'Expediente Warren: El caso Enfield', entretenida barraca de feria

'Expediente Warren: El caso Enfield', entretenida barraca de feria

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'Expediente Warren: El caso Enfield', entretenida barraca de feria

‘Expediente Warren 2: El caso Enfield’ (‘The Conjuring 2’, James Wan, 2016) es una vuelta a lo que el director mejor sabe hacer, o al menos a aquello en lo que más cómodo se encuentra. Tras declarar que no volvería a hacerse cargo de un film de terror, ha vuelto a ello probablemente debido al enorme estrés y presión que debió sufrir cuando se hizo cargo de ‘Fast & Furious 7’ (‘Furious Seven’, 2015), rodaje problemático, pero en el que Wan debió gozar lo suyo moviendo la cámara a gran velocidad.

Wan tuvo que elegir entre filmar otra secuela de los rápidos y furiosos y hacer la tercera copia de ‘Insidious’ (íd., 2010), perdón, la secuela de ‘Expediente Warren: The Conjurig’ (‘The Conjuring’, 2013), y decidió pasárselo en grande en un terreno que domina mejor que el blockbuster exagerado. Con todo, algunas de las principales reglas del mismo se encuentran aquí: repetición de esquemas pero a lo grande, más duración, más efectos, más sustos. Pero muchas veces en el cine de horror, casi siempre, más es menos.

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Repetición de esquemas

(From here to the end, Spoilers) ‘Expediente Warren: El caso Enfield’ posee la misma estructura que su antecesora, los mismos bloques narrativos, mejorando única y exclusivamente en una cosa, en el tratamiento que recibe el matrimonio Warren, mucho mejor matizados por las interpretaciones de Vera Farmiga —qué mirada la de esa mujer— y Patrick Wilson. Lógico, al enfrentarse a ellos por segunda vez. Los miedos y deseos del matrimonio se explican mejor, y apunta secuencias tan inspiradas como la de los dos a ambos lados de una puerta en un instante crucial.

Sin embargo, la excepcional labor interpretativa de la pareja protagonista no se repite con el resto del elenco, cuyos personajes no están tan bien matizados como lo estaban en el film anterior. Ni siquiera a la tan alabada niña poseída, protagonista, eso sí, de un instante terrorífico por su composición con el formato scope, aquel que un desenfoque abre las puertas del infierno que está por llegar. Pero instantes tan soberbios como ése no se repiten en una película que, en realidad, es una repetición hasta la saciedad de golpes de efecto.

Algo ocurre con la referencialidad, que puede atisbarse en toda obra artística, en la película. Por un lado, en el ya consabido prólogo, que parece obligatorio, es un guiño más que directo al film ‘Terror en Amityville’ (‘Amityville’, Stuart Rosenberg, 1979), uno de los más celebrados, también muy sobrevalorados, títulos del género. Cuando la acción se traslada a Inglaterra, se desaprovecha la oportunidad de devolver el saludo a la cuna de muchas historias góticas y fantasmales.

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Un horror de pasada

El ejercicio es sobre todo autorreferencial. James Wan ha creado prácticamente un género que lleva su sello. El horror según Wan. Y sus lugares, casi siempre una casa y su sótano, son el escenario donde pasárselo en grande moviendo la cámara; aquí la mueve más que nunca, sin ningún tipo de prejuicio, libre. Pero sin un sentido como sí lo había en la anterior entrega. Virtuosismo por puro placer, por lucirse. Cero atmósfera.

‘Expediente Warren: El caso Enfield’ es un film endiabladamente entretenido a pesar de sus más de dos horas de duración, pero no deja poso. Su retrato del terror no afronta los verdaderos miedos ni profundiza en ellos —como sí lo hizo el propio Wan, o en otros films Jennifer Kent y David Robert Mitchell—, esta vez sólo pretende divertirse. La retahíla de sustos, estratégicamente colocados, es de lo más efectiva, aunque sepamos de antemano cuándo van a sucederse.

Sí es de aplaudir la irreverencia con la que se acercan al estamento de la Iglesia, a pesar de hacerlo con cautela, supongo que por aquello de no herir susceptibilidades. La típica vara con la que miden rasero, el de la fe ciega y crear dioses de la nada para luego exigir la demostración de su no existencia, tiene aquí una vuelta de tortilla bastante inteligente. Una pena que Wan y guionistas no tengan más mala leche al respecto. Eso sí, la monja se ha quedado ya en la retina del respetable, tanto que se anuncia su película en solitario. Esperemos que no sea tan estúpida como aquí.

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