'Saw VIII' no es un regreso brillante, pero sí una secuela digna y contundente para el fan de Jigsaw

'Saw VIII' no es un regreso brillante, pero sí una secuela digna y contundente para el fan de Jigsaw

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'Saw VIII' no es un regreso brillante, pero sí una secuela digna y contundente para el fan de Jigsaw

Dejémoslo más o menos claro: quejarse de que "están estirando más de lo razonable" la franquicia 'Saw' es no haber entendido demasiado bien su filosofía. Al menos, la que adquirió a partir de su tercera entrega -cuando el asesino original, Jigsaw, murió-, refrendada en el arranque de la cuarta, con una repulsiva secuencia de disección que dejaba claro que no había trampa ni cartón en esa defunción.

Esa filosofía, espoleada por el éxito comercial, es la de la narrativa serial. 'Saw' está consagrada a una eterna huida hacia adelante, a inventar nuevos retruécanos narrativos que justifiquen que la obra de Jigsaw, el asesino moral, perdure incluso una década después de su muerte. Los fans de la serie no llevan esa narrativa como una condena, sino como parte esencial y estimulante de lo que hace fuerte a la serie.

Frente a la filosofía del reboot y de la secuela que pide todo masticado para no dejar fuera de la sala a ningún espectador, 'Saw' lleva años exigiendo a sus seguidores una entrega y una devoción inauditos en estos tiempos. Personajes secundarios que desaparecen durante películas y reaparecen para hacerse un deus ex machina, referencias a trampas o sucesos de los inicios... la serie carece de la más mínima sensatez, pero sí que posee un sentido retorcido y único, que le habla a sus iniciados.

'Saw VIII', el continuista título con el que se ha rebautizado el más abstracto original 'Jigsaw', no es el reboot que, casi una década después de la séptima entrega, cualquier productora habría emprendido. En vez de eso, la película nos sitúa en el presente, diez años después de los últimos crímenes, y con el responsable ya convertido en una leyenda urbana cuyas atrocidades resuenan en el subconsciente colectivo de la ciudad.

Pero parece que alguien está retomando los métodos de Jigsaw. Cuando comienzan de nuevo los crímenes, con cinco personas encerradas, torturadas y eliminadas una a una, un par de policías de integridad dudosa (Callum Keith Rennie y Clé Bennett) y dos forenses que podrían tener algún vínculo intelectual con Jigsaw (Matt Passmore y Hannah Emily Anderson) se convierten en nuevas piezas del macabro puzle.

Continuidad sin riesgos

Sin embargo, 'Jigsaw' no es tan arriesgada en ese sentido como la quinta o sexta entrega, absolutamente dependientes entre sí hasta el punto que se continuaban linealmente en el espacio y el tiempo, como dos episodios de una serie de televisión. No tiene por qué serlo: una década después, los eventos de la séptima entrega han quedado en el pasado, y tanto la persistente tendencia a sobrevivir de Hoffmann (Costas Mandylor) como la sorprendente reaparición del doctor Gordon (Cary Elwes) en la septima entrega se ignoran por completo.

Jigsaw1

Es decir, que 'Jigsaw' es una continuación old-school de Saw, pero también una pequeña ruptura. Las pequeñas tramas que quedaron abiertas en la séptima entrega se ignoran (sorpresa: la serie dejó de producirse porque los rendimientos en taquilla eran insuficientes, no por falta de interés de los productores) y basicamente, solo hay que saber que John Kramer lleva muerto un tiempo.

También hay cierta ruptura estética: se conserva esa deliciosa tendencia al empleo de actores de tercera categoría (con esa devoción, quizás casual, por usar clones de actores populares: esta vez le ha tocado a Chris Pratt, del que Passmore es una versión de serie B), pero la textura de la película ya no es de episodio de relleno de 'Ley y Orden', algo que posiblemente se debe a los nuevos directores a bordo: Michael Spierig y Peter Spierig, algo menos constreñidos que en 'Daybreakers' o 'Predestination'. 'Saw VIII' parece una película de verdad, y para qué vamos a decir otra cosa, pierde algo de punch.

Sin duda, el cambio más discutible es la pérdida de cutrerío casero del primer Jigsaw y hacer trampas más aparatosas y ambiciosas. Se gana espectacularidad pero se pierde inmediatez.

Como también lo pierde con, este sí, un inesperado cambio de escenario: salimos de la fábrica abandonada que ambientaba las (agarraos) siete primeras entregas de 'Saw' y nos vamos a un entorno rural, en una especie de granja, que quizás busque revitalizar los códigos visuales de la saga, pero que hace que pierda algo de identidad. Del mismo modo, las trampas son algo más aparatosas, y con ello pierden un poco de la filosofía do-it-yourself que tenían la icónica trampa reversa para osos o brutalidades como el pozo de grasa de cerdo. El ejemplo perfecto: en esta ocasión, la trampa construida con una motocicleta es, posiblemente, una de las más aparatosas, más de Inventos del TBO de toda la saga, pero también una de las menos memorables, ya que su tamaño no transmite la inmediatez de un buen partirse la crisma con dos bloques de hielo.

Por lo demás, pocas sorpresas: se recurre a un retruécano para ocultar la identidad del asesino y relacionarlo con Jigsaw (Tobin Bell) que no es excesivo para los cánones de la serie (donde el límite, la verdad, está en una credibilidad casi lindante al nivel de 'Aterriza como puedas'). De hecho, la idea nuclear ya ha sido empleada por la serie en su concepto básico. Pero todo está en su sitio: los personajes con seis o siete caras, el moralismo de tebeo de los años cincuenta, el sadismo deliciosamente gratuito...

Jigsaw2

'Saw VIII' no es ni la película más original, ni la más sorprendente, ni siquiera la más sangrienta de la serie (aunque la disección de media cabeza es para muy gourmets de lo extremo). Suma algo de reflexión meta a las andanzas de Jigsaw, con la idea del asesino copycat, pero de nuevo, ya en la séptima había reflexiones sobre el propio mito de Jigsaw con personajes que se habían hecho famosos escribiendo libros sobre la supervivencia a las trampas.

Un carrusel de gore y gente aullando, con alguna trampa bien diseñada (los aperos de labranza cayendo en picado tienen una fuerza visual impresionante), otras que no tanto (la resolución de la trampa de las jeringuillas es lamentable), y que queda, a fin de cuentas, como una entrega más... antes de la siguiente. Porque puede que 'Saw VIII' solo sea un subproducto para fans, pero en ese aspecto cumple de sobra. Más que suficiente para ir preparando triciclo y cintas de cassette de cara a la novena.

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