Star Wars | 'La venganza de los sith', bienvenida oscuridad

Star Wars | 'La venganza de los sith', bienvenida oscuridad

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Star Wars | 'La venganza de los sith', bienvenida oscuridad

¡Guerra! La República se desmorona bajo los ataques del despiadado Lord Sith, el Conde Dooku. Hay héroes en ambos bandos. El mal está por doquier. En una contundente jugada, el diabólico líder droide, el General Grievous, ha irrumpido en la capital de la República y ha secuestrado al Canciller Palpatine, líder del Senado Galáctico. Mientras el ejército droide separatista trata de huir de la capital sitiada con su valioso rehén, dos Caballeros Jedi lideran una misión desesperada para rescatar al Canciller cautivo....

Ahogadas nuestras esperanzas y quebrantadas nuestras expectativas hacia lo que íbamos a poder encontrarnos en el final de la nueva trilogía galáctica después de haber tenido que asistir al penoso espectáculo que habían supuesto las dos primeras entregas, no recuerdo haber vivido con la intensidad que están pasando estos días previos a 'Star Wars. Episodio VII: El despertar de la fuerza' ('Star Wars. Episode VII: The Force Awakens', J.J. Abrams, 2015) aquellos que precedieron hace diez años a 'Star Wars. Episodio III: La venganza de los sith' ('Star Wars. Episode III: Revenge of the Sith', George Lucas, 2005).

Bien se había encargado George Lucas de conseguir tamaña hazaña obliterando casi por completo la magia que, desde que las viera por primera vez siendo niño, habían comportado las tres películas de la trilogía original, y sólo era de recibo que la respuesta hacia la conclusión de la historia de cómo Anakin se convirtió en Darth Vader y cómo el Emperador logró acabar con los Jedi e instaurar el Imperio fuera, al menos a priori, bastante gélida. Pero, como decía ayer, lo que creo que nadie podía prever, y menos aún a la luz de lo visto anteriormente, era que el cineasta fuera a sacarse de la chistera este asombroso espectáculo que fue 'La venganza de los sith'.

Por fin, un arranque a la altura

La Venganza De Los Sith 1

Y para conseguirlo, para hacer que estas dos horas y veinte lograran devolvernos algo de la fe a los "creyentes" que la habíamos perdido —no toda, sólo una parte—, nada mejor que comenzar con una escena de esas capaces de cortar el aliento hasta al más agnóstico: con las guerras Clon en pleno apogeo , la acción de la cinta nos sitúa directamente tras el opening crawl en el espacio sobre Coruscant. Fuertes golpes de percusión nos acercan al brutal enfrentamiento entre cientos de naves de la federación las fuerzas de la república.

En medio de tan asombroso aparato bélico, Anakin y Obi-Wan tratan de llegar a la nave donde el general Grievous —un lamentable villano que recuerda a lo desaprovechado de Darth Maul— tiene preso al canciller Palpatine, el futuro emperador que lleva años manipulándolo todo desde la sombra para hacerse con el poder de la galaxia. Desde el momento en que arranca el filme hasta que el maestro jedi y su padawan aterrizan en la citada nave, la capacidad de dejar la mandíbula a varios centímetros por debajo de su posición natural se asocia a algo que es difícil concretar con palabras.

Lucas parece darse cuenta por fin de los límites de la tecnología de efectos visuales —algo que había ignorado de forma flagrante en las dos cintas previas con lamentables resultados— y no les pide a éstos más de lo que éstos son capaces de ofrecer, conjugándose dirección y trucajes digitales en un perfecto ballet espacial que, por supuesto, supera de un plumazo a nivel visual todo lo que hasta entonces habíamos podido ver en cualquiera de las cinco cintas que conformaban la saga galáctica. Todo parece alinearse para que el 'Episodio III' sea la obra maestra que queríamos ver desde hacía seis años atrás.

Entre el genio y la mediocridad

La Venganza De Los Sith 2

Desafortunadamente dicha alineación no se produce de forma constante a lo largo de la proyección, y todavía tendremos que aguantar algunos descensos de interés en el devenir de la trama o instantes que, alargados en exceso, resultan a la postre completamente innecesarios. En este último sentido, el mejor ejemplo posible es todo lo que se desarrolla a continuación de la muerte de cierto Sith a bordo de la nave de Grievous hasta que la misma termina sobre la superficie de Coruscant, una secuencia que, además, sirve de nuevo como doloroso recordatorio de lo peor que habían ofrecido las anteriores cintas, con diálogos acartonados, chistes metidos con calzador y un acabado formal pobre.

El trance es breve, y pronto Lucas agarra "el toro por los cuernos" para encarar el filme más tenebroso de toda la saga, uno en el que se han afinado muchos de los errores en los que incurrían las anteriores entregas y que si por algo se caracteriza es por imprimir en el espectador una fuerte sensación de desazón que, intermitente durante los dos primeros actos, alcanza toda su imparable fuerza desde el momento en que Palpatine manda a Anakin al templo jedi y activa en los soldados de asalto la "orden 66".

Se abre ahí algo más de una hora de metraje en la que los pequeños pasos previos hacia el inevitable final que todos conocíamos de antemano, se convierten en pasos de gigante que, a cada pisotón, hacen más y más oscura esa galaxia muy, muy lejana. Previamente, en una de las mejores secuencias de la cinta, Lucas ha ofrecido una espléndida mirada al abismo de los sith en el que Anakin se ha ido sumergiendo sin saberlo a lo largo de los años, y la conversación que el joven mantiene con el canciller en uno de los balcones de esa ópera tan singular es el exponente máximo de que, cuando así lo quiere, el cineasta puede cuidar los diálogos hasta extremos portentosos.

Del duelo de destinos a la batalla entre héroes

La Venganza De Los Sith 3

Decimados los jedi, aplastada la república y con Anakin abrazando el lado oscuro hasta límites que le llevarán a dudar de la fidelidad de su amada Padme, en sólo media hora, Lucas coloca las piezas que conforman el tablero a dos bandas en el que se jugará la partida final: de una parte, el emperador, ebrio de poder —poder oscuro, se entiende— se las verá con Yoda; de la otra, Lord Vader, que ya no distingue el bien del mal, tendrá que enfrentarse sable de luz en ristre al que fuera su maestro y amigo. Ya nos centremos en una u otra, pero sobre todo si lo hacemos en la segunda, a lo que asistimos es a una lección de gran cine.

Un cine que se hace grande en su acepción de espectáculo épico y que, antes de entrar a valorar su valía visual, encuentra en John Williams el pleno respaldo que llevaba buscando desde 'La amenaza fantasma': derivado en cierto modo del tema que acompañaba al duelo a tres bandas del 'Episodio I', pero con tonalidades que inciden de forma plena en transmitir esa sensación de desazón y melancolía de la que antes hablaba, el 'Battle of Heroes' que sigue al Anakin y Obi-Wan en Mustafar es la muestra más visible de la singular brillantez con la que Williams corona la trilogía desde sus pentagramas.

Unido a él, momentos como el dramático corte que puntualiza la traición de Anakin, el espectacular motivo que se asocia a Grievous o, por supuesto, el enlace que el maestro hace en los últimos minutos de proyección hacia la nueva esperanza del 'Episodio IV' son instantes de esos que se quedan grabados en nuestra memoria auditiva tanto como lo hace en la visual el espléndido montaje que hilvana las consecuencias de la "orden 66" o, por supuesto —lo dejaba en suspenso en el párrafo anterior— el alucinante matiz, de proporciones que superan la épica, que adquiere el choque entre alumno y profesor.

Si seis años antes nuestros ojos se habían mantenido ojipláticos cada vez que el cuádruple clímax centraba su atención en los dos jedi y el sith, aquél duelo se queda en mera escaramuza sin relevancia al ser comparada con lo que Lucas pone en juego en el cara a cara entre Obi-Wan y Anakin, una secuencia que podéis encontrar completa y sin los insertos del duelo entre Yoda y Palpatine en el video que he incluido más arriba y que, sinceramente, habla por sí sola de por qué 'La venganza de los sith' SÍ es lo que entendemos por Star Wars y, obviamente, por qué NO lo son ni 'La amenaza fantasma' ni 'El ataque de los clones'.

'La venganza de los sith', de nuevo, un ¿punto y final?

La Venganza De Los Sith 4

Unidos guión, dirección y música en un único y coherente propósito —me saltaré lo incoherente del libreto para con la trilogía original—, y sumando a la terna la mayor solidez del acabado técnico del filme y una mejor labor del elenco actoral al completo —Christiensen mejora ostensiblemente con respecto a sus limitaciones previas y resulta mucho más creíble como el señor oscuro en el que se convertirá— este final de una trilogía que, como decíamos hace unos días, resulta aún con tan espléndido cierre de todo punto innecesaria, ponía punto y ¿final? a la permanencia de Star Wars en la gran pantalla.

En el aire quedaba la duda de cuánta verdad habría en esa cacareada continuación que Lucas habría ideado al mismo tiempo que la trilogía original y, de ser ciertos los rumores, cuánto tiempo tardaríamos en verla plasmada en imágenes y de mano de quién. Resuelta a golpe de talonario por Disney —soy de los que, aun con la ilusión ante el 'Episodio VII' por delante, se muestran muy escépticos ante el masivo desembarco que nos espera en los próximos seis años— nosotros dejamos aquí el transitar por la parte más reciente de la mitología que comenzó a construirse hace casi cuarenta años para, precisamente, viajar a partir de mañana al momento en que todo comenzó.

Un principio sobre el que se han vertido océanos de tinta —real y virtual— y que algunos incluso califican como lo más importante que le ha pasado al cine a lo largo de su historia. Sin llegar a tanto —el recorrido del séptimo arte está jalonado de infinitud de momentos que sirvieron para ir esculpiéndolo poco a poco— resulta innegable que el concepto de blockbuster, ese que Steven Spielberg había inventado de forma inconsciente de mano de 'Tiburón' ('Jaws', 1975) sólo dos años antes del estreno del 'Episodio IV' nunca habría llegado a conocer su acepción más completa sino hubiera sido por aquél brillante ejercicio que, al menos en parte, sí que cambió el rumbo del cine.

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