Ciencia-ficción: 'La invasión de los ultracuerpos', de Philip Kaufman

Ciencia-ficción: 'La invasión de los ultracuerpos', de Philip Kaufman

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Ciencia-ficción: 'La invasión de los ultracuerpos', de Philip Kaufman

Es probablemente el relato de ciencia-ficción que más veces y en más diversas formas ha sido adaptado a la gran pantalla. De hecho, su primera traslación —como ya comentamos aquí— es una de las obras cumbres del género en el séptimo arte y un clásico con mayúsculas en el que el transcurrir de las seis décadas que han pasado desde que se estrenó apenas han dejado huella. Una cualidad esta última que, de difícil consecución, es la que también marca a fuego el magistral filme que hoy os traemos, pináculo de la filmografía de su director y, por ende, del género en el que se acota este ciclo.

Y es que, cuando uno tiene que aproximarse a 'La invasión de los ultracuerpos' ('Invasion of the Body Snatchers', 1978), muchas son las virtudes que pueden analizarse tanto si se toma al filme como un hecho aislado como si, sobre todo, comienzan a establecerse comparaciones y relaciones con el clásico firmado en 1956 por Don Siegel —cuyo simpático cameo en este filme parece venir a dar validez a lo que Kaufman pone en juego— y se comienza a ver de forma clara la solidez de una producción que, al igual que su predecesora, es preciso reflejo de la época y la sociedad del momento en que se rueda.

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La Invasion De Los Ultracuerpos 1

Centremos incialmente nuestra atención inicial en cómo 'La invasión de los ultracuerpos' se posiciona con firmeza de la misma manera que siempre lo ha hecho la mejor ciencia-ficción, esto es, sirviendo de análisis crítico de las cualidades sociopolíticas de un momento histórico concreto. De hecho, cuando nos acercamos a la mirada que Kaufman y W.D. Richter lanzan sobre la década en la que se rueda su cinta, nos encontramos con dos claras cualidades que la separan de la cinta de Siegel y conforman, junto a otros aspectos que después veremos, su indiscutible personalidad.

El primero de ellos es el traslado de la acción del pequeño pueblo de Santa Mira a una metrópolis como San Francisco. Dicha elección no es nada casual y viene a apoyar el discurso que trasciende de la nueva interpretación que director y guionista hacen no ya de la novela original —que planteaba sin explicitar sus segundas lecturas— sino de su primera adaptación: en lugar de trasladar al espectador una crítica velada hacia la caza de brujas del Macarthismo, Kaufman y Richter arremeten contra la despersonalización de las ciudades y sus habitantes y hacia la cultura del yo.

Esa doble cualidad queda representada primero en esa San Francisco que fuera singular y distinta y que, poco a poco, había ido transformándose en una urbe más de cuantas pueblan el amplio territorio estadounidense; y ridiculizada después en la figura del personaje interpretado por Leonard Nimoy, un psiquiatra de auto-ayuda de esos que tantos florecieron durante los años setenta y a través del cual el filme hace sobria mofa de esa generación de americanos que, perteneciendo ya a la Baby Boomer, fueron recalificados por la ácida pluma de Tom Wolfe como unos narcisistas de cuidado.

¿Remake o secuela?

La Invasion De Los Ultracuerpos 2

Aunque la respuesta a la pregunta que encabeza estas líneas quedaría parcialmente dirimida si se interpreta a 'La invasión de los ultracuerpos' como una nueva versión de lo publicado por Jack Finney en 1954, no cabe duda de que la cinta de Kaufman se acerca tanto a los postulados de Siegel que hablar de remake es lo primero que acude a nuestro raciocinio a la hora de analizar el filme. Ahora bien, ¿es correcto hablar de remake a secas o podríamos estar ante una secuela en toda regla de lo que se había visto dos décadas antes en los cines?

La cuestión surge por un cameo de bastante relevancia que plantea no pocas dudas acerca de si a lo que estamos atendiendo es a una revisitación de la anterior adaptación del texto original o si, por otra parte, nos encontramos con una continuación de los hechos acaecidos en la cinta de Siegel. Dicho cameo, el que supone la aparición de Kevin McCarthy, es uno de esos momentos para el recuerdo, entrando el actor en escena con la misma cara de desquiciado con la que terminaba el primer montaje de la cinta original —antes de que su director se viera forzado a incluir el "happy ending"— y espetando a público y a la pareja protagonista la misma ominosa advertencia.

Que las intenciones de Kaufman no iban más allá de rendir un homenaje a su predecesora es una opción tan plausible como que el director no quiso en ningún momento hablar de secuela cuando era esa precisamente su intención última. Sea como fuere, eso sí, y ya optemos por acercarnos a 'La invasión de los ultracuerpos' bajo una u otra premisa lo que vamos a encontrarnos es un filme superlativo al que esta breve disquisición —compartida no obstante por algunos rincones de la blogosfera— no afecta en absoluto.

'La invasión de los ultracuerpos', invertir la realidad

La Invasion De Los Ultracuerpos 3

Si hay algo que llama poderosamente la atención durante todo el metraje de 'La invasión de los ultracuerpos' es la sutil y desnaturalizada forma en la que Kaufman y Michael Chapman —director de fotografía que acababa de colaborar con Scorsese en la mítica 'Taxi Driver' (id, 1976)— nos muestran la práctica totalidad de la acción. Haciendo gala de una constante inventiva visual, las extrañas angulaciones, el portentoso y expresivo uso de las sombras y la efectividad de la cámara en mano provoca que el espectador se revuelva incómodo en su butaca durante gran parte de la duración de la cinta, consiguiendo el trabajo de ambos transmitir de forma directa y sin molestos regateos el terror que viven los protagonistas.

Reminiscente de títulos como 'El tercer hombre' ('The Third Man', Carol Reed, 1946), 'M, el vampiro de Düsseldorf' ('M', Fritz Lang, 1931) y nombres como los de Welles, Lang o Robert Wiene, otra de las fortalezas inequívocas de la cinta es que no hay aquí instantes de esos que uno le gritaría a los personajes "¡no hagas eso!" o "¡no vayas por ahí!". Es más, cuando parece que los hay, las consecuencias para el protagonista de turno no son precisamente agradables. De hecho, el momento que más se acerca la cinta a rozar el ridículo es en esa ESPECTACULAR última escena, perfectamente justificable, por otra parte.

Coronando dicho final un metraje que sólo encuentra un pequeño bajón de ritmo en su núcleo central —tan ínfimo e irrisorio que no afecta en su valoración final—, que cuenta con un imaginativa y apropiada atmósfera musical compuesta, en su único trabajo para el cine, por Denny Zeitlin, y que queda respaldada por un quinteto de actores en estado de gracia —aunque Sutherland se sitúe por delante de todos sus compañeros—, afirmar como hacía al comienzo que 'La invasión de los ultracuerpos' es un filme capital del género era quizás quedarme corto cuando, a lo mejor, tendría que haber extendido su relevancia al séptimo arte en términos generales.

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