Walter Hill: 'Invicto', el regreso a los orígenes (I)

Walter Hill: 'Invicto', el regreso a los orígenes (I)
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Tras el estrepitoso fracaso que fue ‘Supernova’ (id, Walter Hill, 1999) el director más físico y violento del cine actual optó por volver a sus orígenes en sus dos siguientes trabajos, separados nada menos que por once años —en los cuales se dedicó, entre otras cosas, a poner su grano de arena en una obra maestra de la televisión no terminada—. Operación arriesgada, por no decir suicida, y más en un negocio en el que vales lo que tu última película y el consumidor actual está acostumbrado a una narración casi epiléptica que traiciona en muchas ocasiones el tan ignorado montaje.

A principios de la década pasada cuando Peter Jackson iba a decir mucho con su ansiada y esperada trilogía del anillo, una película como ‘Invicto’ (‘Undisputed’, 2001) es casi un caso de anacronismo cinematográfico dentro del panorama comercial en aquellos años. Pero Hill es un director que filma y piensa desde las entrañas y poco debió importarle. Con todo ‘Invicto’ contiene a un Hill capaz de lo mejor y lo peor.

Lo peor es sin duda su apariencia de película carcelaria a la que se le añaden unas gotas de boxeo, simplificándolo todo hasta la mínima expresión. El cine de Walter Hill retrata un mundo sobre todo de hombres, y aunque evidentemente su acción, que la sitúa en una cárcel donde sólo hay presos masculinos, el único personaje femenino de la función desaparece a mitad de metraje, aceptando que en gran parte del mundo en el que se mueve laboralmente no hay espacio para las mujeres.

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Universo reconocido

‘Invicto’ narra la historia de un enfrentamiento entre el actual campeón de los pesos pesados de boxeo —personaje a cargo de un bruto Ving Rhames— que ha sido encarcelado por una acusación de violación, y Monroe Hutchen —Wesley Snipes, que también es productor del film—, que cumple cadena perpetua por asesinato, y jamás ha sido vencido en los combates que se celebran en la cárcel. Ya sabemos quién la dará un merecido a quién, lo que importa son los detalles y el camino.

Con guión del propio Hill y su socio David Giler —escritor y productor de películas de la más diversa índole—, el director de ‘El último hombre’ (‘Last Man Standing’, 1996) vuelve a hacer gala de una gran capacidad de síntesis, y en esta ocasión va más directo al grano que otras. La presentación de personajes es a través de rótulos que nos explican parte de su pasado delictivo. El poder en el lugar es mostrado a través de los puños en el caso de los presos, y por las influencias en los demás.

La galería de personajes que circulan por ‘Invicto’ entra de lleno en el universo de Walter Hill, la mayoría personajes solitarios que se valen por sí mismos y su vida está controlada por la violencia. Sin embargo el dibujo de los dos personajes centrales no pasa de esquemático. Marcus es muy tranquilo y paciente, y Iceman (Rhames) es nervio puro, impaciente y siempre a punto de explotar. Varias secuencias intercalan sus personalidades al respecto.

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Walter Hill, Ving Rhames y Wesley Snipes en un momento del rodaje de 'Invicto'

Contundencia

En el plantel de secundarios encontramos a gente como Michel Rooker, que hace de presidiario sin mayor emoción, casi anecdótico, lo mismo que Wes Studi. Presencias casi fugaces que no poseen si quiera la importancia del veterano Peter Falk, que da vida a un miembro de la mafia y que dicta una muy interesante filosofía sobre las elecciones de la gente cuando les hacen propuestas. Es tal vez el personaje mejor tratado, el único que aporta datos y reflexiones de interés sobre el deporte del boxeo.

La puesta en escena de Hill es sin demasiados artificios, filmando los combates con contundencia, una de sus bazas, realizando un curioso experimento con los flashbacks. Estos son mostrados en blanco y negro, con la cámara inclinada, un poco de videoclip ochentero; a la hora de mostrar el combate final, la repetición del desenlace es mostrada como si se tratara de un flashback, como si fuera un sueño. Un combate fuera de la liga de boxeo, que nunca se celebró y nadie vio. Un secreto sólo al alcance de los renegados de la sociedad.

Una película para pasar el rato que no obtuvo mucho éxito pero provocó nada menos que dos secuelas en las que afortunadamente Walter Hill ya no tuvo nada que ver. Años después se reuniría con una veterana estrella del cine de acción ochentero en otra especie de revival.

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