'El guardián invisible', una oportunidad perdida

'El guardián invisible', una oportunidad perdida

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'El guardián invisible', una oportunidad perdida

Da la sensación de que el cine español está empezando a apostar con más fuerza por los thrillers, pues solamente durante el año pasado se estrenaron títulos como ‘Cien años de perdón’, ‘El hombre de las mil caras’, ‘Tarde para la ira’ o ‘Que Dios nos perdone’. Espero que no sea un hecho aislado, sobre todo porque todas ellas merecen la pena en mayor o menor medida -la mejor es la ópera prima de Raúl Arévalo y la menos interesante, la de Daniel Calparsoro, sigue siendo un solvente entretenimiento-.

La última gran apuesta dentro del thriller por parte de nuestro cine es ‘El guardián invisible’, el salto a la gran pantalla de la novela homónima de Dolores Redondo con la que arranca la conocida como la trilogía del Baztán. Está claro que la idea es conseguir el éxito suficiente que justifique adaptar los tres libros y quizá lo consigan, pero la verdad es que, pese a algunas reseñables virtudes técnicas, estamos ante una oportunidad perdida.

Un solvente trabajo de ambientación que no se exprime a fondo

Imagen El Guardian Invisible

Lo primero que llama la atención de ‘El guardián invisible’ es que se nota el mimo que han dedicado al diseño de producción para que realmente luzca como un thriller de primera categoría en el apartado visual. Al respecto es especialmente decisiva la fotografía de Flavio Martínez Libano, tanto por el empaque en sí misma como por su capacidad para aprovechar las particularidades del escenario navarro utilizado.

Destaca en especial la buena utilización de la lluvia constante para enrarecer aún más el ambiente, logrando combinar el distintivo toque rural con el trabajo policial de investigación e incluso integrando el problemático elemento mágico. No es un trabajo extraordinario, de esos que vayas a recordar años después, pero sí a la altura de lo que la película necesita sin dar tampoco la sensación de estar facturado de una forma industrial.

Marta Etura El Guardian Invisible

La cuestión es que Fernando González Molina no era el director idóneo para este material, pues en ‘Palmeras en la nieve’ también contaba con un apoyo técnico reseñable al que él luego apenas lograba aportar nada desde la puesta en escena. Eso aquí se repite, quedando en parte compensado por la fuerza visual que heredaba y por lo atractivas que resultan las localizaciones en Elizondo, pero él debía haberlo elevado en lugar de pasar un tanto desapercibido.

De hecho, decir que pasa desapercibido quizá sea generoso, ya que sí que sucede en lo referente a la investigación policial, donde se opta por mantener una serie de pautas habituales en estas historias, pero falla cuando ha de incidir en el pasado traumático de la protagonista, bien defendida por Marta Etura, pero que tampoco puede hacer milagros para equilibrar el desajuste narrativo que se produce durante esos momentos tanto por la forma de integrarlo en la película como de abordarlo por parte de González Molina.

‘El guardián invisible’ tiene varios problemas

Fotografia El Guardian Invisible

No obstante, ahí sería injusto volcar toda la culpa en el director, ya que el guion de Luiso Berdejo también tiene su parte de responsabilidad. Desconozco hasta qué punto es fruto de la necesidad de mantenerse fiel al material original, pero hay una tendencia demasiado acusada a los diálogos mecánicos, oídos mil y una veces -a veces casi parece que estemos viendo ‘CSI: Elizondo’- sin que aquí se consiga compensar añadiendo elementos en relación al escenario de la historia.

Tampoco ayuda que esas desconexiones del caso, muy potente por la naturaleza de las víctimas, tiendan a resultar frustrantes. Cierto que hay un momento concreto con mucha fuerza, tanto en lo visual como en lo que cuenta, pero impide que ‘El guardián invisible’ fluya con naturalidad. Tampoco me olvido de otras situaciones un tanto pobres como la protagonista consultando con su mentor. Quizá en novela funcionen, pero en la película son otro lastre que encima provoca que la duración se dispare.

Escena El Guardian Invisible

Al menos quedan otros detalles sugerentes como la utilización de la txalaparta en la banda sonora, cuyo uso resulta especialmente acertado en algunas escenas de tensión, incidiendo así en ese toque distintivo por el lugar donde transcurren los hechos, o que el asesino deje un txantxigorri en el pubis de sus víctimas, pero acaban sabiendo a poco dentro de un relato estirado, con varias torpezas narrativas y que acaba logrando que a uno acabe dándole igual la identidad del homicida con tal de que sea desvelada de una vez.

También duele un poco ver a un reparto estimulante un tanto perdido, en algunos casos porque sus personajes simplemente no daban para más -pienso en Manolo Solo o Pedro Casablanc-, mientras que en otros sí que logran elevar el material con el que han de lidiar -Elvira Minguez-, pero no lo suficiente como para lograr el impacto deseado en el espectador. Además, también hay otros que simplemente no funcionan -Benn Northover- por lo poquísimo que aportan.

En definitiva, ‘El guardián invisible’ es una película con cierto atractivo visual echado a perder por una narrativa mejorable debido a una pobre construcción tanto de la propia historia como de los personajes -ahí al menos algunos de los actores hacen que luzcan por encima de lo que hay sobre el papel-. No llega a ser tan mala como ‘Contratiempo’ -a esa su delirante giro final la hundía demasiado-, pero sí es lo suficientemente endeble como para ni siquiera llegar al aprobado raspado.

En Blogdecine | 'El guardián invisible', visitamos el rodaje de la adaptación de la Trilogía de Baztán

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