'Templario', la brutalidad como salida

'Templario', la brutalidad como salida
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Ahora que parece que la televisión empieza a marcar las modas en cierto tipo de productos, nos llega una película como ‘Templario’ (‘Ironclad’, Jonathan English, 2011) para sumarse así a una fiebre iniciada por Ridley Scott hace once años, y mantenida en la actualidad por la HBO y su ‘Juego de tronos’ (‘Game of Thrones’) —interesante serie que mejora según avanza—. Historias con una fuerte carga épica, o eso se intenta, ambientadas en distintas épocas y que rescatan el gusto por las aventuras antiguas, historias atemporales, o no, sobre justicia, fe, venganza y amores prohibidos. Todo ello lo podemos encontrar en el tercer largometraje del desconocido Jonathan English, firmante de ‘Nailing Vienna’ (2002) y ‘Minotaur’ (2006), sus dos trabajos previos, bastante mal considerados por todo aquel que los ha visto.

Para ‘Templario’, que adapta una historia de su propia cosecha, ha tenido la suerte de contar con un equipo de actores en los que hay las suficientes caras conocidas como para prestarle un poco de atención. Suerte porque de esa forma su película consigue una mayor distribución, aunque eso luego nada tiene que ver con la calidad del film. Recordemos que directores como Uwe Boll —realizador con el que English ha sido comparado alguna vez— también gozan a veces de un reparto de campanillas y el resultado son unos bodrios de dimensiones cósmicas. El film que nos ocupa no llega a los límites del cine de Boll, hay detalles de puesta en escena y alguna cosa más que impiden que emparejemos la película con subproductos. Aún así, no estamos ni de lejos, ante un film a tener en cuenta.

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La historia de ‘Templario’ nos lleva al año de gracia de nuestro señor de 1215 cuando el Rey Juan de Inglaterra (Paul Giamatti) es obligado a firmar la Carta Magna. Profundamente humillado y enfadado decide recuperar su país por métodos más bien poco ortodoxos, aunque en aquellos tiempos no se hacían las cosas de otra manera. Reuniendo un grupo de salvajes guerreros y con la intención de recuperar su reinado, comienza a arrasar el país, provocando muerte y destrucción allá por donde va. Sólo un grupo de hombres desesperados, capitaneados por el barón de Albany (Brian Cox), harán frente a Juan sin tierra. Entre ellos se encuentra Marshal, un caballero templario atormentado por una lucha interna entre fe y razón. Un pequeño grupo salvaje que resistirá en el castillo de Rochester hasta límites insospechados.

El trabajo de English sigue en cierto modo la moda extendida últimamente por películas como la maja ‘Centurión’ (id, Neil Marshall, 2011) o la tonta ‘La legión del águila’ (‘The Eagle’, Kevin Macdonald, 2011), dos peplums que hacen hincapié en la violencia más descarnada, como reflejo de unos tiempos ya de por sí violentos. ‘Templario’ les gana por goleada a ambas en la exposición de la mencionada violencia, llegando hasta unos niveles de gore, lo cual no deja de ser llamativo en una película que por otro lado tiende hacia el realismo. Por un lado me parece estupendo, un relato violento requiere sangre. Por otro creo que el relato se resiente precisamente por ofrecer única y exclusivamente eso como reclamo. Cabezas cortadas, miembros amputados, cuerpos partidos a la mitad a golpe de espada, sangre salpicando literalmente a la cámara y demás son la marca de la casa. La brutalidad como excusa a todos los niveles. Tanto que el resto de elementos del film, salvo excepciones aisladas, quedan totalmente descuidados.

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Puede notarse en Eneglish cierta pericia en la planificación, aunque únicamente en la parte desarrollada en el castillo de Rochester, que ocupa buena parte del metraje. Algún que otro plano cenital mostrando el enfrentamiento entre asediados y atacantes revela cierta inspiración en la puesta en escena, pero son sólo casos aislados, el resto del film se mantiene fiel a un montaje caótico con los consiguiente bajones de ritmo. Por lo que respecta al plantel de actores, destacaría a Brian Cox y Jason Flemyng por encima del resto. Paul Giamatti nunca ha estado tan exagerado. James Purefoy, que parece el protagonista, sigue demostrando su perfecta inexpresividad para este tipo de personajes atormentados, y Kate Mara da la sensación de no enterarse de nada, como si estuviera en otra película. La historia de amor de ambos personajes no sólo es ridícula y forzada, sino que termina de matar las pocas posibilidades de que una historia de esta índole contenga algo de emoción.

Y es que este tipo de historias enganchan entre otras cosas por su emoción. En ‘Templario’ decidieron cambiarla por miles de litros de sangre. Una pena.

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