Steven Spielberg: 'Parque Jurásico', ingenio bajo mínimos

Steven Spielberg: 'Parque Jurásico', ingenio bajo mínimos
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La falta de humildad frente a la naturaleza demostrada aquí...me deja asombrado

-Doctor Ian Malcolm

A mediados de los ochenta había empezado a percibirse lo que podían dar de sí las criaturas generadas por ordenador, y después incluidas en el fotograma, proceso que James Cameron ya ensayó en la estupenda, aunque irregular, ‘The Abyss’, para después asombrar al mundo con el T-1000 de ‘Terminator 2‘. No tardaría en llegar la inclusión de criaturas en gran número, y qué mejor manera de demostrar la capacidad de la técnica, pensaría Spielberg, y de apuntarse un triunfo, que adaptando la novela más vendida de su gran amigo Michael Crichton.

Pienso, sinceramente, que el tríptico compuesto por ‘Always’, ‘Hook’ y ‘Parque Jurásico’ (amén de varios fallos más, que nadie es perfecto), ha rebajado considerablemente la altura de la filmografía de Spielberg, si bien en la primera y esta tercera hay detalles que pueden destacarse, pero muy lejos de la maestría de ‘Jaws’, ‘E.T.’ o ‘La última cruzada’. Spielberg cogió el testigo de la técnica, pero se devaluó a sí mismo con esta película, que es de lo menos inspirado que ha firmado en su vida.

La novela de Michael Crichton era una soberbia muestra de buena literatura comercial. ‘Parque Jurásico’ poseía oscuridad, intensidad, frenesí, desesperanza, dilemas morales de muy hondo calado, una galería de personajes que en muchos casos sorprendían por sus aristas emocionales, un crescendo magnífico, y sobre todo un tema de absoluta vigencia entonces y más aún ahora. Parecía el material perfecto para el inigualable maestro director de ‘Jaws’. Pero ya desde el pobrísimo guión se sembró la semilla para crear una película de escaso vuelo artístico.

Desde la primera secuencia, nada menos, en la que somos testigos de cómo un equipo de ingenieros intenta introducir lo que parece un velocirraptor en su confinamiento de la isla, se percibe que la desgana y la trivialidad van a presidir toda la película. Spielberg intenta armar suspense, pero todo queda forzado y muy poco creíble. Aunque por lo menos habrá excepciones, eso sí muy puntuales. A continuación una secuencia que no aporta nada y que quizá debió ser eliminada del montaje final, con el hallazgo de un mosquito fosilizado. Secuencia que no está en la novela, de claro carácter expositivo, que podría haber firmado el Paul W. Anderson más vago. ¿Este es el Spielberg de la presentación de ‘Jaws’?

La tercera secuencia, por fin, nos presenta a los personajes principales. Y ya comprobamos que a la desgana se le suma mediocridad. ¿Era necesario inventar esa absurda relación entre Grant y Ellie? ¿A qué viene esa interpretación, irritante y absurda, de Attemborough como el millonario creador del parque, Hammond, que en la novela era mucho más interesante y mucho más oscuro? Por suerte Williams se encuentra inspirado (mucho más que en ‘Hook’, por ejemplo) y su música nos acompaña, deleitándonos cuando viajamos a la isla, y creando una energía de la que las imágenes, por si solas, carecen.

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Porque Spielberg, hasta que de una vez llega la secuencia del Tyrannosaurus, aburre soberanamente, entre otras cosas porque a él le aburre todo lo que está contando, y si a él no le interesa, a mí menos aún. Claro que la secuencia en la que el gran saurio se escapa y siembra el caos es magnífica, por la sencilla razón de que como todo lo que la rodea es tan banal, destaca aún más. La música desaparece en esta larga secuencia llovida. El enorme depredador nos fascina y nos horroriza. De pronto sucede el espejismo de que la película funciona y es magnífica. Pero una vez que finaliza este momento regresamos a la mediocridad más aplastante.

En pos de simplificar hasta extremos infantiles la estupenda novela de Crichton, y también porque quizá no querían arriesgarse a más secuencias con saurios que encarecerían notablemente la propuesta, se sacrifica el 75% del material de la novela, pero no para sustituirlo por nuevas ideas, sino para vaciar, sencillamente, el relato, que queda absolutamente descompensado, flaco, insulso. Eso sí, Spielberg se asegura su momento ‘E.T.’ con la ñoña secuencia de los estegosaurios, y se reserva un “grand finale” con la baza de los velocirraptores.

Grant y los niños vuelven al complejo, pero allí los críos se enfrentarán en la cocina a dos raptores. La secuencia, de nuevo, es magnífica: ingeniosa, inquietante, frenética. Escapan por los pelos todos, y parece que la película se ha redimido, al menos un poco, pero en ese momento llega uno de esos “finales Spielberg”, que lo filma cualquier otro y, como se suele decir, le corren a gorrazos. Es así: rodeados por varios raptores en el hall del complejo, están a punto de ser devorados, cuando en el último segundo, y no antes, o después, el tyrannosaurus, que se ha colado ahí dentro sólo Dios sabe cómo (y claro, nadie se ha dado cuenta de ello…ni siquiera los raptores…ejem), detiene al malvado raptor con sus enormes fauces, comenzando una batalla en la que saldrá triunfador, mientras los buenecitos humanos escapan por la puerta. Todo ello sazonado con el “finísimo” humor Spielberg: Grant se vuelve hacia el millonario y le espeta “sintiéndolo mucho, no apruebo su parque”.

Conclusión

¿Es esta la gran obra maestra de la aventura y la ficción científica que tantos admiran? Con sinceridad, y como se desprende de este artículo, no me entra en la cabeza. ¿Es este el gran creador, el gran narrador, que cambió para siempre el cine de aventuras con una fuerza visual inigualable? Yo no lo veo más que a ráfagas, las cuales me enfurecen todavía más, porque el talento no se le evaporó a Spielberg de repente, sino que se negaba a hacer uso de él. Poco le importaba, supongo.

Para colmo los actores están espantosos. Nunca Spielberg había desplegado una dirección de intérpretes tan pobre. Y por supuesto no faltan los “niños Spielberg”, que proporcionan munición a los detractores de este gran (pero recalcitrante en su irregularidad) cineasta. La película, por supuesto, fue un grandioso éxito de taquilla en todo el mundo, que es lo que Spielberg buscaba, quizá, quiero pensar, para asegurarse una década tranquila en cuanto a proyectos. No tengo nada en contra. Pero esto es un cine ramplón e impropio de un director capaz de filmar maravillas.

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