'Noche de miedo', cine de usar y tirar

'Noche de miedo', cine de usar y tirar
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¿Mi vecino? ¿El de al lado? Jerry, lo acabo de conocer… Es un nombre penoso para un vampiro. ¿¿Jerry??

(Charley Brewster / Anton Yelchin)

Después de ver ‘Noche de miedo’ (‘Fright Night’, 2011), no puedo evitar preguntarme si los aficionados al cine no hemos llegado ya a un punto en el que nos conformamos con lo mínimo, con poca cosa, considerando la cantidad de productos mediocres con los que se satura el mercado, llevándonos a destacar y sobrevalorar películas de escaso valor. Porque las hemos visto peores, porque al menos nos han entretenido, porque hay alguna escena muy buena… Leo y escucho muchos comentarios de esa clase, creo que cada vez con más frecuencia. Y es triste. Pero hay que luchar contra eso, hay que buscar mejores películas, las hay. Sin embargo, me parece que muchos de los que hablan con tanto desdén del cine actual (y ya digo, es verdad que se estrenan muchas películas malas), no hacen otra cosa que consumir los estrenos más sonados, los destinados a las masas, que demandan poco o ningún esfuerzo intelectual. Quiero decir, parte del problema está en el público, en nosotros, quejarse sirve de poco si luego nos vamos a tragar e incluso defender la basura que nos venden.

Estrenada en España el pasado viernes, la nueva versión de ‘Noche de miedo’ ha sido uno de los fiascos comerciales del verano en Estados Unidos, a pesar de contar con actores conocidos, el 3D, el habitual bombardeo publicitario a cargo de la DreamWorks, poca competencia en las carteleras y, en general, un buen recibimiento tanto de la crítica como del público (siempre más receptivo a los productos de Hollywood). Fui a verla esperando encontrar todas esas virtudes que apuntaban los comentarios más entusiastas hacia este remake del film de 1985 dirigido por Tom Holland (curioso que muchos de los que alaban la nueva admitan no haber visto la original), y es cierto que me entretuvo, más o menos, que los actores no están mal, la música es estupenda y hay algunas escenas divertidas, pero es otra de esas películas que, como decía en el primer párrafo, se salva de la quema porque llega a unos mínimos, porque no sales del cine con la sensación de que te han estafado o has perdido el tiempo. Es cine de usar y tirar, que no deja huella, que se olvida pronto, pero es una manera agradable de matar el tiempo.

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Como es lógico, la historia de ‘Noche de miedo’ es básicamente la misma que escribió Holland, si bien hay algunas importantes diferencias, sorpresas para los que vimos la original, y eso se agradece, aunque no esté muy de acuerdo con algunos de los cambios introducidos en el guion de Marti Noxon (es autora de bastantes capítulos de ‘Buffy cazavampiros’ y escribió la mediocre adaptación de ‘Soy el número cuatro’). En resumen, tenemos a un chico cuya mayor preocupación es compartir cama con su novia hasta que descubre que su nuevo vecino es un vampiro. Y no uno de los que aparecen en ‘Crepúsculo’ (citada en el remake, parece que ya se ha convertido en una broma inevitable), sino un chupasangre más tradicional, de los que solo salen de noche y se alimentan de sangre humana. Pero el nuevo Jerry de Colin Farrell es muy diferente al que encarnó Chris Sarandon, y aquí es donde veo el mayor error del remake. El antiguo Jerry era un vampiro que representaba a un monstruo clásico del cine, bajo su apariencia elegante, seductora y caballeresca se ocultaba el mal personificado, y se traslada al barrio de Charley, que es como decir al género de un personaje como tal, el típico que busca perder la virginidad en las comedias juveniles.

Lo divertido de ese planteamiento es que era como si el protagonista estuviese viviendo su propio clásico de terror, se ponen sobre la mesa todos los elementos y las situaciones habituales, y poco a poco vamos viendo qué vale y qué no, siempre temiendo por Charley, su madre y su chica, porque el vampiro ha vivido hasta finales del siglo XX, parece imposible que un muchacho corriente pueda detenerlo. En la nueva ‘Noche de miedo’, Jerry es algo así como un machote psicópata, un tipo chulesco que cautiva a las mujeres con su camiseta de tirantes y su cuerpo de gimnasio, y que pierde la paciencia demasiado pronto, no teniendo problema alguno en revelar su verdadera naturaleza, porque es muy fuerte y va a morder a quién le dé la gana. Se entiende que en el remake tienen que actualizar la historia para las nuevas generaciones, pero me parece un disparate convertir al personaje en una especie de atractivo terminator con colmillos. Es una apuesta por la violencia y el espectáculo a costa del suspense y la verosimilitud (no tiene sentido que Jerry se exponga de esa manera, con lo sencillo que le resultaba su modo de vida).

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Otro personaje alterado erróneamente es la novia de Charley. Si en la original, Amanda Bearse daba vida a una joven chapada a la antigua, tradicional, incómoda con el sexo, en el remake tenemos a Imogen Poots encarnando a la chica más deseada del instituto, consciente de ello, encantada con ello, y aparentemente ansiosa por acostarse con el protagonista; el error de este enfoque es evidente, su evolución pierde impacto. Además, en la de 1985, Jerry estaba vinculado en cierta manera a la chica, lo que dotaba de mayor interés a la trama; aquí se sustituye eso por una historia del pasado de Peter Vincent, que no aporta nada. No hay inconvenientes con las actualizaciones de los demás personajes, y la conflictiva relación entre Charley y Ed sale ganando, pero considero que Noxon y Craig Gillespie (que venía de dirigir la ingeniosa ‘Lars y una chica de verdad’) sacan poco partido a los secundarios, en especial a David Tennant como un borracho, patético y malhablado “experto” en vampiros que todavía conserva los rasgos esenciales del personaje al que dio vida Roddy McDowall.

Por lo demás, la puesta en escena de Gillespie no pasa de rutinaria, de no complicarse con los encuadres, intenta lucirse y sacar partido del 3D en la huida en coche (copiada del notable remake de ‘La guerra de los mundos’ de Spielberg) pero el resultado deja mucho que desear, no se siente la emoción del momento, la tensión y el peligro de la persecución. Sí cabe destacar el trabajo del compositor Ramin Djawadi (suya es la música de la adictiva ‘Juego de Tronos’) y la fotografía del español Javier Aguirresarobe, adornando un producto insustancial de escasa fortuna, diseñado para atrapar a los jóvenes del siglo XXI y sacar muchos millones de una idea ya explotada hace más de veinticinco años. Mala suerte, quizá así se esfuercen más en el próximo intento. No es que la primera ‘Noche de miedo’ sea un film insuperable, ni mucho menos, pero dejó momentos para el recuerdo y todavía mantiene intactas muchas de sus virtudes, inquieta y hace reír; el remake tiene momentos divertidos (el cameo, la piedrecita) pero el tiempo borrará su rastro, y solo nos quedará la sensación de que nos entretuvo, de que vimos otras peores.

2,5

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