'Wormwood' mezcla guerra fría y psicotrópicos en una de las series más originales y amargas de 2017

'Wormwood' mezcla guerra fría y psicotrópicos en una de las series más originales y amargas de 2017

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'Wormwood' mezcla guerra fría y psicotrópicos en una de las series más originales y amargas de 2017

En la era de la reivindicación del crimen real (true crime) como género importante e interesante, durante los últimos meses hemos visto decenas de propuestas asombrosas que confirman que este tipo de series, películas y documentales nos tienen conquistados. El oscarizado Errol Morris ('Rumores de guerra') lo sabe y ha creado con 'Wormwood' una miniserie mezcla de documental y dramatización que es realmente fascinante.

En un misterio digno de Íker Jiménez y su 'Cuarto Milenio', 'Wormwood' se centra en la misteriosa muerte de Frank Olson (Peter Sarsgaard en la dramatización), un bioquímico hombre de familia y empleado de la CIA que "cae" o "salta" desde la ventana de la habitación 1018A de un hotel del centro de Manhattan. Esa aparente contradicción en los informes sobre su muerte traerá de cabeza a su hijo Eric, que intenta descubrir qué pasó realmente y en qué estaba metido su padre.

Errol Morris usa una narración partida: por un lado el documental en el presente, usando el testimonio de un septuagenario Eric Olson como principal ingrediente de una serie de entrevistas a otros sujetos de interés, incluyendo ex-agentes de la CIA. Estas intervenciones son complementadas por una dramatización que intenta recrear los últimos días de Frank Olson y cómo esto cuadra con los experimentos del proyecto MK-Ultra y el uso del LSD para el control mental en unos Estados Unidos en el albor de la guerra fría y los experimentos con armas biológicas.

A lo largo de los seis episodios de 'Wormwood' vamos profundizando más en esta búsqueda de respuestas por parte de Eric viendo cómo los sucesivos testimonios y limitadas pruebas cambian el escenario y la percepción de lo que pasó realmente en esos nueve días desde la misteriosa reunión en una cabaña recóndita hasta que Frank se estrelló en el suelo de Nueva York.

Wormwood CIA

'Wormwood' es una de esas obras que poco, o nada, se parece a lo que hemos visto hasta ahora. Morris se las ingenia para innovar a través de un estilo peculiar un docudrama que, de otro modo, sería tan altamente convencional como un episodio aleatorio de 'Crímenes imperfectos'. La realización es imponente y el montaje es preciso y la narrativa es absorbente. Algo que no nos debería extrañar ya que estamos ante el director de un documental básico de este género como es 'The thin blue line'.

Este estilo tan característico funciona muy bien en un documental que, entre otras cosas, habla de conspiración, la paranoia propia de la guerra contra los rusos (y antiamericanos) y la búsqueda (y consecuencias) de la verdad en un mundo de por sí opaco como es el del espionaje y la inteligencia. No faltan los viajes por decenas de documentos y palabras clave, fragmentos del 'Hamlet' de Laurence Olivier y esa pantalla partida mostrando diferentes ángulos para que no nos perdamos nada. Una técnica particularmente incisiva a la hora de recalcar alguna sentencia de Eric.

Wormwood experimento

Morris aprovecha que estamos en la era del binge-watching para planificar cada entrega de 'Wormwood'. En la forma bien podría pasar por una película de poco más de cuatro horas (de hecho así se mostró en salas de cine) donde cada episodio da paso al posterior sin apenas más solución de continuidad que los hipnóticos créditos. Sin embargo, según va avanzado la miniserie, la narrativa se pierde más hacia el discurso que hacia los leves avances que a lo largo de los últimos sesenta años se van haciendo sobre el caso.

Si nos centramos en lo que Errol Morris y Eric Olson nos están contando a lo largo de 'Wormwood', da la sensación de que estamos ante una partida interminable de chinchón donde ya solo queda una invariable pila de descartes y ningún jugador logra cerrar la partida. Es una sensación frustrante, como de estar perdiendo el tiempo continuamente y como espectador agota, desespera. Pero esa es la intención.

Eric Wormwood

La clave de esto está en el propio título de la serie: 'Wormwood', que literalmente es ajenjo. La amargura de esta planta (y del astro apocalíptico al que se refiere el inicio de este "docudrama") es lo que queda de esta investigación. Y es que quizá sea porque más que un documental sobre lo que pasó es sobre cómo la búsqueda de la verdad ha destrozado la vida de un Eric Olson obsesionado desde hace décadas por ello, que ha sido incapaz de pasar página en su vida y sus relaciones y que no recibe consuelo.

Esta tristeza, este "¿y ahora qué?", ronda en el tono del documental. Dentro de su estilo y aparente extravagancia en según qué secuencias, Morris procura ser lo más sobrio posible y el hecho de que parece que dan vueltas continuas sobre lo mismo pide a veces más paciencia de lo que queramos conceder a 'Wormwood'. Una propuesta que, otra cosa no, pero es sin duda una de las más originales que ha dado este 2017 que hoy termina.

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