'Rogue One': una MALA historia de Star Wars

'Rogue One': una MALA historia de Star Wars

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'Rogue One': una MALA historia de Star Wars

Ya es tarde. Disney tiene el control. Se hizo con los superhéroes de Marvel a los que está explotando hasta la saciedad mientras la cosa no deje de amasar millones de dólares en las taquillas. También regresa sobre sus propios films animados aprovechándose del avance en efectos visuales, y desde hace un año pretende explotar a esa gallina de los huevos de oro llamada Star Wars. Después le tocará el turno a Indiana Jones

‘Rogue One: Una historia de Star Wars’ (‘Rogue One: A Star Wars Story’, Gareth Edwards, 2016) es el primer spin-off que se sacan de la manga los directivos de LucasFilms mientras se frotan las manos pensando en repetir a lo bestia la operación que George Lucas hizo en 1977. La acción del film se sitúa entre los hechos narrados en ‘La venganza de los Sith’ (‘Star Wars: Revenge of the Sith’, George Lucas, 2005) y ‘La guerra de las galaxias’ (‘Star Wars’, George Lucas, 1977) y depende demasiado del universo conocido por todo fan.

(From here to the end, Spoilers) En el primer film de la saga que Lucas filmó —sigue siendo uno de los dos mejores— se decía que los planos de la Estrella de la Muerte habían costado numerosas vidas a la hora de conseguirlos. Básicamente ésa es la premisa de ‘Rogue One’, un intento de apartarse de la saga central, de los personajes todos conocidos, aunque sin traicionar el universo en sí salido de la muy imaginativa mente de don Lucas.

Un intento de film bélico

Narrar la incursión del comando que decidió llevar a cabo una misión suicida, en plan ‘Doce del patíbulo’ (‘The Dirty Dozen, Roberto Aldrich, 1967), parece querer llenar un hueco argumental, que con el film más que llenarlo se ha hecho un enorme subrayado de todo lo conocido. De esa forma, ese fundamental elemento para disfrutar del cine, la imaginación, queda transformado en algo trivial, incluso aburrido, la peor clase de aburrimiento que existe, la de la saturación. ‘Rogue One: Una historia de Star Wars’ podría haber ofrecido novedades, no hay absolutamente ninguna.

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Dos horas para ver un choque de destructores imperiales en el espacio absolutamente brutal, dura unos segundos, y uno de los mejores instantes de Darth Vader, que también son unos segundos en el tramo final del film. Una sacada de polla, como me la definió mi compañero Caviaro. Efectivamente, un instante prodigioso que también sería genial si fuese un corto, puesto que no funciona dentro de la película, ya que alude al factor nostalgia de nuevo; y mucho menos lícito que lo que hizo J.J. Abrams.

El film de Gareth Edwards las tenía todas consigo para hacer algo verdaderamente interesante. Numerosos remontajes y filmación de nuevas secuencias, que muy probablemente afectaron a las ideas originales, y puede que más coherentes, dan a entender algo que puede notarse en la estructura narrativa del film: que al mismo le faltan cosas que muy probablemente han excluido por el típico temor a un fracaso comercial. ‘Rogue One’ no avanza con un efectivo crescendo dramático, más bien de forma anodina y a partir de cierto instante, a saltos bruscos.

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Repetición de todos los elementos

Los personajes parecen nuevos. No lo son. La operación llevada a cabo con Daisy Ridley en el séptimo episodio de la saga se repite aunque con menos fortuna. Felicity Jones no se cree tanto su personaje, y el intento de explicación de su infancia pasa por desaprovechar a un actor tan enorme como Mads Mikkelsen. Los personajes que reniegan del Imperio empiezan a multiplicarse en las tramas; y la eterna influencia del “estilo” Han Solo se proyecta sobre personajes-clon como el de Diego Luna.

En 1999 George Lucas debió aprender, o recordar, que el explicar demasiado algo “interesante” termina por destruirlo, o banalizarlo —todos nos rasgamos las vestiduras cuando oímos hablar de los midiclorianos—. Lo mismo sucede cuando repites demasiado algo, por ejemplo La Fuerza. Donnie Yen lleva a cargo un pesadísimo personaje en comunión con la Fuerza y su repelente tufillo religioso; una especie de Zatoichi que cae en el ridículo absoluto cada vez que aparece o abre la boca.

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Como ridículas son prácticamente todas las muertes del film, tildado de oscuro única y exclusivamente porque la fotografía es más oscura en ciertos momentos y porque mueren personajes centrales. Lo cierto es que ese elemento, que podría haber resultado épico, está enteramente desaprovechado en mostrar muertes repentinas que no deberían importar a nadie, no porque lo supiésemos de antemano, sino por el desastroso dibujo de personajes, sin carisma alguno.

Como nulo carisma posee el film en sí, debido a una dirección plana y carente del sentido del espectáculo bien entendido. Disney está exprimiendo la Fuerza para amasar millones y millones al mismo tiempo que estropea un universo que no es precisamente el culmen de la originalidad —muchas referencias, aunque todas bien asimiladas— a base de hurgar en los recuerdos, o momentos, cinéfilos de varias generaciones, estirando y estirando algo que realmente no da para mucho más.

Qué miedo me da la película sobre Han Solo.

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