'Jack Reacher: Nunca vuelvas atrás', impecable secuela

'Jack Reacher: Nunca vuelvas atrás', impecable secuela

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'Jack Reacher: Nunca vuelvas atrás', impecable secuela

Hace unos años se estrenó ‘Jack Reacher’ (íd., 2012), thriller de acción a ratos inspirado, a ratos anodino, pero cuyo personaje central —creación de Lee Child— se quedaba grabado en nuestra memoria. Cruise componía a la perfección un rol de innegable atractivo, gracias al misterio que le rodea. Una secuela estaba más que cantado. ‘Jack Reacher: Nunca vuelvas atrás’ (‘Jacke Reacher: Never Go Back’, 2016) es su título, aunque no se trata de una continuación directa.

Si el primer título tomaba el material del noveno libro de Child dedicado a Reacher, el nuevo film se basa en el decimoctavo. Es lo de menos. Lo que importa es que volvemos a encontrarnos con nuestro querido personaje, que sin ser el colmo de la originalidad, es lo más atractivo de una película que echa mano de todos los resortes del blockbuster. Christopher McQuarrie sólo produce esta vez, mientras que la silla de director recae en Edward Zwick, quien consigue uno de sus mejores trabajos.

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El misterioso Jack Reacher

El director de ‘Leyendas de pasión’ (‘Legend of the Fall’, 1994) y ‘El último samurái’ (‘Last Samurai’, 2003) deja de lado en esta ocasión su sentido de la épica, que casi siempre ha tirado hacia lo ñoño, hacia lo vulgar. En ‘Jack Reacher: Nunca vuelvas atrás’ se vuelve íntimo y cercano. El espectáculo sigue siendo un reclamo, y esta vez se ahondará sobre ese misterioso pasado del protagonista. Lo inteligente del tema es que a pesar de ese acercamiento, el misterio alrededor de su persona sigue, por así decirlo, intacto.

El inicio, o prólogo mejor dicho, nos muestra a Reacher haciendo gala de su efectividad cogiendo a los chicos malos, en este caso policías corruptos que traficaban con inmigrantes. Un muy buen comienzo, con humor incluido, que hace que enseguida volvamos a conectar con el personaje tras cuatro años. Incluso el escenario parece el mismo que el de la secuencia en el primer título donde tiene que deshacerse de cinco matones. Una llamada de teléfono cambia el rumbo.

La premisa de la continuación camina alrededor del nuevo personaje al que encarna Cobie Smulders. Una militar a la que Reacher ayuda de vez en cuando y con la que mantiene sugerentes conversaciones telefónicas. Turner (Smulders) es acusada de vender información secreta, algo que Reacher no está dispuesto a creer; el espectador tampoco. Se establece entonces entre ambos personajes una más que esperada unión. La sorpresa es que Cruise y Smulders poseen una buena química. Renunciar a la historia de amor, más allá del flirteo, es otro punto a favor del film.

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Huyendo de sí mismo

Un film que, al igual que el primer título, mide las secuencias de acción. No se abusa de ellas. Como contrapunto se ofrece una mirada más personal sobre el héroe. Con la aparición del personaje al que da vida Danika Yarosh se establece una estructura familiar bien visible. El lado más humano de Reacher puesto sobre la mesa, jugueteando con su posible pasado y algo muy importante que dejó atrás: una posible hija. Este lado de la historia posee bastante más interés que el villano de la función al que deberá enfrentarse esta vez, por mucho que Robert Knepper desfile con todo un registro de malvados gestos faciales.

Zwick renuncia al espacio abierto. Algunas de las mejores secuencias de acción son en lugares cerrados. Del mismo modo encierra a Reacher en el encuadre, asfixiándolo, y le somete a momentos muy inteligentes en la película. Instantes como el de Reacher y Turner (Smulders) en un hotel —cuya conversación imposibilita el dejarse llevar por sus instintos— o las miradas melancólicas del personaje, recordando su pasado y lo que pudo tener, son buena muestra de ello.

Parece que Tom Cruise productor reflexiona sobre su propio papel dentro del cine, de su estatus de estrella y su imagen pública. Ese plano final, con Reacher haciendo autostop, encierra más de lo que parece. Es el cierre perfecto a una película que no las tiene todas consigo —a ratos, no pocos, es demasiado convencional—. Un personaje —un actor— huyendo de un mundo del que parece no poder escapar, ya que le ha adoptado por completo.

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