‘Redención’, la hemos visto muchas veces, pero no todas tan bien

‘Redención’, la hemos visto muchas veces, pero no todas tan bien

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‘Redención’, la hemos visto muchas veces, pero no todas tan bien

El título en castellano para esta ‘Southpaw’ resume a la perfección lo que vamos a ver en esta nueva cinta del deporte más cinematográfico. Un relato de caída y redención de libro, de manual, con las comas y los puntos escritos de antemano. El cine de boxeo se compone de clichés, y tras algunas grandes muestras recientes como la tremenda ‘Warrior’ (2011) o ‘The Fighter’ (2010), no es sencillo innovar en una estructura en la que casi inevitablemente, la trama suele dar vueltas sobre la posible victoria o no del protagonista.

Marciano, Rocky, La Motta, todos son grandes personajes y en todas sus andanzas recorren los estigmas de los errores, las malas decisiones y la salida, a través de la lucha en el ring, de una serie de baches sociales que se perpetúan en una raza, la de los boxeadores, de la que es imposible salir. Y en estas aparece el Billy Hope de Jake Gyllenhaal y Antoine Fuqua, un ‘Toro Salvaje’ (Raging Bull, 1980) modernizado, cani, tosco y de bajo perfil intelectual para acabar mostrándonos lo de siempre.

El Sparring humano

Pues sí, ‘Redención’ es una típica historia de boxeo sobre la revancha a la vida, y las segundas oportunidades con vínculo entre padre e hijo en su núcleo. Llena de clichés, pero rodados con La energía (o ingenuidad) de quien no hubiera visto una historia de este estilo en pantalla. Puede ser una producción menor de Fuqua, pero no se le puede negar el oficio e interés por la vida de sus personajes, por trillados que estén sus arcos, Por si fuera poco, su sólido elenco le da una personalidad que ya quisiera, por ejemplo, la plana y telefilmera ‘Creed. La leyenda de Rocky’ (Creed, 2015).

Redencion

Una de las marcas de personalidad es esta epopeya de boxeo es la técnica de Billy Hope, que tiene la capacidad de resistir incontables golpes para cansar al rival, antes de atacar. Un método propio de un bodoque, que interpreta Gyllenhaal con convicción, recordándonos que también se le da bien hacer de tarugo, como comprobamos en ‘Jarhead, el infierno espera’ (Jarhead, 2005), volviendo a demostrar por qué es el actor más interesante de su generación.

El desarrollo de la trama provoca un terremoto en la vida del boxeador, que le despoja de sus posesiones y su carrera. Habiendo tocado fondo (o besando lona, para hablar con propiedad), comienza un proceso de reconstrucción y recuperación de su vida muy trillado, pero no por ello menos emocionante. Resulta catártico presenciar cómo un hombre con el que no es fácil simpatizar, se sobreponga a la pérdida y la humillación en un proceso que va desde la autocompasión, revolcándose en su propia miseria, al reconocimiento de su nuevo estado.

'Redención': aprender a andar

Una suerte de versión física, mucho más efectiva, de otro reciente drama de Gyllenhaal, ‘Demolición’ ( Demolition, 2015), que, siendo una pertinente adaptación del cine de boxeo a una nueva generación, lo que pierde por falta de originalidad lo compensa en su ejecución, haciendo de ésta una de las sorpresas más esperadas del cine de su director. La dirección de Fuqua se mueve entre el intimismo personal hacia el terreno pugilístico con facilidad. Cumpliendo a secas en lo primero y ofreciendo un espectáculo de brutalidad tremendo en las escenas de combate.

Y ahí es donde la segunda parte de la película entra en su versión ‘Karate Kid’ (1984), con un miyaghi interpretado por Forrest Whithaker, que para ayudarle utiliza el argumento de que el boxeo es más que fuerza bruta, enseñándole la estrategia y el arte de la vieja escuela, haciendo un sencillo pero valioso equivalente a la forma en la que todo se mueve en la actualidad. Impacto barato, rápido y volátil frente a la planificación, meditación y visión a medio plazo. Un personaje para representar la humildad, que trata de crear orgullo en los chicos de baja clase social que trabajan y aprenden en su gimnasio.

Entre todo el elenco, destaca la joven Oona Laurence como Leila. La relación de su personaje con su padre evoluciona a lo largo de la historia, y como el resto, no hay nada que no hayamos visto, pero añade el contrapunto necesario dentro de la desesperación en la que sucede todo. Hay una crudeza, urgencia e intensidad en la narrativa de ‘Redención’ que eleva su material propio de biopic del montón, pero también un cierto latido con sensibilidad que pese a tocar las teclas más facilonas, logra dotar de corazón a la historia, llegando a provocar la inevitable lagrimilla.

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