'Todos mis amigos están muertos': Polonia contraataca en Netflix con una trasnochada comedia de terror, gore y destape anacrónico

'Todos mis amigos están muertos': Polonia contraataca en Netflix con una trasnochada comedia de terror, gore y destape anacrónico

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'Todos mis amigos están muertos': Polonia contraataca en Netflix con una trasnochada comedia de terror, gore y destape anacrónico

'Todos mis amigos están muertos' ('Wszyscy moi przyjaciele nie żyją', 2021) es el segundo intento de cine de terror adolescente de Polonia estrenado en Netflix, tras la pobretona 'Nadie duerme en el bosque esta noche' ('W lesie dzis nie zasnie nikt', 2020) y, aunque tiene más ritmo que aquella, no es un buen expositor de lo que tiene que ofrecer un país cuya oferta de terror ha sido siempre estimulante, pese a que ha permanecido siempre en un lugar marginal.

La propuesta, escrita y dirigida por Jan Belcl, ofrece una mezcla de comedia negra y terror juvenil que navega entre el slasher casual y la propuesta de gore por el gore, casi más parecido a los subproductos tarantinianos de los años 2000 que a películas que, a priori, comparten un espíritu similar como 'Piraña 3D' (2010), aumentando el mamarracheo post 'American Pie' (1999) con un aumento del humor bobalicón, los estereotipos de mirada masculina a la mujer y las escenas de sexo casi explícito.

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Todosamigos

El argumento de 'Todos mis amigos están muertos' es parecido al de películas como 'Afterparty' (2013), durante una fiesta de Nochevieja, seguimos a una serie de personajes arquetípicos. Tenemos al gran deportista, el repartidor de pizzas nerd, una sosias de la madre de Stifler, un consumidor de éxtasis, un adolescente desesperado por casarse con el amor de su vida o un joven dentro del armario, entre otros.

Las historias de cada uno se unen en un gran relato coral en el que las angustias, consecuencias y secretos generan situaciones de enredo hasta cierto punto con un tono similar al de 'Very Bad Things' (1998), pero mucho más caótico y más simpleza que mala baba. En su mayor parte, los personajes se mueven por sus hormonas creando rápidamente un escenario promiscuo, donde todo lleva al sexo entre diferentes personajes bajo una supuesta capa de humor desvencijado que se alterna con algunos episodios de violencia.

All My Friends Are Dead 1

El gore no hace acto de presencia hasta la ultima parte del tercer acto, por lo que hasta ese momento seguimos diferentes subtramas que comienzan a superponerse con personajes topándose entre sí en los pasillos y diferentes habitaciones que hacen mover la acción aunque no hacia ningún lugar mucho mas interesante que una escena de sexo tras otra, con diferentes perversiones (una lluvia dorada que parece un descarte de pornhub) y detalles cómicos que un varón polaco de 14 años encontrará desternillantes.

Clímax gore y rock 'n roll

Las escenas de sexo (que no eróticas) se suceden con la sensación de estar presenciando un cúmulo de fantasías sexuales de alguien que ha de estar sin practicarlo o ver porno durante un periodo prolongado y tuviera la necesidad de plasmarlo en pantalla junto a música rock, lo que crea el efecto de verbena de hace treinta años, que se hace repetitiva y que fuerza la estupidez sin la inteligencia suficiente para llegar al absurdo.

El único momento realmente catártico es la resolución del misterio de las muertes que plantea el film al principio, con una entretenida escena de catastróficas desdichas que concentran todo lo que uno venía a ver en unos pocos minutos. Es como si una secuela de 'Destino Final' (2000) decidiera guardar todos su trucos para los últimos 8 minutos. Desde un adolescente que se atraganta con su propio vómito hasta otro colgado del techo con una soga, hay un despliegue sangriento y cafre que casi justifica el resto.

Sin embargo, en el camino que lleva a la conclusión, 'Todos mis amigos están muertos' es como asistir a una fiesta de "swingers" en la que que todos te caen mal y los enredos realmente no nos interesan demasiado, se confunde lo erotómano con la misoginia atolondrada y la mayoría de intentos de crear algo cool resultan forzados y extemporáneos. Haría un buen programa triple con 'Girls with Balls' (2018) y 'La mansión' (Le manoir, 2017) para demostrar que, o bien Netflix selecciona muy mal su catálogo, o la comedia de terror no es el fuerte de Europa.

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