'Tarde para la ira', cuando los Goya hacen justicia

'Tarde para la ira', cuando los Goya hacen justicia

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'Tarde para la ira', cuando los Goya hacen justicia

El título en inglés elegido para la última película de Raúl Arévalo es 'La furia del hombre paciente' hace bastante honor al tema que trata la película. Gran parte del impacto que tiene su visionado es que, si no has leído nada sobre ella, su argumento se desglosa paulatinamente como una revelación de los personajes, en la que empiezas a atar los cabos de lo que les lleva a realizar sus terribles actos. 'Tarde para la ira' (2016) es una película sobre venganza en frío y ese carácter árido y sucio de la península ibérica en el que surge su violencia.

Tras ganar el Goya a la mejor película y guión, a uno le escuece un poquito menos que la academia haya ignorado una película tan inédita, tan necesaria en nuestra filmografía como 'Gernika' (2016). En cierta forma el premio a Arévalo, lo es también un poco para el director de la misma, Koldo Serra, cuya 'Bosque de Sombras' (2006), es una de las principales cuñas para dejar salir el thriller de gusto ibérico que se escondía en nuestra cantera. Así, hace una década, Serra ponía la escopeta y la venganza, que bebe del Spanish Gothic, en paralelo con sus referentes americanos.

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Violencia con denominación de origen

Arévalo cita a Garrone, Audiard y Dardenne, pero el Peckinpah más violento se cuela entre la pólvora de sus cartuchos y nos recuerda que este reconocimiento supone una escalada de un género en el que, junto con Serra, teníamos 'La noche de los girasoles' (2006), también tratando la venganza y la violencia heredada en el ADN español como parte de las entrañas de su suelo rural y la incomunicación. Ya esas dos muestras miraban hacia el Saura de 'La Caza'(1966), que reactivaba su propio legado con la, de alguna manera pionera, 'El Séptimo día' (2004).

Y es que el ambiente rural, la tasca, el crimen y la España profunda en su vertiente más trágica y dolorosa, con el quejío de sus crímenes de bajos instintos y envidias, ya se miraba en la crónica negra. Y antes de que llegara Alberto Rodríguez y se empezara a hablar del nuevo thriller Español, algunos cineastas fueron abriendo el camino para recuperar una tradición setentera que tenía a Pedro Olea, Mario Camus, Victor Erice o el Borau de 'Furtivos' (1975), en la que todas estas nuevas obras se miran.

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Por tanto, tanto el reconocimiento a 'La isla mínima' (2014) como a 'Tarde para la ira' (2016) son una pequeña reafirmación de que si hay un género que calza a la perfección con las aspiraciones de hacer cine sobre presupuestos ajustados de las nuevas voces, con las influencias americanas de las que ha bebido toda una nueva generación (Hill, Boorman, Friedkin, Schlesinger...), ese es el thriller, el crimen, incluso un nuevo tipo de neo western contemporáneo.

La hora del cine de género

'Tarde para la ira' propone una nueva España desolada por la crisis en el que lo material ha descompuesto a sus personajes, y se traduce en diferentes texturas de bajos fondos en los que ninguno de los criminales lo aparenta. Todos esconden su culpa como un secreto y tratan de llevar vidas al margen de sus decisiones. El pecado, sobre le que se sustenta la normalidad reconstruida en sangre, reaparece en forma de recordatorio. El efecto mariposa, silencioso pero imparable, que alimenta la inevitabilidad de la causa y efecto.

En esta combinación de Western y cine de mafia casi costumbrista, decanta en ocasiones algunas gotas del cine de Eloy de la Iglesia, del mundo quinqui pasado por la batidora de un mundo informatizado, en el que la tecnología y los nuevos medios no evitan que el crimen siga funcionando de la misma manera. Una visión del cine que sorprende en Arévalo, cuya cara nos es muy familiar en el pantalla en todo tipo de proyectos y que ha decidido no aparecer, ni siquiera, en un pequeño papel o cameo.

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Y es que, aunque todo el reparto es magnífico, el protagonismo es para Antonio de la Torre. Se ha llenado tinta sobre su interpretación y no aporto nada si reincido en que él, y su mirada furibunda, llevan la película encima. Sus silencios son elipsis y su semblante es elocuente. Sólo un actor como De la Torre podría dar vida ese hombre corriente, roto por dentro y transformado con tan sólo mirar su cara. 'Tarde para la ira' es justa vencedora en una edición con buen cine, pero su triunfo es importante por alinearse con una posibilidad industrial que no mira por encima del hombro el formato de género.

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