La belleza y las obsesiones del cine de Mamoru Hosoda

La belleza y las obsesiones del cine de Mamoru Hosoda

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La belleza y las obsesiones del cine de Mamoru Hosoda

Muchos recuerdan con cariño la primera película que se hizo de Digimon, cuyo poco original título reza 'Digimon: The Movie'. La película está llena de vida, de emociones a flor de piel, y cuenta con un magnífico apartado animado. Este largometraje lo conforma un popurrí de producciones de la franquicia, siendo dos de ellas dirigidas por un fascinante animador: Mamoru Hosoda.

En la actualidad, Hosoda es uno de los nombres propios de la animación japonesa, con todo lo que ello supone. Sobre él y un grupo de jóvenes creadores como Kenji Kamiyama, Keiichi Hara o Makoto Shinkai, ha recaído la difícil tarea de hacer frente al inminente final de la producción de Hayao Miyazaki, Isao Takahata y Katsuhiro Otomo, los adalides de la animación nipona por excelencia.

Todos estos directores han gozado de una trayectoria propia, con una implicación más o menos cercana al legendario Studio Ghibli. El propio Hosoda solicitó desde que acabara sus estudios en la Escuela de Arte de Kanazawa entrar, sin éxito, su entrada al reino de Miyazaki.

Sin embargo, el genio escribió la carta de su rechazo expresamente, instando al joven a continuar esforzándose. Aquí no acabaría el idilio entre el entonces inexperto Mamoru y Studio Ghibli, sobre los que volveremos más tarde.

Entrada a Toei Animation

Sus primeros pasos los dio en la también legendaria Toei Animation, donde empezó a trabajar en los noventa dentro de los departamentos de animación de ‘Dragon Ball Z’, ‘Sailor Moon’ o ‘Utena, la chica revolucionaria’.

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Ya consolidado en la estructura del estudio, se le encomendó la dirección de varios capítulos de ‘Digimon’, así como de algunas OVAs que formaron parte de 'Digimon: The Movie'. Las OVAs que el joven Hosoda dirigió le dieron una preciosa cara al fenómeno ‘Digimon’. Sobre todo, con el prólogo 'Digimon: The Adventure', en el que unos pequeños Tai y Kari se encontraban con un Koromon.

Con una animación espectacular y un bello diseño de personajes, intuíamos el vínculo niño elegido-digimon en el que se fundaría el ámbito posterior del anime, y que también resulta fundamental en la filmografía del director como tema troncal: los valores de unión y la importancia de lo cotidiano como reflejo de las emociones.

La segunda OVA de Hosoda, ‘Bokura no War Gamu’, anticipaba también la calidad de la animación del realizador y sus intereses en la problemática de lo digital. Este tópico lo retomará en ‘Summer Wars’ y en retazos de ‘La chica que saltaba a través del tiempo’, recogiendo el testigo de Satoshi Kon o Chiaki J. Konaka en la exploración de esas temáticas.

Con su participación en Digimon, Studio Ghibli se pondría en contacto con el que una vez fuera rechazado por el estudio para uno de sus nuevos proyectos: ‘El castillo ambulante’. Hosada, que ya gozaba de cierto renombre y se estaba haciendo un hueco entre los jóvenes realizadores de animación japoneses, aceptó sin dudarlo.

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Las diferencias creativas y de modos de trabajo respecto a Studio Ghibli ya eran conocidas por muchos otros animadores, como Mamoru Oshii, que hablan de los exigentes modelos de producción del estudio y de la importancia de la autoría. A esta barrera se le sumó también el estancamiento de Hosoda en el proyecto, dada la dificultad de adaptar la novela original de Diana Wynne Jones y el empeño del director en no consultar a nadie.

Tras casi un año de trabajo sin avanzar -apenas había bocetos en el storyboard que estaba desarrollando-, Hosoda dejó el proyecto el 21 de abril de 2002, sumido en una gran crisis personal. El proyecto, aún en fase temprana, lo retomaría Hayao Miyazaki, que dos años más tarde estrenaría ‘El castillo ambulante’, última película del director que distribuyó Disney.

Después de separarse de Studio Ghibli, Mamoru Hosoda volvió a Toei Animation, donde pudo volver a dirigir, esta vez con los episodios 40 y 49 de ‘Doremi’. Éstos llamaron la atención del artista japonés Takashi Murakami, que le pidió su colaboración para la línea Multicore de Louis Vuitton. El resultado, 'Superflat Monogram' fue una pieza publicitaria de un poder abrumador que se convirtió en clásico instantáneo y devolvió al realizador al punto de mira.

Hosoda volcó sus esfuerzos en una nueva oportunidad, trabajando para diferentes series en el apartado animado, como ‘Ashita no Nadja’ o el opening de ‘Samurai Champloo’. Le fue encargada la sexta película de One Piece: 'El barón Omatsuri y la Isla Secreta’. Con una historia más oscura, el director consiguió imprimir un aire personal que provocó sensaciones contradictorias en los fans del anime.

MadHouse y éxito internacional

Desde su participación en ‘Doremi’, el realizador ya estaba en la lista de Masao Maruyama, uno de los grandes productores contemporáneos más importantes del anime. Tras su participación en ‘One Piece’, Hosoda recibió la invitación de MadHouse, el estudio donde Maruyama producía, para llevar a cabo el proyecto de un largometraje: ‘Cruzando el tiempo’.

Hosoda no lo pensó dos veces y aceptó de inmediato, dejando todo atrás para iniciar una etapa de colaboración con el estudio que comenzaría con su largometraje ‘La chica que saltaba a través del tiempo’, título definitivo de la película estrenada en 2006.

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Además de una fluida animación y un diseño colorista, Mamoru Hosoda tomó como señas de identidad la cotidianidad para la representación de emociones y la calma en la narración, que le han proferido una personalidad propia en el mundo de la animación japonesa.

Con ‘La chica que saltaba a través del tiempo’ también empezaría la progresión temática de su filmografía, centrada en sus obsesiones y que comienza con la amistad en época de juventud. A través de su cine, Hosoda muestra las dificultades de la juventud y de las despedidas, así como una reflexión sobre el tiempo perdido y la importancia del sacrificio hacia los seres queridos.

Esta progresión temática, que estructurará el resto de filmografía, se traslada en su siguiente proyecto a la familia. Con ‘Summer Wars’, estrenada en 2009 y convertida en un éxito de taquilla, Hosoda pasa del ambiente urbano desarrollado en ‘La chica que saltaba a través del tiempo’ al entorno rural, otra de sus obsesiones constantes.

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Distinguimos dos apartados de animación durante todo el metraje, que dependen de dónde se desarrolle la acción. Mientras que en “mundo digital” de OZ -clara referencia, si no calco, a ‘Digimon: Bokura no War Gamu’- el aspecto animado es colorista, de fondo blanco y dinámico, el ambiente campestre es mucho más pausado, especialmente detallista y de tonos suaves.

En este largometraje, combinaría dos de sus intereses: la convergencia de lo digital y lo real y la importancia de la familia. En esta contraposición de lo rural y lo tecnificado, que la película muestra constantemente, es donde se entronca la familia como nexo de unión intergeneracional, a pesar de las evidentes diferencias.

La fundación de Studio Chizu

El éxito de Hosoda tras ‘Summer Wars’ le permitió fundar su propio estudio de animación, Studio Chizu, que con la ayuda de MadHouse coproduciría ‘Los niños lobo’ en 2012. En esta nueva película, el interés temático se centraría en la figura materna. Una madre coraje tiene que tomar las riendas de su vida y criar sola a sus dos hijos, que para más inri son medio lobos.

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De soslayo aparecen en la película otras preocupaciones, como la importancia de la integración en la niñez o el enfrentamiento de la familia y la naturaleza. Ésta última sirve, además, como motor de expresión de las emociones de los personajes.

De nuevo con ‘Los niños lobo’ se recupera la confrontación de lo urbano y lo rural, esta vez no como un enfrentamiento, sino como la vuelta a lo natural. Esta premisa nos recuerda especialmente a la filmografía de Miyazaki, sumado a la calma narrativa que presenta ‘Los niños lobo’, lo que la convierte en la película de Hosoda que más recuerda a Miyazaki.

Ya convertido en un fenómeno dentro del mundo de la animación, el realizador estrena en 2015 ‘El niño y la bestia’, su última película hasta la fecha. Producida por Studio Chizu, la película fue seleccionada para el Festival de Cine de San Sebastián, y abordó de nuevo otra de las obsesiones de Hosoda, quizá la más biográfica: la paternidad.

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'El niño y la bestia' es la historia de Ren, un niño sin padre ni madre que encuentra en un luchador-oso del mundo de las bestias una figura paterna. A través de su relación con su maestro, Kumatetsu, Ren desarrollará vínculos afectivos ante la ausencia de esos pilares familiares. La película, por tanto, sigue completando la progresión temática de las obsesiones de Hosoda.

Además, y marcando de nuevo las intenciones de escape de lo urbano, Hosoda. configura un mundo de fantasía poblado de animales antropomorfos. Su obsesión con la huida de la ciudad, más pronunciada aún al huir de Shibuya, uno de los barrios más ajetreados de Tokyo, también le relaciona con la producción en general de Ghibli.

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En mayo de 2017, Studio Chizu anunciaría el nuevo proyecto de Mamoru Hosoda, ‘Mirai’ -que puede traducirse como futuro-, previsto para mayo de 2018. En él, Hosada explorará la hermandad, contando la historia de un niño de cuatro años que quiere sentirse querido por sus padres tras el nacimiento de su hermana pequeña.

Mamoru Hosoda se ha convertido, con derecho propio, en uno de los realizadores japoneses más interesantes del panorama de la animación. Su estilo preciosista, su fluida animación y su interés por la progresión temática marcan una obra que continuará con ‘Mirai’, ya licenciada en nuestro país por A Contracorriente Films.

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