Star Trek vs. Star Wars: J.J. Abrams y la diferencia entre el espacio y la galaxia

Star Trek vs. Star Wars: J.J. Abrams y la diferencia entre el espacio y la galaxia

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Star Trek Star Wars

Aunque en realidad nunca fue el nuevo Rey Midas de la industria, el nombre de J.J. Abrams encabezando un proyecto siempre nos pone los pelos de punta. Su experiencia a la hora de reciclar material en desuso para ofrecer divertimentos de primer nivel es un gran valor añadido. Tras concluir la saga de 'Star Wars' y salir pitando de 'Star Trek', hacemos balance entre el espacio y la galaxia.

Las guerras y las galaxias

A mediados de los años sesenta, Gene Roddenberry se sacó de la chistera una serie de televisión que revolucionaría el espacio para siempre 'Star Trek' emitió 80 episodios entre 1966 y 1969. Ocho años más tarde, George Lucas ideó un plan de jubilación magistral a costa de una de las creaciones cinematográficas más importantes de la historia del cine. Cuando se cumplían cuarenta años de la finalización de la serie original sobre la tripulación de la U.S.S. Enterprise, el espacio más aventurero reclutó a J.J. Abrams para crear nueva vida.

Lo que más llama la atención del despampanante truco definitivo que fue y sigue siendo 'Star Trek' (2009) es que tampoco había pasado tanto tiempo entre este reboot y la última película de la franquicia, la irregular pero amena 'Star Trek: Nemesis'. La película de Stuart Baird llegaba a los cines en 2002 para finiquitar las andanzas de la tripulación de Jean-Luc Picard, ahora más de moda que nunca tras su última serie personal, 'Picard'.

Abrams y sus guionistas (Alex Kurtzman y Roberto Orci) recuperaban el espíritu intrépido del original y el de la aventura y la maravilla del mejor género para resucitar una licencia que, si bien no se agotará nunca, sí es cierto que orbita a unos cuantos años luz de la galaxia por excelencia. Con un reparto sensacional y un cariño por los personajes que haría las delicias del mismísimo Roddenberry, la aventura (re)comenzaba a las órdenes de Abrams y bajo la batuta de Michael Giacchino, que aportaba alguna una de las piezas más contundentes y hermosas de su carrera.

Pero no todo fueron alegrías, porque la película tuvo que pelearse por las migajas de la taquilla que iban dejando los Transformers, Harry Potter, el resacón original y una tal 'Avatar'. La película de Abrams se situó en el séptimo lugar de la taquilla USA, con casi 260 millones de dólares para un total de 385. Nada mal para un presupuesto de 150.

Tarde para la ira de Khan

El mayor acierto de 'Star Trek' fue sin duda la libertad con la que Abrams se movió entre batallas y razas. Algo más tarde reconocería que nunca había sido demasiado fan de su universo, algo que tal vez jugó a favor de obra y logró que muchos espectadores casuales, no necesariamente trekkies, conectasen con una aventura como hacía mucho que no nos echábamos a los ojos, entregando una obra maestra sin fisuras.

Es misma libertad se sintió en la segunda parte, igual de divertida, trepidante y emocionante. 'Star Trek: En la oscuridad', se abre con una secuencia que nos traslada, qué cosas, al universo Lucasfilm. Pero que nadie se confunda: Abrams es tan zorro que la visita era al mundo de Indiana Jones, que para lo otro ya habría tiempo. Giacchino superaba su trabajo anterior en una exitosa secuela que servía a su vez de reboot de la secuela original. Grito incluido.

Aunque en total recaudó más dinero que la primera película, en la taquilla doméstica de 2013 quedó en un lejano décimo puesto, muy alejada de las cifras de las tres primeras de la lista: 'Iron Man 3', 'Los juegos del hambre: En llamas' y 'Gru 2. Mi villano favorito'. Tal vez, en efecto, ya era tarde para la ira de Khan. La salida de Abrams hirió de muerte una franquicia que hasta entonces había manejado con mano maestra y que se resentiría con la llegada de Justin Lin y dos nuevos guionistas. El futuro ahora es incierto, a pesar del supuesto interés de Quentin Tarantino en aportar su conocimiento en una nueva entrega. Tal vez decepcionado con esos resultados en taquilla, Abrams puso pies en polvorosa y huyó sin mirar atrás a otra galaxia más aparatosa y con mejores números. No sé vosotros, pero yo no se lo perdonaré jamás.

Star Wars: otra vez

Durante el año de trabajo de la secuela, Disney, que acababa de comprar Lucasfilm, contactó con Abrams. Y le dieron carta blanca para diseñar la nueva trilogía en su totalidad y se encargaría de la dirección del esperado Episodio VII. El cineasta prometía alejarse de manera completamente voluntaria de las notas de Lucas había desarrollado para el futuro de la saga (y que fue parte del acuerdo entre creador y comprador), para reimaginar, con la ayuda del guionista original Lawrence Kasdan, su secuela ideal.

Pero por el camino parece que todos esos planes quedaron en el olvido. Por desgracia, cuando uno ve 'Star Wars: El Despertar de la Fuerza', queda bastante claro que las instrucciones estaban tan claras y era tan absoluta la prohibición de salirse del camino ideado que cualquiera de nuestros padres podría haberse sentado a dirigir una película que, sin ser ninguna aberración, no ofrecía más que una sucesión de acontecimientos que hasta el menos fan de la saga se sabía de antemano. Y lo que es peor: uno no solo sabía lo que iba a pasar, es que también se podía anticipar a lo que cada personaje tenía que decir.

Force Awakens

'Star Wars: El Despertar de la Fuerza', era volver a jugar con tus viejas figuras, esas que se han convertido en reliquias nostálgicas y recuerdo de un tiempo más ameno con las que uno juega con cuidado, para que no se rompan. Riesgo cero, producto al servicio del consumidor de una nueva cadena de consumo rápido, bollería industrial cinematográfica sobrecargada de azúcar. Una decepción en toda regla donde no hay rastro del director que recuperó 'Misión: Imposible' tras el destrozo de John Woo.

Tuvo que llegar Rian Johnson para poner el talento sobre la mesa, pero nadie supo ser agradecido con un talentoso director que nunca ha entregado un producto menor. Pero, por desgracia, se confirmaron los malos presagios: El señor de las galaxias (AKA 'Star Wars: El ascenso de Skywalker') marcaría un antes y un después en la épica de la monotonía. En el cénit del adoctrinamiento.

Ascenso a ninguna parte

El Episodio IX aburre más que ofende, que también, porque es una película que está tan muerta por dentro que consigue que 'El despertar de la fuerza' sea la fiesta del siglo. Si bien aquella no tenía alma, algo de pulso sí que se notaba.

Este ascenso a ninguna parte es el equivalente a dar un paseo por la polvorienta sección de juguetería de aquel viejo centro comercial donde ibas con tus padres antes de que todo se fuera a la mierda. Un paseo triste lleno de vieja simbología que ahora despierta en ti el rechazo más absoluto. Y una película bastante mediocre. La película de Abrams solo recogía cable, careciendo de todo eso que predican en esa familia galáctica desde hace 40 años. No deja de resultar curioso que después de haber comprado los derechos sean ellos los vendidos.

Las diferencias entre ambos extremos aventureros son evidentes, pero tal vez las más molestas, por estar constantemente en pantalla, son las de la desidia interpretativa del mundo creado por Lucasfilm, con unas interpretaciones congeladas de quien solo espera recibir el cheque cuando, al otro lado, tenemos un equipo entregado intentando hacer algo grande y, en algún caso, formando equipo creativo.

Al final la diferencia entre el espacio y la galaxia estaba en que uno casi prefiere disfrutar al lado de un temerario aventurero que ya irá viendo cómo sale del asunto antes de tener todo perfectamente calculado y sin lugar para la sorpresa.

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