hall’ (id, 1977), ‘Manhattan’ (id, 1979) o ‘Delitos y faltas’ (‘Crimes and Misdemeanors’, 1989), y por otro films esperanzadores, amables, tranquilos, pero infinitamente vitales. De una sencillez embriagadora, que no tiene que ser peor que la complejidad o profundidad en otros films. De hecho, no lo es.

Y creo un error afirmar que cuanto más arriesgada es una película ésta deba ser por narices superior a un film de menores pretensiones, pues hablamos de resultados. Además mucha gente tiende a pensar equivocadamente que una película sencilla ha sido fácil de hacer cuando no es necesariamente así. Y si no ya me gustaría ver con qué facilidad realizan algunos directores una película como ‘Midnight in Paris’, cuya mayor virtud es precisamente la de hacer parecer fácil lo difícil. Porque seamos sinceros, ofrecer hoy día una mirada optimista del amor, unir realidad y ficción, y que nada resulte impostado o ñoño, no me parece una tarea fácil. Que el director neoyorquino nos lo haga creer, para mí es más bien un punto a su favor, no lo contrario. Ése es el Woody Allen que me parece grande.

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Debo confesar que tenía miedo de esta nueva película de Allen —aunque es cierto que no podemos vivir sin su cita anual— porque representa la tercera colaboración entre el genial director y la productora española Mediapro. No tengo nada en contra de los únicos que ahora mismo apoyan fuerte a Allen, pero ‘Vicky Cristina Barcelona’ (id, 2008) y ‘Conocerás al hombre de tus sueños’ (‘You Will Meet a Tall Dark Stranger’, 2010) son films muy menores. Tanto que a mí el primero me parece una majadería impresionante —sólo salvo la excelente interpretación de Penélope Cruz—, y el segundo, sin ser malo, me deja indiferente. Dos títulos que sorprenden por su falta de pasión, y más aún cuando entre ellos Allen realizó la maravillosa ‘Si la cosa funciona’ (‘Whatever Works’, 2010), de idéntica mirada vitalista a la que nos ocupa. En cualquier caso, y dejando de lado una serie de coincidencias que no sirven para nada más que rompernos la cabeza, ‘Midnight in Paris’ supone el regreso de un Allen en plena forma, rejuvenecido, y al mismo tiempo traduciendo toda la experiencia adquirida durante años en un trabajo de síntesis realmente envidiable.

Para ello Allen recupera el tono mágico de ‘La rosa púrpura del Cairo’ (‘The Purple Rose of Cairo’, 1985) —para quien firma la mejor película de su director—, y mezclando ficción y realidad nos ofrece su particular visión de ese París que tanto ha cautivado a escritores, pintores, músicos y cineastas. Pero el conocimiento de Allen por la capital francesa se debe más a la visión que de ella tiene gracias al Cine. El gran Ernst Lubitsch decía que conocía el París de Metro y la Paramount, y por supuesto el París real, siendo el de Paramount el más parisino de todos. Así parece sentirlo también Allen, que con la odisea de Gil Pender —desde ya uno de los personajes del universo Alleniano, no interpretados por el propio director, más carismáticos que existen, además de ser muy probablemente la mejor interpretación de Owen Wilson hasta la fecha— nos adentra en los años 20, donde nos daremos la mano con Salvador Dalí o Luis Buñuel entre otros —impagable el chiste sobre ‘El ángel exterminador’ (id, 1962)—, mientras ejecuta un desglose sobre las relaciones amorosas, sobre lo atemporal de ese sentimiento, con el insuperable marco de la ciudad del amor por excelencia.

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Gil Pender está aburrido de su existencia. Guionista de algún blockbuster de Hollywood, quiere convertirse en un reputado escritor para que le tomen en serio, y será gracias a su imaginación y la fascinación que París produce en él, por la que conseguirá una vía de escape a su anodina realidad en la que su prometida no le entiende, sus suegros no se fían de él y algún pedante amigo se aprovecha hasta límites insospechados. Todos los días, a medianoche, como si de un cuento de hadas se tratase, Pender regresa a un Paris lleno de muertos, de gente que ya no existe, pero de que alguna forma dejaron su impronta en la ciudad más romántica del mundo. Entre todos ellos encontrará el amor ideal —Marion Cotillard, que parece salida de una de aquellas viejas películas— en una de esas mujeres tan arrebatadoramente fascinantes que pueblan ese onírico universo lleno de fantasmas más auténticos que lo vivos. Pero incluso en ese marco idílico, el paraíso de cualquier artista, Pender descubrirá que todo tiene un orden y un momento, y que lo que se hace en el presente tiene una influencia vital en el futuro. Por eso el pasado es importante.

El pasado que vive Pender no es el suyo propio, si acaso es un lugar imaginario, producto de todo lo que ha leído y visto, pero que en cierto modo le recuerda lo que siempre quiso, anheló y soñó. Y será también a medianoche cuando descubra que ese amor tan cinematográfico, o poético, o musical, puede hacerse realidad, y que éste está donde menos lo esperamos. Puede ser tu vecino, tu amigo de toda la vida, tu amante, alguien a quien no conozcas, tu profesor, tu peluquera o una vendedora, puede ser mayor o muy joven, estar muy lejos o muy cerca, o tal vez no nos demos cuenta. Allen nos recuerda que cuando aparece es sencillamente maravilloso y debemos ir a por él, sin ningún tipo de temor. Los artistas han hablado del amor de mil formas distintas, y adentrarse en las posibles razones de su obra es a veces una pérdida de tiempo, algo que también indica, muy sutilmente, ‘Midnight in Paris’. Sólo el que ama algo de verdad puede llegar a entenderlo. En esta película el sentimiento prima sobre la razón, y lo que tenemos que hacer es dejarnos llevar por el torrente de emociones que supone su visionado. Creo que se disfruta más, a no ser que te apellides Massanet.

‘Midnight in Paris’ es una de esas películas para llevar a tu pareja, pero como se trata de un film en el que el paso del tiempo es tratado de una peculiar forma, recomiendo un experimento a aquellos que sean capaces. No es lo mismo verla con tu ex, que con tu pareja actual y mucho menos con un proyecto de pareja. Pero en todos los casos es altamente gratificante. Ay, este Woody Allen, cuan certero es a veces. Magistral.

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