'She-Ra y las Princesas del Poder': la entretenida temporada 3 continúa ampliando el imaginario de un Grayskull diverso

'She-Ra y las Princesas del Poder': la entretenida temporada 3 continúa ampliando el imaginario de un Grayskull diverso

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'She-Ra y las Princesas del Poder': la entretenida temporada 3 continúa ampliando el imaginario de un Grayskull diverso

La perspectiva superheroica conduce, en bastantes de ocasiones, a la creación de un enemigo claro, un antagonista sobre el que recaen los males universales y sobre el que las trazas de multidimensionalidad destacan por sus manidas construcciones.

Quizá por eso 'She-Ra y las Princesas del poder' sea uno de los casos más llamativos, dado, en primer lugar, su condición de producción adolescente, algo que resuena en todo momento en la serie, y, en segundo, su extensión en el tiempo, que ha permitido a Noelle Stevenson, su creadora, explorar de forma resuelta los conflictos de todos y cada uno de sus personajes.

En su tercera temporada, disponible en Netflix, la adaptación del clásico personaje de Masters del Universo que levantó tantas ampollas desde sus inicios se resuelve decidida a mantener los pilares con los que está construida. Primero y fundamental, la importancia de la amistad, pero también la creación de un imaginario feminista, diverso e inclusivo, así como la deriva de una serie que nace como una propuesta de aventuras y termina convirtiéndose en un interesante estudio de personajes.

Después de dos entregas en las que la serie ha explorado la diversidad y la importancia de los lazos y la unión, 'She-Ra y las Princesas del Poder' vuelve con una tercera temporada que, sin renegar nunca de su público objetivo, pone sobre la mesa interesantes debates con un claro telón de fondo: la dificultad de crecer, la amistad como fundamento y el poder de la ficción como catalizadora de visibilidad y pedagogía.

Unas lecciones sobre el ser humano y las relaciones interpersonales que la serie no pretende convertir en categóricas. A través de trazas de complejidad en los conflictos a los que sus personajes se enfrentan, sin llegar a la profundidad de otras producciones como 'Steven Universe', 'She-Ra y las Princesas del Poder' es un convencional y entretenido coming of age que apunta a la construcción de un imaginario donde la diversidad está visibilizada de forma sugerente.

AVISO: Este texto contiene spoilers de la tercera temporada de 'She-Ra y las Princesas del Poder'

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La normalización sugerente frente al "queerbaiting"

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Una de las cuestiones que se le han achacado a la serie es su aspecto de cebo para comunidades LGBT. Es lo que se conoce como queerbaiting, un cebo en los productos culturales que pretende la captación de público con la inclusión de personajes y tramas que parecen mostrar diversidad pero nunca terminan de concretarse, algo que bien podríamos observar con Marvel y su extraña relación con lo LGBT.

Algo que, sin embargo, no tiene la misma dimensión en 'She-Ra y las princesas del poder'. Ya ocurrió durante la segunda temporada con la aparición de los padres de Bow, una pareja de historiadores a los que su hijo no quería decepcionar por no continuar con la senda que éstos pensaban para él, y se ha refrendado en la tercera entrega con una divertida escena en la que Huntara mira a otra mujer con interés recíproco hasta que Adora, en busca de la atención de su nueva figura de inspiración y admiración, la interrumpe y frustra el flirteo.

Porque la serie, sin necesitar hacer explícita la inclusión de personajes racializados o de diversas orientaciones sexuales, incluye un amplio abanico que celebra la diversidad desde la sutileza que marca una visibilización más comprometida por una inclusión normalizada que forzada. Esto es algo que, eso sí, nunca desde el ámbito de las protagonistas, en cuya condición nunca se profundiza a pesar de la clara tensión homoerótica entre personajes como Adora y Catra.

Esto no deja de ser llamativo si tenemos en cuenta que 'She-Ra y las Princesas del Poder' nace en el seno de Netflix, una plataforma anclada en la capitalización de la diversidad. 'Queer eye', 'Sex education' o 'Élite' muestran una evidente preocupación por la inclusión de elementos no normativos en una estrategia que parece más marcada por los designios de un mercado que ve un nicho de explotación comercial en un público concienciado de la importancia de la inclusión en la ficción que por la importancia social que tiene, en sí, la muestra de esta diversidad.

Y sí, 'She-Ra y las princesas del poder' nace dentro de un establishment preocupado por ampliar las miras de un imaginario diverso que podría ser explotado para conseguir un importante rédito económico. Esto explica también la premura de producción de la serie, que en algo más de un año ya cuenta con tres temporadas, un tiempo inaudito para un proyecto de este tipo que también haría lógica su apresurada y torpe animación.

'She-Ra y las princesas del poder', temporada 3: la losa de las expectativas

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La renovación del público adolescente también ha motivado la necesidad de refrescar el tratamiento de los personajes en la serie, algo que marca una consciente y continua búsqueda de matices en la construcción de sus personajes, una regla en la que el villano principal, Hordak, parecía ser la excepción. Nada más lejos de la realidad, pues durante esta nueva entrega, su trama ha apuntado hacia los mismos conflictos que pueblan al resto de personajes: la continua búsqueda de aprobación.

Revelar que Hordak es, en realidad, un clon fallido que busca regresar a su universo de origen para recuperar el favor de su creador convierte al villano en otro adolescente negado más, situación que se repite a menudo. Las expectativas y el ansia por la aprobación de figuras ajenas dignifican al antagonista, creando una inesperada empatía que insiste en los matices del bien y el mal en claro tono pedagógico.

De hecho, la fuerza de las expectativas y el deseo de cumplirlas a toda costa son las que llevan a Catra a la desesperación. A pesar de que hay momentos de verdadera felicidad -al menos aparente en Crimson Peak-, el yugo del fracaso y la fijación en Adora es tal que la única salida para el personaje es volver, incluso con mayor insistencia, a procurar el caos y la destrucción.

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El imposible cumplimiento de las expectativas que la serie refleja tiene claras vinculaciones con lo millennial y lo que la sociedad espera de una juventud que se ha visto inmersa en una gigantesca crisis económica y política, pero también moral y ética. Resuena entonces la exigencia: los jóvenes deben reajustarse a velocidad de crucero a las necesidades que marca un sistema en mutación total, al mismo tiempo que pelean por esclarecer su identidad, difuminada por su contexto.

Una compleja diatriba que 'She-Ra y las Princesas del Poder' toma como punto de partida para reflexionar sobre la madurez de una generación que vive con la losa del futuro en un presente desolador, al mismo tiempo que desgrana con insistencia la necesidad de la unión y la celebración de la diferencia para sembrar las semillas del futuro.

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