'Bright': los mundos de J.R.R. Tolkien y David Ayer confluyen en un blockbuster sencillamente genial

'Bright': los mundos de J.R.R. Tolkien y David Ayer confluyen en un blockbuster sencillamente genial

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'Bright': los mundos de J.R.R. Tolkien y David Ayer confluyen en un blockbuster sencillamente genial

Hace una larga temporada, un buen amigo y ávido devorador de guiones —de esos que no pasan por alto los grandes bombazos de la Black List año tras año— me envió entusiasmado un libreto que acababa de devorar, instándome a leerlo cuanto antes. La obra en cuestión estaba firmada por Max Landis bajo el título de 'Bright', y la dedicatoria que figuraba sobre la cubierta del documento —"For JRR Tolkien and David Ayer, who bring worlds to life"presagiaba una lectura de lo más especial y atípica.

Las poco más de 100 páginas del texto y el mundo creado en ellas en una inspirada hibridación entre el género policiaco y la fantasía épica desprendían un frescor, un ingenio y una efectividad que parecían perdidas entre la repetitiva tiranía hollywoodiense. Sabiendo esto, es comprensible que recibiese con particular entusiasmo la noticia de que David Ayer iba a hacerse cargo de la dirección del proyecto bajo el ala de Netflix, uno de los últimos bastiones en los que presupuesto y libertad creativa no están reñidos hasta cierto punto, manteniendo su tono adulto y apostando por la producción fichando a dos estrellas de primer nivel como Will Smith y Joel Edgerton para dar vida a la pareja protagonista.

Tras haberle dado al play con tanta expectación como temor y después de haber disfrutado plenamente de las aventuras de Jakoby y Ward en la —por desgracia— pequeña pantalla, puedo concluir que 'Bright' no sólo está a años luz del desastre que muchos han proclamado —la discrepancia entre público y crítica está siendo salvaje—, sino que destaca como un blockbuster modélico, divertidísimo, vibrante y rodado a la perfección, que confirma mis sospechas de que el patinazo de Ayer con 'Escuadrón Suicida' fue una anomalía propiciada por el estudio y no por el propio director.

 Puro Ayer. Puro Tolkien. Pura magia.

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A pesar de que, en primera instancia, pueda parecer imposible hacer converger dos universos tan dispares como los que dan forma a 'Bright' sin caer en el ridículo o en el más grande de los disparates, es esta extraña y original pareja la que, sin necesidad de una varita mágica —tan sólo talento y la ausencia total de complejos—, convierten al largometraje en una experiencia única; refrescante y recomendable a partes iguales.

El "gen Tolkien" del filme abraza sin tapujos la mitología propia de esa catedral de la fantasía literaria que es 'El Señor de los Anillos', evitando quedarse en la superficie y combinando la coexistencia de diversas razas como orcos, elfos y humanos con profecías, señores oscuros, guerras milenarias, alianzas históricas entre enemigos mortales para enfrentarse a un mal mayor y todos los tópicos que se ocurran aplicados con una autoconsciencia deliciosa.

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No obstante, es la esencia y leitmotivs propios de la filmografía de David Ayer la que presenta un mayor peso en el cóctel, fusionando magia y criaturas imposibles con las bandas criminales, tatuajes, graffitis y los peligrosos ghettos habituales en la ciudad de Los Angeles que lleva retratando desde sus inicios como director y guionista; todo ello presentado bajo el punto de vista de una peculiar dupla de policías —en este caso más peculiar que nunca— y envuelto por el Hip Hop de rigor poniendo a prueba los subwoofers junto a explosiones, tiroteos y palabras malsonantes.

Dicho esto, queda más que claro que 'Bright' es una cinta cien por cien David Ayer en la línea de las notables 'Día de entrenamiento' o 'Sin tregua'; pero su labor tras las cámaras no se limita a aportar su grano de arena a la atmósfera del filme. El director demuestra una vez más su pericia a la hora de rodar y sumergirnos en el peligroso mundo de la costa oeste a pie de calle, recorriendo los más variopintos escenarios a bordo de un coche patrulla y deslumbrando con unas secuencias de acción espectaculares reforzadas por unos efectos especiales y un diseño de producción intachables.

La aportación de Landis y el problema del Star System

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Sería totalmente injusto no dedicar el espacio que merece en este texto al verdadero germen de 'Bright': un Max Landis cuyo guión, además de suponer un verdadero soplo de aire fresco, destaca en un aspecto fundamental que todo dramaturgo marcará como uno de los pilares de un relato: la construcción de personajes y la evolución de su arco a lo largo de la historia.

Es sencillamente imposible no terminar adorando a Ward y, especialmente, al orco Jakoby, con quien la empatía es prácticamente instantánea tras su primera aparición en pantalla. Los dos policías muestran una progresión dramática que funciona a las mil maravillas —aunque algo previsible, todo sea dicho—, presentan un buen número de matices que invitan a conectar con ellos y sus interacciones destacan como lo mejor de una 'Bright' enriquecida hasta el extremo por las interpretaciones de Will Smith y, especialmente, de un Joel Edgerton genial e irreconocible tras la generosa capa de maquillaje que le oculta.

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Pese a haber sido respetado en gran medida por David Ayer, quien lo ha terminado haciendo suyo, el libreto de Landis ha sufrido algunos cambios enfocados a contentar al respetable que no han sentado mal al conjunto, pero sí que podrían haberlo favorecido en algunos aspectos de haberlo mantenido intacto. Casos como el añadido de un mayor componente épico, la ausencia de un remarcado tratamiento visual casi documental o la innecesaria complicación de la trama en oposición a la sencillez de la historia original son algunos ejemplos de estas variaciones, todos ellos eclipsados por el perceptible blanqueamiento del personaje de Will Smith, mucho más cínico y cretino sobre el papel, probablemente llevado a cabo para mantener la imagen comercial del actor.

Puede que 'Bright' no sea perfecta. Puede que "tan sólo" sea un blockbuster más cuya única vocación sea ofrecer dos horas de divertimento puro y duro —jamás comprenderé cómo esto sigue utilizándose como un agravio—, pero dentro de su liga, este batiburrillo de géneros se sitúa entre los primeros puestos de la tabla. La nueva producción propia de Netflix es un balón de oxígeno placentero, macarra y muy original que arroja un rayo de esperanza ante un panorama dominado por las secuelas genéricas y los remakes oxidados. Ay, David Ayer, qué bueno eres cuando te dejan...

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