'Gorrión rojo' es un thriller ocasionalmente extravagante, pero demasiado solemne para su propio bien

'Gorrión rojo' es un thriller ocasionalmente extravagante, pero demasiado solemne para su propio bien

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'Gorrión rojo' es un thriller ocasionalmente extravagante, pero demasiado solemne para su propio bien

Más que todos los esfuerzos de Jennifer Lawrence por encontrar una nueva identidad fílmica tras la clausura de la franquicia de 'Los Juegos del Hambre'. Más que los jugueteos con el ambiente ruso que tanto juego ha dado en las historias de espías desde los tiempos de la Guerra Fría. Lo que realmente define a 'Gorrión rojo' es el momento en el que, sin el menor atisbo de ironía, un personaje espeta a otro "¡Me enviaste a una escuela de putas!".

Esa fina linea que separa una enrevesada historia de espionaje con topos insospechados, juegos a varias bandas y violencia seca y dura de una película de explotación sobre jóvenes rusos que son reclutados para tareas de alto riesgo, educándoles para ser bombas sexuales letales y andantes, es la que transita 'Gorrión rojo', sin decidirse por un tono concreto. El consiguiente desconcierto para el espectador, satisfactorio a veces, irritante unas pocas, mareante casi siempre, es el secreto, quien sabe si voluntario, de la película.

La historia completa de su protagonista se remonta a antes de entrar en la perturbadora academia de agentes secretos hipersexualizados: Dominika (Lawrence) es una bailarina clásica que se lesiona en una función y, para seguir manteniendo a su familia (en un curioso paralelismo con 'Los Juegos del Hambre', donde las responsabilidades familiares lanzan a una aventura a la protagonista) acepta un encargo de su tío, que trabaja en el servicio secreto ruso. Poco después se convertirá en uno de estos Gorriones Rojos entrenados por el gobierno e iniciará una absorbente y prohibida relación con un agente de la CIA, Nash (Joel Edgerton).

Y entre todo eso, escenas de sexo fuertecitas y con desnudos frontales, sugerencias incestuosas, violencia desfasada y cruda -incluyendo una violación incómodamente explícita- y torturas filmadas de forma entre realista y fallera. El resultado es una película lleno de altibajos de tono, gritona e irregular, y donde las distintas piezas del puzle empastan solo de forma ocasional. A ello contribuye en parte la fría presencia de Lawrence, perfecta para una asesina robótica en una película de acción pura tipo 'Atómica' (a la que, quizás, apunta parte de la promoción de 'Gorrión rojo', aunque tengan muy poco en común), pero que aquí solo transmite cierta desgana.

Gorriones en dos direcciones

Posiblemente, ese desequilibrio de voces es lo que le da originalidad y un punto de insensatez muy atractivo. La primera mitad de la película, con sus intrigas en el mundo de la alta danza soviética, recuerda a los thrillers hiperestéticos de Brian De Palma, por no decir que hay cierta atmósfera de fantastique que nunca llega a perfilarse. Después entra en una fase de entrenamiento anulador de la personalidad con elevado componente erótico, diálogos que son psicotronía pura y todo con el ambiente de opresión soviética visto desde los Estados Unidos: puro espíritu de exploit al estilo de las películas de cárceles de mujeres de los setenta.

Y finalmente, y algo hace pensar que esa es la parte que realmente interesa a Francis Lawrence dado el tiempo que le dedica -de unos largos, largos 132 minutos de metraje total-, tenemos unas enrevesadas intrigas de espionaje rodadas con una tremenda frialdad. Para ello hace uso de una gran cantidad de actores americanos y británicos imitando el acento ruso con una efectividad que va de lo poco creíble a lo directamente pésimo. Ninguna de esas tres partes por separado se impone a las otras ni dan como fruto un producto con una dirección clara. Y es una pena, porque 'Gorrión rojo' tiene elementos interesantes.

Redsparrow2

Cuando 'Gorrión rojo' enloquece, con sus claustros de creación de agentes sexuales, con sus revelaciones imposibles agolpándose en el último cuarto de metraje, con sus personajes de una pieza y que no desentonarían una producción Cannon de los ochenta, con sus villanos sádicos, sus secuaces sociópatas y sus héroes fríos como el acero, encuentra cierta voz propia porque no conoce la ironía. 'Gorrión rojo' es tremendamente seria hasta cuando es ridícula, y eso le da fuerza y convicción.

Por desgracia, la mayor parte del tiempo 'Gorrión rojo' es una consistente película de espías sin más: cuidada visualmente (aunque nada innovadora en su puesta en escena), con un interesante plantel de secundarios y evocadora de esa Rusia mítica y asfixiante que imaginamos (y quizás mitificamos) desde Europa. Pero la mayor parte del tiempo, también, es confusa en sus intenciones y su tono, en un batiburrillo de influencias que no terminan de dejar claro si 'Gorrión rojo' quiere ser una 'Austin Powers' en serio o una 'El topo' de nueva generación.

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