Especial Jerry Goldsmith en Blogdecine

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Especial Jerry Goldsmith en Blogdecine

"Si nuestra música sobrevive, de lo cual no tengo dudas, será porque era buena." (Jerry Goldsmith)

Relegada de un tiempo a esta parte a un segundo plano que en algunos casos deviene en lo doloroso de observar como queda maltratada por unos productores que, de la misma manera que pasara de forma mayoritaria durante buena parte de los sesenta y los setenta, han dejado de prestarle atención, no es exagerado afirmar que la música de cine no está pasando por su mejor momento. De acuerdo, hay brillantes excepciones con nombres como los de Michael Giacchino, John Powell, Hans Zimmer o Danny Elfman, músicos que siguen entendiendo lo fundamental del protagonismo de una partitura para una producción cinematográfica.

Desafortunadamente, son sólo eso, excepciones para lo que hace dos y tres décadas era NORMA. Y porque soy de los que se crió en un momento en que la música para las imágenes en movimiento alcanzó su paroxismo y porque, a día de hoy, es el género sonoro al que más horas de audición he dedicado a lo largo de mi vida, creo que el momento actual es el idóneo para comenzar a reivindicar la suma relevancia que un score puede tener para dar vida a un filme. Y qué mejor que hacerlo asomándonos a la vasta y variadísima producción del que creo que es el MEJOR compositor de la historia del cine: Jerry Goldsmith.

Jerry Goldsmith, músico todoterreno

Jerrygoldsmith 2

Es más que probable que muchos me rebatieráis tal calificación cuando parece indiscutible que dicho título es propiedad única de John Williams. Y no os discutiré tal cosa cuando es éste al que debemos las melodías más memorables de la historia del cine y la recuperación del sonido clásico para el Hollywood de finales de los setenta y los ochenta. Pero, simplificando mucho una explicación bastante compleja, creo que allí donde Williams lo ha tenido "fácil" gracias a su temprana asociación con Lucas y Spielberg, pocos fueron los momentos en los que a Goldsmith se le concedió la gracia de poder poner su talento al servicio de uno de esos blockbusters que habrían universalizado su música.

Debido a ello, la extensa trayectoria del maestro se vio jalonada, como veremos a partir del jueves, por un altísimo porcentaje de títulos de los que nadie se acuerda ya, producciones de reducido presupuesto y aún más limitada repercusión que, sólo atendiendo a su música, siempre contaron con el 100% del talento del compositor. Y ese es uno de los motivos fundamentales para calificarlo como el mejor compositor de la historia del cine, el haber tratado como serie A a producciones que quedaban lejos de dicho grupo y que en manos de otros artistas menos comprometidos con su profesión habrían encontrado trabajos meramente alimenticios.

Así lo demuestran las más de 160 películas que contaron con su batuta, un número asombroso en el que como digo hubo lugar para cintas de lo más variopinto y sonoridades que se movieron entre el sinfonismo más desaforado, las experimentaciones electrónicas que ocuparon una parte nada desdeñable de lo que ofreció durante los años ochenta y ese dodecafonismo sobre el incurrió en un reducido puñado de títulos y que, unido a los dos extremos anteriores demuestra, más allá de toda duda razonable, que al asomarnos a la filmografía del californiano lo estamos haciendo a una de las más complejas que ha dado la historia del cine.

Huelga decir que, a ritmo de dos entradas por semana, este especial se antoja a priori igual de prolongado en el tiempo que el de Cómic en cine al que dábamos finalización hace unos días. Pero poder haceros partícipes de sus mayores logros será pago suficiente para tan extensa labor. Eso sí, una disculpa de antemano: aunque he intentado encontrarlas por todos los canales disponibles, cuatro serán las cintas que no podrán figurar en este especial: 'El rostro del fugitivo' ('Face of a Fugitive', Paul Wendkos, 1959); 'The Crimebusters' (id, Boris Sagal, 1962); 'Homicidio justificado' ('Warning Shot', Buzz Kulik, 1967) y 'Pasiones en juego' ('Players', Anthony Harvey, 1979).

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