Han sido nueve intensas temporadas. Nueve años de altibajos, cambios de jefe, amoríos, locuras, bromas pesadas y papel. Una comedia que arrancó con unos datos de audiencia y críticas que no le auguraban mucho futuro pero acabó convirtiéndose en uno de los títulos más exitosos de NBC. Era tarea difícil hacer frente a los personajes y el humor tan particular que Ricky Gervais inyectó a su ‘The Office’, pero la adaptación americana rápido probó que no tenía nada que envidiar a la original y encontró su propio camino, su propio humor.
La despedida de Michael Scott como uno de los jefes televisivos más patéticamente divertidos supuso un antes y un después en la oficina, que ya llevaba un par de temporadas tambaleándose en una rutina que hizo que perdiese la chispa salvo algunos arcos argumentales que supusieron un oasis en aquellos tiempos confusos.
Recuperando el espíritu
En cuanto Andy dejó de envenenar la dinámica, Dunder Mifflin volvía a oler a aquella serie que nos enamoró. Uno de los grandes aciertos ha sido ese triángulo convertido en cuarteto entre Ángela, Óscar, el senador y Dwight, con toda clase de idas y venidas. También hemos vuelto a esos momentos de loca cotidianeidad, como aquella competición con los aviones de papel y, por supuesto, hemos vuelto a Pam y Jim.
Ellos siempre fueron la espina dorsal emocional de ‘The Office’ y uno de los motivos de que empezase a dispersarse en la sexta temporada fue que su relación había caído en el terreno de la indiferencia. Esa complicidad existía pero ya no era la misma química, y cuando ésta cambió entre ellos, lo hizo también con el resto de los personajes. Ésta temporada ha vuelto a darnos esa conexión con ellos siendo a la vez consecuentes con los personajes y la evolución que han sufrido con el paso de los años, culminándolo de la manera más romántica y perfecta con esa mirada a todo lo vivido.
El acierto de lo meta
A partir de ahí, toda esa trama se ha convertido en un auto homenaje que ha servido de motor para empujar a sus personajes hacia la despedida, desde un renovado Andy y su ansiada fama hasta esos secretos grabados durante 9 años entre las paredes de la oficina de Scranton, una intimidad con el espectador de la que de repente son conscientes y les hace temblar de miedo pero también de emoción. Y mira que ya nos tenían con el hola, hemos hecho meta lo meta.
El adiós definitivo
- Michael, I can't believe you came... - That's what she said - Best prank everTodo ha llegado al emotivo triple final. Primero con un especial documental que repasa todo lo vivido y todo aquello que hace especial a ‘The Office’ a la vez que nos hace partícipes una vez más de su magia de la mano de reparto, guionistas, creadores e incluso fans. Después hemos viajado un año al futuro, donde de nuevo emplean lo meta para regalarnos una entrada a las vidas de los personajes más allá del final feliz, encontrando el equilibro entre una despedida emotiva, divertida y fiel a los personajes hasta el último momento.
Erin encuentra a sus padres, Michael es el padrino de boda de Dwight, Kelly y Ryan acaban juntos, Nellie consigue su bebé, Jim su oportunidad, Ángela su granja de gatos y Stanley su jubilación. Y de nuevo, mantienen esa celebración de los nueve años de la serie valiéndose de la genial excusa de los extras para el DVD del falso documental para echar una mirada a pasado y presente y ver cómo todo es diferente y a la vez es igual, desde el más pequeño al más grande de los detalles, como esa vuelta de tuerca a las bromas y jueguecitos de Jim a Dwight, el arresto de Creed o el mural de Pam.
En resumen, uno de los finales más perfectos, consecuentes, emotivos y conseguidos para una gran temporada y para una serie que deja atrás grandes personajes, inolvidables cold openings, miradas a cámara socarronas y, en definitiva, un título que se ha ganado de sobra su posición en la pila de las especiales. Se les va a echar de menos, y sin embargo ha sido una despedida tan perfecta que no duele tanto decir adiós, sonrisa en boca.
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