El fracaso de 'Gran Hermano 20' podría solucionarse fácilmente si Telecinco quisiera, y la prueba está en el propio formato

El fracaso de 'Gran Hermano 20' podría solucionarse fácilmente si Telecinco quisiera, y la prueba está en el propio formato

El regreso a la vida en directo que antaño solo daba alegrías a Mediaset, ahora es un desierto de pura desidia. Sí, este año también

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Randy Meeks

Editor

Pues ya está, ya ha vuelto otra vez. En plena crisis de audiencia (la peor de su historia, y ya es decir en un panorama televisivo deprimente), Telecinco ha tirado la casa por la ventana estrenando al mismo tiempo ‘La isla de las tentaciones’ y ‘Gran Hermano’, que pasan a convivir en el panorama general de realities con ‘Operación Triunfo’, ‘Hasta el fin del mundo’ y, por qué no, ‘El juego del calamar: el desafío’. Sobredosis de telerrealidad para un publico que se cansa cada vez más rápido. La pregunta del canal de Fuencarral, al borde del barranco, es obvia: ¿Funciona lo de siempre en un mundo que ya tiene estímulos constantes? La respuesta, de momento, queda inconclusa.

Bienvenidos a la vida en directo

Cuando ‘Gran Hermano’ se estrenó el 23 de abril del 2000, la televisión española era muy, muy inocente. Habíamos pasado de la rebeldía adolescente propia de los continuos programas de strip-tease y bailarinas escotadas (o en topless) a series tan neutras y familiares como ‘Farmacia de guardia’ y ‘Médico de familia’, muestras casi perfectas de aquel “España va bien” que se convirtió en lema de campaña (y reelección) de José María Aznar). Sin embargo, todo el juego de Jenga de audiencias que las televisiones (en aquel momento motor de la cultura pop y la sociedad) habían creado, cayó por su propio peso cuando Mercedes Milá anunció la entrada de un puñado de jovencitos que iban a hacer su día a día en una casa permitiendo que les viéramos 24 horas al día. 

Aquella primera edición, añorada por muchos desde la mera nostalgia, es, vista ahora, un completo aburrimiento. Los ritmos televisivos han cambiado, los estímulos son totalmente distintos y los propios personajes televisivos eran tan amigables que, en el mar de estímulos al que nos tienen acostumbrados los influencers, TikTokers y famosos de tres al cuarto actuales, se nos antojan una pura nadería. Por aquel entonces, Telecinco, disfrazándolo de experimento social, consiguió lo que buscaba: una representación de la España (más o menos) aburrida y acomodada de la época. Sin embargo, la audiencia de ahora pilla cualquier posible sorpresa al vuelo, y eso lleva a que ahora necesiten perfiles que la líen desde el principio y dar una vuelta de campana cada vez más bestia que, cada vez más, recuerda a la fantástica ‘UnReal’

Hermanos que se odian, una pareja en crisis, una persona que reconoce saltar a la mínima y promete liarla… Lo que sea con tal de que, en el día tres, ya haya gente tirándose los platos a la cabeza, haciendo edredoning y trayendo un poco de diversión al reality de tipo muermo. Este año, para tratar de encandilar al público, han estrenado nueva casa, que ha venido acompañada de una mecánica que prometía algo totalmente inédito. Spoiler: no era nada nuevo. Nunca es nada nuevo, en realidad, más allá de pochos trucos de magia para que la gente repita gala tras gala tratando de cimentar una base de público antes de que la bronca lleve a una subida de audiencia relativamente inevitable. Sin embargo, no tendría por qué ser así, y quizá sea el momento de mirarse en el espejo de aquellos que dominan el arte de la televisión basura: Estados Unidos.

¿La versión alemana es ‘Gran Germano’?

¿Qué puede perder Telecinco, al fin y al cabo, cambiando el rumbo del programa? Al fin y al cabo, la cosa, de momento, ha empezado en números rojos: con un 11,8% y apenas 714.000 espectadores (¡superados por el 'Futuro Imperfecto' de Buenafuente!), el programa ha marcado un nuevo mínimo histórico en una gala, y no parece que la cosa, de momento, vaya a remontar. El público ya sabe lo que va a encontrarse, no hay nada que pueda sorprenderles, es todo sota, caballo y rey. Bronca, pruebas, nominación y expulsión. Quizá con el giro de una repesca o nominaciones arbitrarias a la cara, pero poco más: los concursantes en España no hacen estrategias para que todo sea más natural y eso lleva a que los apuñalamientos por la espalda no sean dramáticos y las expulsiones se basen, exclusivamente, en lo majo que caigas al nicho de audiencia más entregado.

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En Estados Unidos, sin embargo, la cosa es totalmente distinta, porque los espectadores poco pueden decidir, más allá de absolutas naderías: en ‘Big Brother’, al más puro estilo ‘Survivor’, son los propios concursantes los que se eliminan entre sí y, de hecho, el concurso está centrado y pensado casi exclusivamente en la estrategia. Olvídate de esos vídeos en la cocina hablando sobre si cenar tortilla o migas, o sobre esa gran bronca porque Pepito le ha robado el secador a Juanita: allí, la gran mayoría de los vídeos de las galas se centran en entender las dinámicas de juego. Quién ha apuñalado a quién, qué grupos están aliados, cómo conseguir la inmunidad cambia por completo un grupito, cómo un voto de diferencia puede desestabilizar a una comunidad. Es, más que un concurso de popularidad, un juego en el que todos quieren ganar. 

¿Queréis más? Sus galas duran 45 minutos (aunque, eso sí, hay tres por semana), no hay público en directo ni debates. ‘Big Brother’ va a lo que va: estas personas están en una casa de la que se tienen que ir expulsando. Los amoríos, las broncas y las fiestas son lo de menos, a no ser que lleven a avanzar la, por así decirlo, “trama”. Frente a la dispersión de ‘Gran Hermano’, que muchas veces parece dejarse llevar sin rumbo fijo, ‘Big Brother’ sabe perfectamente el camino que lleva, y tiene un equipo de editores fantástico detrás haciendo que cada nueva gala (o episodio, como lo quieras llamar) sea emocionante y liviana. Al fin y al cabo, ¿realmente necesita un programa como este acabar a las dos de la mañana varias veces a lo largo de la semana?

No os voy a engañar: no soy especialmente fan de ‘Big Brother’ (sí de ‘The Traitors’ o ‘Survivor’, por los que os recomendaría empezar si os interesa el saja-raja entre concursantes), pero es innegable que su formato está mucho más dado a las sorpresas que el de Telecinco. Por fan que seas -y creedme, hay fans a espuertas que no perdonan una gala-, tienes que reconocer que la cosa ha perdido lustre, como un piso de lujo que nadie ha limpiado ni recogido en años. ‘Gran Hermano’ parece funcionar, a estas alturas, por mera inercia, y la solución para traer de vuelta a los espectadores no debería ser la confianza en que, simplemente, van a seguir ahí como ovejitas llevadas al matadero. 

Cuando la televisión tradicional está en declive y las opciones son abrumadoras, la solución no puede ser hacer un copia-pega con un sombrero nuevo: necesitas una revolución real. Y, por una vez, la solución está a la vuelta de la esquina. Solo tienen que confiar en la inteligencia de un espectador que, por primera vez en mucho tiempo, es consciente de su poder. 

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