'Juego de Tronos' 8x01: reencuentros y revelaciones en los albores de la Gran Guerra

'Juego de Tronos' 8x01: reencuentros y revelaciones en los albores de la Gran Guerra

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'Juego de Tronos' 8x01: reencuentros y revelaciones en los albores de la Gran Guerra

Han pasado prácticamente dos años desde la última vez que visitamos Poniente, y he de reconocer que antes de ver el primer episodio de esta octava y última temporada de ‘Juego de tronos’ jamás jamás pensé que fuese a echar tanto de menos a Jon, Sansa, Tyrion y compañía —a Daenerys algo menos, porque sigue siendo una repelente—.

Pero mientras disfrutaba de ‘Invernalia’ —así se titula el capítulo dirigido por David Nutter— con una sonrisa de oreja a oreja, he ido recordando el gran vacío catódico que nos dejó la serie estandarte de HBO y, más concretamente, un plantel de personajes a los que parece que conozcamos de toda la vida y cuyas dinámicas continúan siendo la mayor virtud de la producción.

Y es precisamente este elemento sobre el que se edifica el pistoletazo de salida de la conclusión de ‘Juego de tronos’, cuyos escasos 50 minutos de duración puede que no hayan rebosado las sorpresas e intensidad a las que estamos acostumbrados, pero funcionan como un primer acto ejemplar —y necesario— para encarar un fin de fiesta que promete ser apasionante.

El poder de un buen reencuentro

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No es casual que ‘Invernalia’ arranque con un plano que evoca sin miramientos nuestro primer contacto con ‘Juego de tronos’ en un ya lejano abril de 2011. Por aquél entonces, seguimos a un jovencísimo Bran que escalaba los edificios de la capital del norte para disfrutar del espectáculo de la llegada de los Baratheon y los Lannister, mientras que en esta ocasión hacemos lo propio con un crío que busca la mejor vista posible para ver llegar a Jon, Daenerys y su ejército de Dothrakis e Inmaculados al bastión Stark.

Este guiño con esencia cíclica, además de transmitir una sensación de cierre, apela en cierto modo a una nostalgia que se filtra en el esqueleto del episodio, cuya estructura está al servicio de los reencuentros entre sus protagonistas; emocionantes como el de Jon y Arya y especialmente tensos como el de Sansa y Daenerys, entre las que la rivalidad y la desconfianza están a la orden del día.

En lo que respecta a estas reuniones, el principal conflicto que se presenta en la ciudad norteña es el retorno de un Jon Nieve que ha perdido su título de Rey en el Norte tras arrodillarse ante Daenerys con el fin de forjar una alianza suficientemente fuerte para repeler la amenaza de los Otros. Un acto que ha costado apoyos y ha sido cuestionado por fieles a la casa Stark como Lyanna Mormont o por la propia Sansa, que duda si la decisión de su hermano ha sido por política o por amor.

Sombras en Desembarco del Rey

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En el último episodio de la séptima temporada, después de que Jon y su escuadrón suicida capturasen a un Espectro y lo llevasen a la capital de Poniente para mostrárselo a Cersei, Euron decidió poner pies en polvorosa para refugiarse en las Islas de Hierro. Pues bien, la pantomima que el Greyjoy urdió junto a la pérfida reina ha dado sus frutos, ya que está de camino a Desembarco acompañado —valga la redundancia— por la Compañía Dorada, dispuesta a luchar por la Lannister. Una maniobra redonda.

Hay que reconocer que el dúo compuesto por Cersei y Euron brinda algunos de los momentos de mayor intensidad del episodio. Por un lado, la reina y sus verdaderas intenciones continúan siendo un enigma que gana enteros gracias a una interpretación de Lena Headey soberbia, que va más allá de las sonrisas conspiratorias para dejar entrever una fragilidad que trata de camuflar a toda costa.

No obstante, y como es habitual, el personaje nos da una de cal y otra de arena, porque si en primera instancia revela un lado humano en el que sacrificios como mantener relaciones sexuales con Euron —que al fin ha cumplido su propósito, aunque haya perdido a su prisionera Yara por el camino, rescatada por Theon— pasan factura, después vuelve a alzarse como una pérfida villana capaz de ordenar a Bronn asesinar a Tyrion y Jaime a cambio de unas monedas de oro. ¿Aceptará el mercenario o será leal a sus camaradas?

Revelaciones —no tan— sorprendentes

Jon Targaryen

Donde ‘Invernalia’ no se muestra tan efectivo es en una capacidad para sorprender mermada por la capacidad de anticipación del respetable y por unos giros que se convirtieron en ironía dramática hace varias temporadas y que llegan a funcionar por las reacciones de los personajes implicados y las posibles consecuencias de los mismos.

La decisión de ocupar varios minutos de metraje con una escena en la que Jon, finalmente, vuela a lomos del dragón Rhaegal, es un detalle en absoluto sutil que anticipa el secreto a voces que será revelado de una vez por todas: en efecto, Nieve no es un bastardo, sino el legítimo heredero al trono, hijo de Lyanna Stark y Rhaegar Targaryen. Una de las tres cabezas del dragón.

Que Jon conozca esto pone patas arriba no sólo el statu quo de 'Juego de tronos', sino una integridad moral del ahora Targaryen que ya ha sido puesta en duda por Sam, cuyo padre y hermano fueron ejecutados sin piedad por Daenerys y que duda que su fiel amigo fuese capaz de tal cosa. ¿Dará el paso Jon y desvelará a la Khaleesi los secretos de su árbol genealógico? Por el momento, no parece muy por la labor...

Benditos cliffhangers

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Si bien 'Invernalia' no cuenta con uno de esos cierres que nos hacen llevarnos las manos a la cabeza mientras pegamos alaridos, planta un par de semillas que prometen una espera interminable hasta la emisión del siguiente capítulo. Porque, ¿qué sería de 'Juego de tronos' sin un buen cliffhanger —o un par de ellos— en la recta final de sus episodios?

La primera de ellas nos sitúa en el Muro —o en lo que queda de él después de la séptima temporada—, donde Beric, Tormund y compañía cruzan sus caminos con el Lord Comandante Eddison Tollett y sus hombres para encontrar una aterradora advertencia: el cuerpo mutilado del pequeño Ned Umber, motivo central de una suerte de grotesco emblema creado con miembros cercenados que avisa de la llegada de las huestes del Rey de la Noche.

Para concluir, la última escena de 'Invernalia' casa a la perfección con el inicio del episodio. Si en el arranque se referenciaba al pequeño Bran antes de su fatídico "accidente", el final reúne al Stark —o lo que queda de él tras su transformación en el Cuervo de Tres Ojos— con el hombre que intentó asesinarle: un Jaime Lannister que ha desertado para unirse a la lucha contra el ejército de los muertos y que cruza miradas con Bran, quien dijo escenas atrás que estaba esperando a un viejo amigo.

¿Estamos ante una pista que apunta a que Jaime será determinante en los acontecimientos venideros como el Valonqar que acabará con la vida de su hermana? Lo descubriremos a lo largo de las próximas cinco semanas.

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