La primera temporada de 'The Handmaid's Tale' entiende la novela y sustituye reflexión por emoción

La primera temporada de 'The Handmaid's Tale' entiende la novela y sustituye reflexión por emoción

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La primera temporada de 'The Handmaid's Tale' entiende la novela y sustituye reflexión por emoción

Hay muchas cosas que 'The Handmaid's Tale' ha hecho singularmente bien a lo largo de su primera temporada. Si acceder al libro de Margaret Atwood y el visionado de la interesante pero fallida adaptación al cine en 1990 puedes poner en valor muchas de esas cosas: 'The Handmaid's Tale' podía haberse despeñado en muchos momentos de esta arriesgada primera entrega de las aventuras de Defred, pero el funambulismo ha acabado funcionando.

De todos modos, y aunque su sombra va a ser perenne mientras dure la serie, 'The Handmaid's Tale' se ha desembarazado del sambenito de ser una adaptación de ideas ajenas. Pese a la fidelidad y el respeto tanto estético como argumental y en términos de mensaje que ha demostrado hacia el libro de Atwood, la serie de Bruce Miller ya es una ficción distópica de largo alcance por méritos propios.

(A partir de aquí, spoilers)

En ningún momento 'The Handmaid's Tale' ha pecado de caer en la obviedad o el discursito fácil, en la proclama o el panfleto, aunque está muy claro qué tipo de advertencia está enviando. Para ello ha partido de las bases estéticas y argumentales del género distópico (no hace nada que no sea el eterno derivado orwelliano de control, propaganda y represión blanda) para que demos por sentado su mensaje sin necesidad de que nos lo machaque.

Esa sutileza a la hora de plasmar lo que cuenta esta historia de mujeres del futuro que han quedado reducidas a meros vientres de alquiler forzosos de los gerifaltes del gobierno (y sus esposas) está perfectamente resumido en el último capitulo de la primera temporada. 'Night' es un buen resumen de las virtudes de 'The Handmaid's Tale' y por qué su mensaje feminista, aún complejo y duro, se expresa alto y claro.

Para empezar, es impresionante el tratamiento de los hombres en toda la serie, pero especialmente en este episodio. El retrato de Nick el chófer como alguien con quien Defred empatiza de forma intermitente y que fue retratado con escalofriante verismo en su ataque de celos sordos e hirientes, recibió ayer la puntilla al cambiar su actitud con la protagonista: como el bebé del que se ha quedado embarazada es suyo, vuelve a estar interesado en ella.

También presenciamos un castigo ejemplarizante a un Comandante tras seducir a su criada. Además de la impecable realización de juicio y condena, llevando al límite la mezcla entre frialdad y crueldad con la que se retratan todos los procesos legales de la serie, sirve para que el espectador confirme que no hay que fiarse de los hombres en esta serie. Están dispuestos a sacrificar a uno de los suyos para que el statu quo se mantenga.

Viva la revolution

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En 'Night' cuaja un cambio que se venía incubando desde el principio de la serie: la toma de conciencia de las criadas en general y de Defred en particular. La serie obra de forma muy inteligente también para canalizar este cambio, y lo hace por partida doble: por una parte, Defred recibe por parte de la "resistencia" un paquete de recortes con testimonios de mujeres. Es un bellísimo detalle que eso sea material clandestino, tan peligroso como una bomba.

Por otra, Defred termina de entender que la rebelión es necesaria a través de la compasión, cuando inicia una pequeña revolución entre sus compañeras negándose a lapidar a una compañera. El mensaje es tan claro y, a la vez, tan positivo, que marca de forma indeleble a la serie de tal modo que es posible que nunca llegue a perder este tono a la vez trágico y esperanzado.

El videoclip de criadas / Espartaco suena algo artificioso.

De acuerdo: la situación se le va un poco de las manos a los responsables de 'The Handmaid's Tale', y esa especie de videoclip de criadas / Espartaco asumiendo su función revolucionaria peca un poco de artificiosa, pero lo cierto es que la redención funciona para espectador y para protagonista. La conclusión es inmediatamente anterior a la novela, y aunque los lectores de ésta (y conocedores de la primera adaptación) saben cuál es el destino de Defred, la explosión de gozo y afirmamiento de la protagonista funciona, aunque sea como cliffhanger.

El espectacular talento para la interpretación y la empatía con el espectador de Elizabeth Moss queda reafirmado en este capítulo, que compone a una mujer capaz de perder los estribos (en la secuencia más terrible del episodio, y una de las más impactantes de la temporada) y a la vez asumir un papel pivotal en la futura revolución. La pregunta ahora es obvia: finalizado (o casi) el material literario, ¿podrá la serie estar a la altura?

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Lo descubriremos el año que viene. 'The Handmaid's Tale' ha entendido el tono y el mensaje de la novela, sustituyendo reflexión por emoción perfectamente, y todo hace pensar que la segunda temporada seguirá por esos derroteros. ¿Habrá una perspectiva más global de esta distopía, diversificándose visiones y personajes? ¿Habrá un reseteo de la situación, haciendo de nuevo "el cuento de la criada' honor a su título?

Es complicado de saber, las posibilidades son múltiples. De momento, nos quedamos con el buen sabor de boca de una de las series de ciencia-ficción del año y una conclusión a la altura de su propuesta. La revolución de Defren está viva, y definitivamente alojada en nuestros corazones.

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