Destrozando sagas de Ficción Científica

Destrozando sagas de Ficción Científica
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Sí, la verdad es que estoy muy cabreado. Este fin de semana tenía que haber supuesto un acontecimiento para todos los amantes de la buena ficción científica, pues por fin nos cuentan aquella guerra del futuro en la que las máquinas ponen a la humanidad al filo del exterminio. Confieso que durante todos estos años, intrigado ante las posibilidades que se le abrían al eventual director de la nueva película, imaginé (y llegué a escribir) historias, personajes y situaciones que podrían haber culminado aquella creación insuperable de ficción científica. Pero ya se sabe. No está el horno para bollos.

De un modo implacable, y a lo largo de las dos últimas décadas, los grandes mitos (además de los más populares) de la ficción científica, han ido conociendo nuevas entregas, y todos ellos, salvo una honrosa excepción, han naufragado del modo más patético a la hora de recoger el testigo para las nuevas generaciones. Y es que una mala suerte increíble, sumada a una incompentencia o a una enorme presión de los estudios, parece haberse cebado en los icónicos terminators, aliens y depredadores.

Todo esto me produce ahora las ganas de escribir porque en alguna parte he leído que McG y su equipo, con muy buen criterio, no repiten lo que ya funciona. Yo siempre he pensado que si algo ya funciona, no hay ningún motivo para cambiarlo. Y si tienes un ansia brutal de hacerte el geniecillo y de pasar olímpicamente de aquello que fue sublime (lo que a mi modo de ver esconde una gran inseguridad estética), puedes hacerlo. Pero ahí te ves en la tesitura de ser capaz de reinventar. La honrosa excepción de la que hablaba es la de Christopher Nolan y su soberbio díptico ‘Batman Begins’/‘El caballero oscuro’. Tan poderosa es su creación, que deja en un nivel muy bajo todas las anteriores, incluidas aquellas añoradas de Burton, que siempre me parecieron tan falsas y faltas de ritmo.

Ahora bien, lo que Nolan ha hecho con esa saga de ficción científica, no es tan espectacular como lo que se logró con ‘Aliens’ respecto de ‘Alien’, porque lo antecedentes para Nolan no eran especialmente brillantes, y para el director de la segunda aventura de Ripley era un reto siquiera sostenerse al lado de la primera. Y aquí llegamos al meollo de la cuestión. ¿Por qué hoy, 23 años después, aquél logro es tan extraordinario? Lo que Cameron hizo con la segunda parte no fue ignorar lo hecho por Scott. De una parte se alejaba de él, pero por otra le era absolutamente fiel en dos cosas: el personaje de Ripley (y todo lo que vivió en la primera), y la fascinación por la criatura.

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De esa fascinación surge el elaborado código de ficción científica que Cameron diseñó en solitario con el guión. La segunda parte englobaba a la primera. Mientras que esta era el primer esbozo, aquella era la confirmación y el ensanchamiento de un universo. Ahora bien, ¿por qué la tercera parte fracasaba? Es cierto que Sigourney Weaver se esforzaba por mantener una continuidad anímica, pero el relato lo impedía, porque el ‘Alien 3’ de Fincher intentaba parecerse a la primera y era incapaz de sorprender, porque se alejaba visualmente de aquel universo tan bien fijado en la retina. Ya la penosa cuarta parte, ‘Alien Resurrección’, del competente Jeunet, buscaba un diseño de producción, un ambiente, que uniese la segunda y la tercera, pero se diluía porque el personaje principal estaba desligado de sus aventuras precedentes y porque no sentía la menor fascinación por su criatura. Es decir, le importaba un comino lo que el espectador sentía por todo este universo.

Lo malo fue que todo continuó sin Ripley, y escuchando las peticiones de los espectadores más frikis, que consideraban una necesidad ver fusionadas ambas sagas, llegó el hijo bastardo más nauseabundo de la ficción científica, ‘Alien vs. Predator’. El filme original de McTiernan era una vigorosa aventura que, a pesar de sus limitaciones, ofrecía al espectador una experiencia adrenalítica y aterradora, que se adentraba en una fisicidad y un bestialismo muy de agradecer y que parece casi perdida en el cine de aventuras. Se continuó con una segunda parte muy inferior, pero aún así disfrutable e igualmente salvaje. Pero el personaje parecía agotado porque ningún director de fuste parecía querer darle vigor. Ahora bien, no se merecía ni ese cruce bastardo ni la penosa secuela que aún mucha gente defiende, eso sí, sin más argumentos que “mola mogollón”, o el que da Jesús Palacios: “qué gran diseño de producción”.

Así podemos otorgar el mérito que se merecen los grandes artistas (esos a cuyo esfuerzo suele hacer oídos sordos el espectador medio) cuando arma una trilogía imposible, como es el caso de Coppola con ‘El Padrino’, donde logra un difícil equilibrio entre todas las partes, más aún con tantos años de distancia, o el de Lucas, cuando, a pesar de ser cierta su inferioridad respecto a las primeras, nunca se sale del universo que él se ha trazado en las tres nuevas películas de ‘Star Wars’.

Ahora amenazan con darnos una nueva versión de ‘Alien’, dirigida por un desconocido que dicen que es un genio. Y con otra de ‘Predator’, dirigida por el flojísimo Robert Rodríguez, quien, menos mal y esperamos que sea definitivo, aplaza así su película sobre Red Sonja. Es decir, lo peor no es que se haya degradado e infantilizado a estos iconos, sino que la degradación continúa, pues hay directores con poder (y sin talento) dispuestos a sacar toda la tajada que puedan. No me parecería mal si tanta gente no les diese crédito, es decir, si les diesen la espalda como por suerte parece que está ocurriendo con la infumable cuarta parte de ‘Terminator’. Y es que los espectadores somos confiados, pero no lelos.

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