'Los exiliados románticos', la dulce levedad del verano

'Los exiliados románticos', la dulce levedad del verano

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'Los exiliados románticos', la dulce levedad del verano

'Los exiliados románticos', el tercer largometraje de Jonás Trueba -no os perdáis sus films anteriores: 'Todas las canciones hablan de mí' (2010) y 'Los ilusos' (2013)-, fue la gran sorpresa del pasado Festival de Cine de Málaga, donde se alzó con la Biznaga de Plata Premio Especial del Jurado y la Biznaga a la Mejor Música, a cargo de Tulsa. Conociendo las limitaciones de la cinta y la falta de recursos, Trueba y su equipo decidieron volver a innovar a la hora de distribuir la cinta, como ya hicieron con 'Los Ilusos', y mostrarla en una gira veraniega por todos los cines de verano de la geografía española.

El resultado no podría haber sido mejor: muchos espectadores han disfrutado de la película al aire libre, a la fresca y contagiándose de su espíritu veraniego, colorido, alegre y leve, que no simple. Porque aunque se camufle en la ligereza y espontaneidad estival, 'Los exiliados románticos' es un canto a la juventud, al amor, a la amistad y hasta a la estupidez masculina. Ahora llega a las pantallas españolas y si tienes la suerte de que llega a tu ciudad, podrás revivir los amores y viajes de verano bajo el filtro referencial del cine francés.

Último viaje de juventud

Los Exiliados Románticos

Es muy temprano, y Vito sale de su casa con su equipaje. Se reúne con Luis y Francesco, que conducen una furgoneta Volkswagen naranja. Son amigos y emprenden un viaje sin motivo aparente. Charlan, leen o dan una cabezadita durante el viaje. Hacen paradas en Toulouse, París y Annecy, en Francia. Un trayecto largo y a la vez corto en el que los personajes van al encuentro de amores idílicos y a la vez efímeros, con la única misión de sorprenderse a sí mismos y de seguir sintiéndose vivos.

Este viaje luminoso y espontáneo que nos propone Trueba, puede parecer ligero y poco trascendental, pero es en su calma y sencillez donde reside toda su grandeza y complejidad aunque suene contradictorio. 'Los exiliados románticos' termina siendo una optimista -sin faltarle una buena dosis de nostaligia- reflexión sobre ser consciente de que la juventud se acaba y hay que aprovecharla al máximo, aunque a veces ver a tres hombres adultos hacer ciertas cosas puede hacerles parecer inmaduros o estúpidos -uno de los gags más divertidos es el de las chicas debatiendo sobre el test de Bechdel que determina si una película es machista o no-.

Puede que al más impaciente le cueste entrar en el juego debido a que la cinta arranca de forma más lenta. Un ritmo que se va acelerando a medida que se acercan a sus destinos. Y es que, tal y como reza la publicidad de la película, ésta está rodada "sobre la marcha" y el guión se fue escribiendo y reescribiendo a lo largo de los 4.000 km recorridos a lo largo de 12 días. Aunque uno no necesite estos datos para captar su esencia, puede facilitar a otros el entendimiento de su estructura y su carácter libre.

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Una libertad que se respira en todos y cada uno de sus coloridos planos que, junto a esa elección de grabar a los personajes cuando, en apariencia, no está pasando nada, nos recuerda al Rohmer más luminoso. La personalísima voz de Miren Iza y su banda, Tulsa, acompañan a todos y cada uno de los planos de 'Los exiliados románticos', a veces sólo voz y guitarra, otras de forma más psicodélica. Pero la presencia de la cantante, a la que los protagonistas van a ver en concierto en las ciudades a las que van, sirve de nexo algo surrealista a esas tres paradas en el viaje.

Es casi ya una seña de identidad en el cine de Jonás Trueba la utilización de citas de libros y de todo tipo de referencias literarias. En 'Los exiliados románticos' tampoco faltan y se recurre mucho a 'Las pequeñas virtudes' de Natalia Ginzburg y la cinta está llena de relfexiones filosóficas y profundas -la secuencia de la cena en una casa parisina o la frase "Solos vamos más rápido, pero juntos llegamos más lejos"-, que pueden resultar forzadas para algunos, pero para otros son el equilibrio necesario a los momentos sin importancia y cargados de levedad.

Los amores efímeros

Los exiliados románticos

Y son precisamente estos momentos sin importancia, las situaciones leves y que no terminamos de entender porque son bromas íntimas entre los personajes y que sólo nos atrevemos a disfrutar desde fuera, donde reside la frescura y la espontaneidad y donde de verdad vemos el resultado de aquello hecho por diversión y por el simple placer de hacerlo. Las risas de tres amigos que no serían tan genuinas ni contagiosas si no pertenecieran a Vito Sanz, Francesco Carril y Luis E.Parés, amigos en la vida real, y a las chicas que les acompañan: Renata Antonante, Isabelle Stoffel, Vahina Giocante.

Además de una historia de amistad y juventud, la película de Trueba nos cuenta tres historias de amor. Amores reencontrados, efímeros o fracasados. Y la que más brilla de las tres es la de Vito y el reencuentro con su amor de verano en los parisinos Jardines de Luxemburgo. Una declaración en torpe francés, temblorosa, tierna y valiente, que bien podría valerle a Vito Sanz una nominación al Goya al Mejor Actor Revelación.

Puede que 'Los exiliados románticos' no sea una película redonda, pero tampoco pretende serlo. Tampoco quiere ser una obra maestra, ni ni muy profunda o intensa. 'Los exiliados románticos' quiere ser una película de verano, dulce, leve y colorida que nos recuerde aquello del "carpe diem" y nos haga conscientes de las delicias de la juventud y los amores efímeros. En definitiva, una buena película para llevar mejor el final del verano y el principio de curso.

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