'Lightyear' es más que un spin-off de 'Toy Story': una carta de amor a la ciencia ficción con sabor añejo que demuestra la maestría de Pixar incluso volando en piloto automático

'Lightyear' es más que un spin-off de 'Toy Story': una carta de amor a la ciencia ficción con sabor añejo que demuestra la maestría de Pixar incluso volando en piloto automático

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'Lightyear' es más que un spin-off de 'Toy Story': una carta de amor a la ciencia ficción con sabor añejo que demuestra la maestría de Pixar incluso volando en piloto automático

He de reconocer que, tras habérseme atragantado ligeramente la igualmente recomendable 'Soul' de Pete Docter y Kemp Powers, no puedo menos que celebrar con entusiasmo la trayectoria reciente de una Pixar que, tras explotar su vis existencialista hasta casi convertirla en un cliché y exprimir hasta el límite sus deseos de trascender, ha optado por abrazar la ligereza y la sencillez en sus últimas producciones.

Esto no quiere decir, bajo ningún concepto, que la maestría que suele asociarse a la obra del estudio animado propiedad de Disney se haya perdido por el camino en esta suerte de transición. Como muestra, ahí están las encantadoras y divertidísimas 'Luca' y, sobre todo, 'Red', cuyas historias en clave coming of age volvieron a enamorar sin necesidad de tomarse tan en serio a sí mismas.

Con 'Lightyear', Pixar no sólo regresa a unas salas de cine que jamás debió abandonar a favor del streaming; sino que da forma a una extraordinaria aventura espacial de sabor añejo que, haciendo honor a la verdad, puede no ser su pieza más inspirada de esta "nueva ola". Pero, incluso en estas circunstancias, lo que no pasa de ser un pasatiempo impecable es digno de ser estudiado al detalle en cualquier escuela de cine.

Diario estelar: Pixar lo ha vuelto a hacer

Resulta curioso que pensar en un largometraje como 'Lightyear' invite a hacerlo en primera instancia no en los entresijos de su confección, sino en algo tan abstracto como su espíritu. Y es que su inteligente premisa abre paso a 100 ajustadísimos minutos traducidos en una carta de amor a la ciencia ficción de corte clásico que rinde homenaje a producciones como 'Star Wars', 'Star Trek' o 'Galactica' en un cóctel de acción, aventura y comedia que hará las delicias del público más entrado en años.

Pero, más allá de la evidente devoción del realizador Angus MacLane por el género, nuevamente es la narrativa marca de la casa Pixar la que eleva el título a niveles insospechados. Probablemente, nos encontremos ante el ejercicio reciente del estudio menos sólido en lo que respecta a mensaje y profundidad discursiva, pero su tesis sobre la gestión de los errores y las cargas compartidas está ejecutada con una pulcritud envidiable.

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Además de hacer gala de una causalidad tremendamente precisa y que no deja espacio para lo aleatorio en lo que respecta a la gestión de un conflicto en constante crescendo, la cinta es una exhibición de economía del lenguaje, de síntesis, de planificación y de narración en imágenes que, pese a dar la sensación de desarrollarse con piloto automático en algunos pasajes, es simplemente sobresaliente.

Como era de esperar, 'Lightyear' es igualmente impresionante en su vertiente técnica. El nivel audiovisual alcanzado es deslumbrante, y permite moldear unas set pieces espectaculares con unos juegos de texturas, reflejos y partículas capaces de desencajar mandíbulas. Un regalo para las retinas al que sumar la banda sonora de un Michael Giacchino tan inspirado como de costumbre y que envuelve el relato con un extra de épica musical.

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Aunque, como era de esperar, el alma de la película se encuentra condensada en un surtido de personajes cuidados, repleto de matices, y que además de encontrar en Sox su gran revelación, canaliza algún momento realmente emotivo a través de un reparto capitaneado por un Chris Evans perfecto como el Ranger espacial protagonista.

Esto último no es más que el broche de oro para un filme que, seguramente, no ocupará los puestos altos de las listas con lo mejor de Pixar, pero que hace desear que todas las obras menos redondas de un estudio fuesen tan rematadamente brillantes como esta.

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