'No respires', prodigio de síntesis

'No respires', prodigio de síntesis

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'No respires', prodigio de síntesis

‘No respires’ (‘Don´t Breathe’, Fede Alvarez, 2015) está siendo tratado como uno de los títulos fundamentales del año dentro del género de terror. No es para menos. El director de origen uruguayo ya había dado que hablar con su ópera prima, el remake ‘Posesión infernal’ (‘Evil Dead’, 2013), que es aún peor que el original. De hecho una de las cuestiones que sobrevuelan tras el visionado de ‘No respires’ es que ambas películas no parecen hechas por el mismo director.

Todos los excesos allí cometidos —la coherencia no permitía el ejercicio de otra forma, evidentemente— no tienen cabida en ‘No respires’. Parecen films opuestos. Aunque también semejantes. O dicho de otra forma, ‘No respires’ es la otra cara de la moneda mostrada en ‘Posesión infernal’. Hora y media de puro entretenimiento en la que Alvarez demuestra una gran capacidad de síntesis —ejercicio denostado hoy día—, además de sacar el máximo provecho a una premisa casi esquemática.

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(From here to the end, Spoilers) En un Detroit machacado por la crisis, en un barrio que parece un pueblo fantasma —atrevido detalle de guión, que refleja sin prejuicios una situación social—, un hombre fornido arrastra a una mujer del pelo por una desértica calle. Un comienzo brutal —gracias al enorme travelling que se acerca a la imagen desde el mismísimo cielo— que enseguida da paso a los acontecimientos que desencadenaron en dicho momento. El citado travelling marca lo que será el film. Puro virtuosismo.

‘No respires’ juguetea con el espectador al que cada día es más difícil sorprender. Lo hace sabiendo de antemano que es el juez más cruel. Necesita de su complicidad, y lo consigue con creces al no tratarlo como si fuera idiota. El sempiterno “home invasión”, tan de moda en los últimos años, torna a “survival horror” casero —al igual que el anterior film del director, la mayor parte de la acción tiene lugar en una casa con muchos rincones— con más de una sorpresa argumental inteligentemente insertada. Aunque parezca mentira, Alvarez evita efectismos y trucos de guion.

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Solos en la oscuridad

Tres jóvenes —perfectamente dibujados con dos o tres frases y unas convincentes interpretaciones— deciden robar en la casa de un hombre ciego. Conseguirán una importante cantidad de dinero con la que empezar de nuevo en otro lugar. La sublimación del sueño americano. Robar a tu vecino para quedártelo tú. Por supyesto ‘No respires’ empezará a mostrar sus cartas a buen ritmo. El ciego no es el típico hombre impedido. Es un veterano de guerra con muy malas pulgas y el oído más fino que el de Daredevil. Un cabrón con todas las letras.

Un enfrentamiento en la oscuridad —atención a la brillante secuencia de oscuridad casi total, prodigio de planificación y montaje, evitando lugares comunes— que tendrá terribles consecuencias. Una lucha por la supervivencia desde prácticamente dos puntos de vista muy diferentes, enfrentando generaciones. Los jóvenes metiéndose donde no deberían. El adulto añorando algo que no recuperará, los viejos tiempos y las gentes que los habitaban. La dosificación de información hace mutar el film y nuestra percepción.

Con una premisa pequeña, cambiando cada poco el rumbo del film, Alvarez se lo ha pasado en grande con la puesta en escena. Los planos-secuencia —por ejemplo cuanto los tres jóvenes entran en la casa— poseen una elegancia casi inesperada. El terror (real) está en el uso de una cámara siempre vida, nunca inquieta y el guion resuelve con inteligencia secuencias arriesgadísimas como la de la “violación”. El brillante uso del sonido, o la ausencia del mismo, invita incluso a la reflexión. Lo que no oye es quizá más importante aún.

Y en toda esa silenciosa oscuridad brilla con luz propia un colosal Stephen Lang.

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