'Puertas abiertas' es horrible, relleno sin interés para el catálogo de Netflix

'Puertas abiertas' es horrible, relleno sin interés para el catálogo de Netflix

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'Puertas abiertas' es horrible, relleno sin interés para el catálogo de Netflix

Netflix sigue empeñada en convertirse en una de las compañías de referencia para los amantes del séptimo arte. Hace tiempo que lo consiguió con los seguidores de las series de televisión, pero la gran pantalla todavía se le resiste. Es cierto que ‘Bright’ fue un brote verde en términos de popularidad, pero ‘El rey de la polca’ (‘The Polka King’), su primer estreno de 2018, pasó bastante desapercibida y algo me dice que esa podría ser la tónica dominante este año.

La cuestión es que Netflix necesita dejar contento a todo tipo de público, por lo que tiene que ir ampliando catálogo con títulos donde la diversidad sea la nota reinante. Dentro de esa línea encaja bien la adquisición de ‘Puertas abiertas’ (‘The Open House’), un thriller de terror protagonizado por Dylan Minnette. La cosa se tuerce cuando pasamos de la teoría a la práctica y nos encontramos con una película muy deficiente que muestra la peor cara del cine de home invasión.

Cuando todo se hace mal

Puertas

El punto de partida de ‘Puertas abiertas’ solamente tiene un detalle que la aleja de multitud de películas similares: una madre y su hijo se mudan a una casa aislada en las montañas de la hermana de ella tras la muerte de su marido. Allí se ven obligados a abandonar la casa puntualmente cada vez que llega el día para enseñársela a posibles compradores. El problema es que uno de ellos decide empezar a acosarles.

El drama de ellos dos era lo que podía convertirla en una película con cierta personalidad -ya en 1987 hubo una película con un psicópata que se cargaba en ese caso a los agentes inmobiliarios encargados de mostrar casas a la venta-, pero para ello se necesitaban dos requisitos esenciales: que los personajes sean interesantes y que su evolución tenga lógica y fuerza para que nos interese lo que pueda sucederles. No hay nada de eso en ‘Puertas abiertas’.

Abiertas

El primer y más grave problema de ‘Puertas abiertas’ está en el guion firmado por Matt Angel y Suzanne Coote, también directores de la película. Por un lado tenemos un tratamiento de los personajes falto de garra, monótono y ocasionalmente ridículo -da mucha pena el momento en el que el chaval estalla contra su madre-, lo cual impide que nos tomemos en serio esa intentona de ir creando un halo de suspense alrededor de las cosas raras -tampoco esperéis nada sorprendente ahí- que van sucediéndose.

Casi da la sensación de que Angel y Coote se conforman con que parezca que algo va a suceder, plantando varias semillas que luego no llevan a ninguna parte y que ni siquiera logran que aparezca algo similar a un clima malsano. De hecho, lo que vemos en pantalla pronto deriva en un eterno “porque sí” en el que cuesta encontrar cualquier elemento para no empezar a mirar cuántos minutos faltan para que llegue a su final.

‘Puertas abiertas’ es un desastre

Puertas Abiertas

Tampoco ayuda nada su reparto, con un Minnette algo perdido como adolescente dañado por la pérdida de su madre y una Piercey Dalton en la que sus responsables parecen más interesados en mostrarla en escenas de ducha que en hacer algo que aporte dramáticamente. Además, no existe la más mínima química entre ello, imposibilitando así que uno se tome en serio la relación madre-hijo entre ambos.

Por mi parte no tengo problema en el concepto de desenlace que elige la película, pero es que todo está planteado de tal forma que resulta imprescindible atar cabos ahí de alguna forma en lugar de hacer algo que solo va a provocar frustración en el espectador que aún tenga fe en que ahí todo adquiera un sentido -seguramente el mismo público en el que sus sustos de tercera categoría aún provoquen algún tipo de reacción-.

Y lo peor de todo es que no tiene cualidad alguna para esquivar el aburrimiento. Sé que este aspecto es el más subjetivo de todos y procuro siempre pensar en que haya gente que pueda pasarlo bien aunque no haya sido mi caso. Por desgracia, en ‘Puertas abiertas’ no hay nada que pueda decir que funcione. Bueno, los escenarios naturales no lucen nada mal, pero ahí sería ridículo adjudicar mérito a la película. Ya estaba así.

En definitiva, ‘Puertas abiertas’ es una pérdida de tiempo y relleno de la peor calidad para el catálogo de Netflix. Luego que no se extrañen si el público desconfía de sus películas cuando estrenen una más cuidada y que realmente merezca la pena. Primero demuestra que puedes hacer y luego mete un poco de todo. Haciéndolo al revés es posible que los espectadores que podrían disfrutar con ciertos títulos simplemente prefieran dedicar su tiempo a otra cosa.

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